EL INSIGNE ESCRITOR FERNANDO SOTO APARICIO, INVITADO DE HONOR AL VI ENCUENTRO INTERNACIONAL DE POESÍA "VALLE DE IRAKA", MAYO 2,3,4 Y 5 DE 2013, EN FIRAVITOBA, IZA, CUÍTIVA, TOTA Y SOGAMOSO. CONVOCATORIA DE LA FUNDACIÓN "CASA DEL SOL" DIRIGIDA POR EL ESCRITOR JORGE DUSSÁN ABELLA. EL MAESTRO FERNANDO, OFICIARÁ COMO OFERENTE EN EL HOMENAJE NACIONAL AL POETA FERNANDO A. CELY H. EL ACTO TIENE ADEMÁS LA PRESENTACIÓN EXCEPCIONAL DE LA NIÑA PRODIGIO DE LA DECLAMACIÓN MARÍA JOSÉ MOLINA. HORA DE ESPLENDOR PARA LA LITERTURA COLOMBIANA Y DE HONOR PARA EL DEPARTAMENTO DE BOYACÁ.
FERNANDO SOTO APARICIO
I
Formado con terrones y ceniza,
amasado en renuncias y fracasos,
lleva también la aurora entre los brazos
y le florece el sol en la sonrisa.
Vida y muerte se cumplen como plazos
inevitables en su absurda prisa.
Su voluntad de ser feliz se triza
y debe contentarse con pedazos.
Enmarañado y gris es su destino
y si la libertad le da un camino
la opresión en que vive se lo niega.
Porque ese hombre cargado de preguntas
busca en el hueco de sus manos juntas
una respuesta que jamás le llega.
II
El hombre viene todo de un trasfondo
mas allá del silencio de si mismo:
pequeño ser para tan grande abismo
y frágil voz para gemir tan hondo.
Su corazón es un vaivén redondo
de la luz a la sombra: arcano sismo.
Va desde la desgracia al optimismo
y en mares de dolor alcanza fondo.
Nace de su destino prisionero
y no encuentra salida ni sendero
que lo lleve a ser libre y a ser hombre.
Con pies de barro y alma de infinito
en años de callar pierde su grito,
su forma de pensar, y hasta su nombre.
III
La luz que esta rodeándolo limita
la forma de las cosas y del mundo.
Busca el cielo de abril, pleno y rotundo,
y en su lugar encuentra una garita.
Su sangre enamorada resucita
su ilusión cotidiana. y vagabundo,
se ve amarrado al botalón profundo
donde se muere o donde se marchita.
Hombre de una razón y mil razones,
de un corazón y muchos corazones
y abierto como un libro a la esperanza.
Hombre como un lamento oscuro y largo;
amasado con barro, sin embargo
fino como el acero de una lanza.
VI
El hombre tiene adentro una ventana
para poder mirar al infinito.
Allí se le perdona ese delito
de ver la libertad como una hermana.
Es allí donde grita en la mañana
preguntando por Dios en cada grito.
Allí donde esta solo y esta finito
y marchitable como oscura liana.
No sabe desde donde o por que vino,
cual es su procedencia o su destino,
por que sufre o batalla, o quien lo hiere.
Solo, en el fondo de su pensamiento,
sabe que pasa como pasa el viento.
y que viviendo diariamente muere.
Fernando Soto Aparicio
El personaje
No
es viejo ni por edad, ni por sus ideas, ni por su estilo. El es joven,
sólo tiene 33 años, y nació en Santa Rosa de Viterbo. La vocación
literaria, me cuenta, apareció en él muy temprano. A los trece años
había escrito ya dos enormes pero pésimas novelas con influencia de
Dumas y los mosqueteros. Escribió en sus cuadernos de preceptiva
infinidad de poemas retóricos y románticos que no valían un comino,
julioflorescos y tristes. Los condenó al silencio en una hoguera. Su
lirismo era paja, ceniza. De ellos no queda nada, ni el recuerdo.
Publicó su primera novela en España, en 1960: Los desventurados. Un día
se ganó un premio internacional de novela, en Barcelona, con La rebelión
de las ratas. Acaba de publicar en Colombia Mientras llueve, una novela
que se salvó por un pelo de ganarse el Premio Esso, aunque le dieron
una mención de honor. Más libros inéditos, poemas, cuentos y artículos
en cantidades resumen su formidable actividad de escritor comprometido
con la literatura. Un hombre de letras, en fin.
Hace
años, en su pueblo oyó los rumores de la existencia de una generación
que hacía su ascenso a la cultura con el nombre de nadaísmo. Era su
propia generación que hacía sentir su rebeldía en forma de frenéticos y
alocados alaridos, como un planeta que se sale de órbita y deslumbra con
una luz cegadora, negra y roja. No ilumina. No orienta. Desconcierta.
Era la rebelión pura que estallaba ruidosamente sus fuegos fatuos sobre
las torres dominantes de la catedral y las chimeneas de Coltejer, en la
ciudad más católica y tradicional de Colombia.
Por
desgracia, o por fortuna, este joven impaciente que entonces tenía
veinticinco años, ya se había casado y tenía un hijo cuando nació el
nadaísmo. ¿Qué más se podía hacer en Santa Rosa de Viterbo fuera de
enamorarse, casarse, acostarse, reproducirse y morirse? Eso era
exactamente lo que había hecho nuestro joven, con la diferencia de que
todavía no estaba muerto. Al contrario, hacía grandes proyectos con su
vida y se sentía encendido por la pasión del arte. Desde su lejana
provincia se puso en camino por los tortuosos y atormentados senderos de
su vocación para conquistarse un destino en la literatura.
En
cierto sentido, en el de la militancia, los ecos del nadaísmo habían
llegado un poco tarde para este joven escritor, pero nunca tarde para
ser, desde su camarote, un compañero de viaje, un pasajero de nuestra
aventura literaria a la que ha asistido como actor y como testigo.
Hacía
años veía publicados sus cuentos, sus poemas y sus críticas en el
Magazine de El Espectador junto a los nuestros. Se daba el lujo de
atacarnos, de admirarnos a veces, con extraordinario coraje y
honestidad. Nunca se declaraba enemigo de nuestra generación; tampoco la
aceptaba incondicionalmente. La juzgaba, la analizaba con objetividad,
pero sin avaricia. Separaba en el balance los aspectos positivos de los
negativos; la lucidez de la alucinación; la libertad del libertinaje.
Sus juicios siempre me interesaron aunque significaron ataques. Su
crítica estaba exenta de prejuicios y mezquindades. Era digna.
Un día me dije: ¿quién será este Fernando Soto Aparicio? Y fui a hacerle este reportaje para saberlo.
No
me decepcionó. Por el contrario: su presencia, su pensamiento,
consolidaron la imagen que tenía del hombre y de su obra, y confirmaron
mis presentimientos. Me lo imaginaba de una gran bondad. Y era bueno. De
una gran cultura. Y era culto. Sencillo como una cosa. Y era un hombre
sencillo. No deslumbra por fuera, sino por dentro. Hay que adivinarle
que es escritor. Exteriormente no parece artista, carece de ese
satanismo atormentado que lucen los herederos de Luzbel. Es un poco
triste, pero su tristeza no es violenta. Es serena, apacible, de
beatitud. Casi dulce. No lo agitan las tempestades de la pasión, sino de
la reflexión. Pero las debe sentir de noche y en la soledad de su
cuarto. No es bohemio ni tabernícola como los de Piedra y Cielo; pero
tampoco marihuano ni atorrante como los nadaístas. Solitario por
vocación y por oficio. Como un metal noble, brilla escondido. No hace
ostentación de su cultura que es inmensa y variada. Su apariencia no
tiene nada de rara, no deslumbra. En este sentido, más bien pasaría
inadvertido como cualquier contabilista, que es su otro trabajo, el de
sobrevivir, con el que paga el precio de ser escritor.
Salvo
un colmillo de oro que me pareció muy llamativo por lo feo, en ese
rostro no pasa nada. Es el de un hombre normal. Este Fernando Aparicio,
tan sereno, tan quieto, tan ausente en su presencia, me dio la impresión
de ser como esos postes callejeros que no se ven, que no se notan
porque siempre están allí, netos y necesarios, y que para descubrirlos
hay que tropezar con ellos, y hasta reventarse las narices contra la
solidez de su resistencia. Así lo vi y lo sentí como un poste de
electricidad cuya existencia nos descubre un perro cuando hace pipí,
pero tan presente a pesar de las miradas que pasan indiferentes. Tan
necesario y justificado en su condición de "poste" porque sabe que su
misión es estar ahí para transmitir la luz, para comunicar a los
hombres.
Pero Fernando no sólo
recibe la luz y el mensaje. El mismo crea y transmite, sin vanidad y sin
ruido. La prueba es que casi nadie en nuestro mundo intelectual, lo
conoce personalmente. Para saber que existe hay que leer sus libros, sus
escritos, o buscarlo en su casa, o en una cueva donde trabaja, que se
llama Industrial Eléctrica Ergon. De allí sale para su casa donde besa a
su mujer, le toma lecciones a sus hijos, come burguésmente y le dedica
media hora de digestión a la T.V. Finalmente, se aísla en su estudio
donde lee o escribe invariablemente hasta media noche, como un auténtico
profesional de la literatura.
Soto
Aparicio, a pesar de su valores indiscutibles, su enorme cultura, su
fecunda creatividad, no es escritor de mis devociones, como yo no lo soy
de las suyas, naturalmente. No es por nada perverso. Hasta nos sentimos
muy solidarios. Pero hay algo de su literatura que no me emociona: algo
lógico, opaco, una languidez. Tal vez un orden, una especie de
equilibrio racional en sus formas literarias, en la sólida organización
de sus novelas, de su personajes siempre justificados por causas obvias,
que no sucumben al azar de las contradicciones, que siempre se salvan
aunque estén perdidos; bendecidos lo mismo en la vida que en la muerte
por una lógica intelectual. Sí, colmados de humanidad, pero vacíos de
misterio.
Siempre fieles a sí
mismos, aun en la infidelidad. Exactos como una evidencia. Su narrativa
no desconcierta ni enloquece: explica y razona. Soy de otro mundo.
Esto
no significa que su literatura carezca de valores nuevos, que no
represente una dignidad estética. A veces hasta se abandona y es audaz.
Pero luego se "arrepiente". Su clima no es la demencia, la aventura ni
el ultraje a la razón. En esto nunca podrá ser nadaísta, incluso, tiene
una gran clientela y demanda en los sectores de la juventud que lo leen y
admiran; que discuten y ponen sus ideas sobre el tapete de nuestra
generación.
Lo que a mí
personalmente me impide entrar en su mundo y sentirme en sus libros
"como en mi casa", es que Soto Aparicio tiene casa, está relativamente
integrado al orden burgués, trabaja ocho horas, tiene tres hijos que
estudian bachillerato, una mujer, un bigotico muy bien recortado, un
diente de oro, lee y escribe cinco horas al día, todas las noches, con
un método implacable.
Sin duda
para él y para muchos, sus virtudes y su disciplina son cosas
admirables, y han hecho posibles sus libros. Pero yo, en su caso, me
haría sacar el diente de oro.
No
sé, no puedo explicarlo de otro modo: incluso, no es razonable. Y esta
debe ser la única causa por la cual la literatura de Soto no me
apasiona: que es muy razonable. Lo que para mí constituye, no sólo en él
sino también en Descartes y en su pandilla de razonadores, una virtud
detestable.
Por lo demás, merece más que nadie el Premio Esso, lo que tampoco es un elogio. He aquí su música:
El reportaje
¿Qué es el arte para usted, Fernando Soto Aparicio?
Para mí es primordialmente un placer, el de la creación. También una actitud de conciencia a la que estoy comprometido como escritor.
Para mí es primordialmente un placer, el de la creación. También una actitud de conciencia a la que estoy comprometido como escritor.
¿Qué lo une más profundamente a la mujer que ama: la carne o el espíritu?
Esas dos fuerzas del amor son el amor. Yo no las siento separadamente.
Esas dos fuerzas del amor son el amor. Yo no las siento separadamente.
¿Qué es lo que más lo aburre en la vida?
Las reuniones bailables
Las reuniones bailables
¿En qué lugar del mundo quisiera ser enterrado?
En el cementerio de Santa Rosa de Viterbo, entrando, a mano izquierda, no en una bóveda: en una tumba de tierra.
En el cementerio de Santa Rosa de Viterbo, entrando, a mano izquierda, no en una bóveda: en una tumba de tierra.
¿A quién le gustaría tener junto a su tumba?
A nadie en particular, quizás a un pino de hojas oscuras, que meza el viento.
A nadie en particular, quizás a un pino de hojas oscuras, que meza el viento.
¿Cuál es el peor defecto del pueblo colombiano?
El conformismo
El conformismo
¿Cuál es, según su mujer, la cualidad que más admira en usted?
La de sobrevivir
La de sobrevivir
¿Para quién es usted necesario?
Para los afectos y la economía de mi familia
Para los afectos y la economía de mi familia
¿Qué música prefiere para el amor?
La catedral sumergida de Claudio Debussy
La catedral sumergida de Claudio Debussy
¿La caridad para qué?
Es una cualidad extraordinaria. Pero la caridad organizada en forma de beneficencia, de explotación económica, es una cuestión penosa.
Es una cualidad extraordinaria. Pero la caridad organizada en forma de beneficencia, de explotación económica, es una cuestión penosa.
¿Practica la caridad? ¿En virtud de la caridad, le regalaría su reloj a un mendigo?
Porque practico la solidaridad no le daría mi reloj a un mendigo. ¿Para qué? Eso no le resolvería ningún problema. Excepto, saber la hora del almuerzo, sin tener qué comer.
Porque practico la solidaridad no le daría mi reloj a un mendigo. ¿Para qué? Eso no le resolvería ningún problema. Excepto, saber la hora del almuerzo, sin tener qué comer.
Y si el mendigo ese fuera Cristo disfrazado de mendigo, ¿se lo daría?
No, pues el que le da un reloj a Cristo sabiendo que es Cristo, no está haciendo caridad, sino un chantaje con el cielo.
No, pues el que le da un reloj a Cristo sabiendo que es Cristo, no está haciendo caridad, sino un chantaje con el cielo.
¿Qué es para usted la virginidad: un mito o una virtud?
Un Tabú. Este tabú se ha convertido, en razón de nuestra educación sexual, en un prejuicio social muy funesto.
Un Tabú. Este tabú se ha convertido, en razón de nuestra educación sexual, en un prejuicio social muy funesto.
¿Se casaría usted con una mujer de color?
Claro que sí. El color es un accidente de la piel. El alma no tiene piel, ni colores.
Claro que sí. El color es un accidente de la piel. El alma no tiene piel, ni colores.
¿Cuál sería para usted el Once Mandamiento?
Perdonarás, para que te perdonen.
Perdonarás, para que te perdonen.
¿Qué considera usted la mayor virtud militar?
Saber retirarse a tiempo
Saber retirarse a tiempo
¿Qué le reprocha al comunismo?
Sacrificar la individualidad a un mezquino colectivismo.
Sacrificar la individualidad a un mezquino colectivismo.
¿Qué privilegio de la oligarquía quisiera tener?
Sus rentas, para poderme retirar a escribir a una casa de campo.
Sus rentas, para poderme retirar a escribir a una casa de campo.
Usted, Soto Aparicio, ¿por qué no es nadaísta?
Ya lo dije en el Magazine Dominical, hace tres años, a propósito de un libro de Gonzalo Arango: "El hecho de que yo no haya pertenecido activamente al movimiento nadaísta no impide que haya seguido de cerca sus realizaciones, alegrándome con sus triunfos y deplorando los fracasos a que lo han precipitado sus representantes más carentes de inteligencia. Quizás no pertenezco al nadaísmo porque pienso: si todos gritan, ¿quién escucha?"
Ya lo dije en el Magazine Dominical, hace tres años, a propósito de un libro de Gonzalo Arango: "El hecho de que yo no haya pertenecido activamente al movimiento nadaísta no impide que haya seguido de cerca sus realizaciones, alegrándome con sus triunfos y deplorando los fracasos a que lo han precipitado sus representantes más carentes de inteligencia. Quizás no pertenezco al nadaísmo porque pienso: si todos gritan, ¿quién escucha?"
Hay una tumba con 500 mil colombianos muertos por la violencia. Le pido, en nombre de la patria, escribir su epitafio.
Que
este trozo de patria se eleve al infinito pidiendo que retoñe de nuevo
la esperanza pues la mancha que deja la sangre del delito nunca
puede lavarse con sangre de venganza.
Fernando Soto Aparicio | 28 de febrero de 2013 11:09 |
Estás aquí
Estás aquí, debajo de mis manos
igual que una paloma que el cazador cautiva.
Igual que una votiva
lámpara que ilumina mis rituales paganos.
Y vas en mí como entre los oceanos
la fauna ruda y viva;
como la miel y el polen entre la siempreviva;
como van en los ojos los paisajes lejanos.
Eres otoño y lumbre y sombra y primavera.
Eres llama que anula y luz que alivia.
Al mirarte comprendo que no he vivido en vano.
Y te muerdo la lengua tal como si mordiera
la pulpa húmeda y tibia
de un fruto en la fatiga del verano.
Estás aquí, debajo de mis manos
igual que una paloma que el cazador cautiva.
Igual que una votiva
lámpara que ilumina mis rituales paganos.
Y vas en mí como entre los oceanos
la fauna ruda y viva;
como la miel y el polen entre la siempreviva;
como van en los ojos los paisajes lejanos.
Eres otoño y lumbre y sombra y primavera.
Eres llama que anula y luz que alivia.
Al mirarte comprendo que no he vivido en vano.
Y te muerdo la lengua tal como si mordiera
la pulpa húmeda y tibia
de un fruto en la fatiga del verano.
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Majestuoso homenaje al escritor Fernando Soto Aparicio en colegio distrital de San Cristóbal
- Última actualización el Miércoles, 03 Octubre 2012 10:54
Cuando
Fernando Soto Aparicio era un niño encontró el tesoro que cambiaría su
vida, se trataba de un baúl con cerca de 100 libros de obras de los más
importantes autores que su padre había guardado con esmero y que se
convertirían en su ventana para conocer el mundo. Sin embargo, a sus
ocho años, un libro logró impactar para siempre su deseo de ser
escritor, Los Miserables, de Víctor Hugo.
Con las pequeñas manos de un infante cargaba la pesada obra de más de 600 páginas, hasta que esa fascinación de ingresar a otros mundos que produce la lectura, lo obligó a terminarlo en poco tiempo. Encontrándose en Europa, muchos años después, cuando Fernando Soto Aparicio ya se había convertido en uno de los hitos de la literatura latinoamericana, descubrió en una vieja librería una versión en francés y muy antigua de Les Misérbles; entonces, esa pasión por las letras que había despertado al escritor dormido tiempo atrás, lo llevó a aprender el francés solo para poder disfrutar de la obra de Víctor Hugo en su idioma original.
Datos inéditos como éste, sobre la vida de Fernando Soto Aparicio, uno de los escritores más importantes de la literatura latinoamericana, fueron narrados por parte del legendario literato de su propia voz, a los estudiantes del colegio distrital Colsubsidio San Vicente (localidad San Cristóbal), en el marco del XII Encuentro Juvenil Vicentino realizado el pasado viernes 28 de septiembre.
El autor de una de las obras más leídas en los colegios de todo el país, La Rebelión de las Ratas, fue el centro de este encuentro juvenil. Es por esto que los estudiantes de este plantel educativo del sur oriente de la ciudad venían preparando desde hace más de cinco meses un bello homenaje para este importante escritor.
Todo comenzó con el grupo de mariachis del colegio, quienes interpretaron melodías en honor al cumpleaños número 79 del escritor, seguido de este acto, Fernando Soto Aparicio sopló las velitas de una torta con la cual se compartió la gran celebración de un aniversario más de su nacimiento. Obras de teatro, caracterizaciones del escritor y periodista en sus diferentes edades, se dieron en este homenaje.
El escritor recibió de manos de una estudiante una obra de arte que representaba lo mejor de sus obras. Finalmente, el autor tuvo la posibilidad de hablar con los niños e invitarlos a soñar y a descubrir mundos por medio de la lectura.
Conmovido, Fernando Soto Aparicio agradeció a la comunidad educativa del colegio distrital Colsubsidio San Vicente todo el esfuerzo que habían puesto para este homenaje.
Con las pequeñas manos de un infante cargaba la pesada obra de más de 600 páginas, hasta que esa fascinación de ingresar a otros mundos que produce la lectura, lo obligó a terminarlo en poco tiempo. Encontrándose en Europa, muchos años después, cuando Fernando Soto Aparicio ya se había convertido en uno de los hitos de la literatura latinoamericana, descubrió en una vieja librería una versión en francés y muy antigua de Les Misérbles; entonces, esa pasión por las letras que había despertado al escritor dormido tiempo atrás, lo llevó a aprender el francés solo para poder disfrutar de la obra de Víctor Hugo en su idioma original.
Datos inéditos como éste, sobre la vida de Fernando Soto Aparicio, uno de los escritores más importantes de la literatura latinoamericana, fueron narrados por parte del legendario literato de su propia voz, a los estudiantes del colegio distrital Colsubsidio San Vicente (localidad San Cristóbal), en el marco del XII Encuentro Juvenil Vicentino realizado el pasado viernes 28 de septiembre.
El autor de una de las obras más leídas en los colegios de todo el país, La Rebelión de las Ratas, fue el centro de este encuentro juvenil. Es por esto que los estudiantes de este plantel educativo del sur oriente de la ciudad venían preparando desde hace más de cinco meses un bello homenaje para este importante escritor.
Todo comenzó con el grupo de mariachis del colegio, quienes interpretaron melodías en honor al cumpleaños número 79 del escritor, seguido de este acto, Fernando Soto Aparicio sopló las velitas de una torta con la cual se compartió la gran celebración de un aniversario más de su nacimiento. Obras de teatro, caracterizaciones del escritor y periodista en sus diferentes edades, se dieron en este homenaje.
El escritor recibió de manos de una estudiante una obra de arte que representaba lo mejor de sus obras. Finalmente, el autor tuvo la posibilidad de hablar con los niños e invitarlos a soñar y a descubrir mundos por medio de la lectura.
Conmovido, Fernando Soto Aparicio agradeció a la comunidad educativa del colegio distrital Colsubsidio San Vicente todo el esfuerzo que habían puesto para este homenaje.
Escritores destacados han participado en otras versiones de este encuentro
El Encuentro juvenil Vicentino centra su actividad principal en el homenaje a un escritor colombiano que es seleccionado mediante una encuesta y el cual es elegido libremente por los estudiantes. Esto con el fin de indagar sobre la vida real del autor, obras y características principales del mismo. A partir de esta selección se inicia un trabajo de investigación sobre el escritor.
Este proyecto se viene adelantando como estrategia para motivar a la comunidad educativa en los procesos de lectura y escritura, contando hasta la fecha con la participación de escritores como: Gabriel García Márquez en el 2003, en el año 2004 Germán Castro Caicedo, en el 2005 Jairo Aníbal Niño, en el 2006 Yolanda Reyes, en el 2007 Celso Román y Mario Mendoza, en el 2008 Irene Vasco, en el 2009 Santiago Díaz López, en el 2010 Jorge Franco y en el 2011 Fernando Ayala Poveda.
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