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miércoles, 6 de febrero de 2013
FUNDACION CASA DEL SOL: TERTULIA
FUNDACION CASA DEL SOL: TERTULIA: PRESENTACIÓN MEMORIAS DE LA TERTULIA DE CARICHANA Teniendo como fondo el paisaje del Valle de Iraka, un grupo de ami...
TERTULIA
PRESENTACIÓN
MEMORIAS
DE LA TERTULIA DE CARICHANA
Teniendo
como fondo el paisaje del Valle de Iraka, un grupo de amigos (Ramiro Ávila
Morales, Fernando Alberto Cely Herrán, Jorge Dussán Abella, Pedro Marín Garay, Pilar
González Rivera, Alonso Quintín Gutiérrez, Carlos H. Salcedo Hernández, Rafael
Pardo, Hildebrando Porras, Ángela Valderrama Díaz, Jorge Darío Vargas, Gloria
Vargas, junto con los maestros de la guitarra Germán Huertas y Wilfredo Valero)
nos hemos venido reuniendo en la finca Carichana de Iza, con el objeto de
conversar sobre temas diversos de arte y cultura, buscando pasar un momento
agradable, deleitarnos con el goce de la palabra, las anotaciones graciosas y
cultas, repasar la historia, indagar sobre autores interesantes a veces olvidados
y preguntando sobre el por qué las letras
en Colombia, por no decir que en Boyacá concretamente, están como ausentes de
la realidad del país y por ende del departamento pues, si bien el
pensamiento de estos contertulios es diverso, sus posiciones políticas
diferentes, sus creencias religiosas respetadas, su inquietud mental similar, a
pesar de la disparidad de cada asistente, vemos cómo en los últimos 50 años de
historia de Colombia hemos pasado por situaciones de conflicto, violencia,
terrorismo, escándalos financieros, politiquería corrupta al más alto nivel,
desplazamientos masivos por culpa de la guerrilla y el paramilitarismo,
desaparecidos por cuenta del establecimiento con falsos positivos, secuestrados
por delincuencia común y grupos subversivos, voladura de puentes y tramos de
carreteras. Sin consideración alguna ni respeto por la condición humana se
ataca las poblaciones y se masacra al campesino inerme sin que pase de ser una
simple noticia de prensa y se ha llegado al colmo de volver a perderse parte
del territorio patrio con el reciente fallo extra y ultra petita de la Corte de
La Haya, así como en otro tiempo perdimos fronteras frente al Amazonas, al Perú
Brasil y Venezuela, como si esta Patria no nos doliera, como si no nos
perteneciera. Sin embargo pese a los violentos y a la clase violenta dirigente
aún existen cosas positivas, seguimos gozando del más hermoso paisaje del mundo
con la fauna más variada, reservas naturales únicas unidas a la naturaleza
feraz del trópico y, en este departamento, que es un privilegio para nuestro país, tenemos un
colombiano soñador y persistente, hombres de letras y científicos, y un anhelo
de paz y convivencia.
Sin
embargo, frente a este panorama vemos extrañados cómo en este medio siglo
transcurrido no ha habido sino un simple cambio de edad y de generaciones sin
que se haya producido una creación en el pensamiento colectivo, ni en las
corrientes estéticas ni en las artes plásticas ni en las letras, cuando en este
país de memoria olvidadiza cada diez años surgía un nuevo grupo reformador de
las letras, las artes y el pensamiento en general y así se introdujo por
ejemplo desde principios del siglo XX con los Centenaristas, Los Nuevos, los Bachúes,
los Piedracielistas, los Cuadernícolas, Mito y finalmente el Nadaísmo en 1960,
cuya memoria dejó plasmada con su forma innovadora e irrespetuosa. Más de aquí
en adelante no se encuentran sino voces respetables pero aisladas: no
movimientos colectivos. ¿Qué ha pasado? ¿En dónde está lo universal y lo
nacional? ¿Los temas y motivos populares? ¿Por qué se encierra el artista en su
ego y no fraterniza con su hermano? ¿Será que en nuestro país la conciencia
colectiva murió junto con los sueños y las esperanzas?
Como no
podemos creer que el pensamiento no evoluciona junto con el ser humano en
Colombia, el grupo de amigos que nos hemos reunido sentados frente a una chimenea
y decantado un licor noble, hemos decidido crear la Tertulia de Carichana, de versantes,
tertuliantes, farsantes y tunantes, como
la tilda un amigo participante, donde podemos dilucidar con libertad acerca de
estos temas y otras inquietudes, buscar respuestas con la intención de llevarle
estas preocupaciones espirituales a la juventud especialmente, a los hombres de
letras, a los que aún se atreven a pensar libremente sin temor y aceptan el
aforismo nietzscheano: escribe con sangre porque la sangre es espíritu.
Dentro
de este contexto, presentamos algunos de los temas tratados en el curso de las
tertulias que se iniciaron en septiembre de 2012 con Lecturas prohibidas y
siguió con el Humanismo en octubre, Don Juan Tenorio en noviembre y seguirá con
Los poetas malditos en enero de 2013.
I - LECTURAS PROHIDAS
En la tertulia con el tema de las Lecturas
Prohibidas, llevada cabo el sábado 1º de septiembre del 2012, se pensó puntualizar
sobre aquellos temas y autores que fueron sometidos
por autoridades inquisitoriales, eclesiásticas o civiles pretendiendo señalar
cuál debía ser la correcta interpretación de los textos expuestos públicamente,
llegándose al extremo de la quema de los libros y aún a la cárcel y difamación
para su autores, a pesar de lo cual hubo
lectores que compartieron, censuraron o discreparon de tales escritos. Pero
estos hechos no solamente se dieron durante la Edad Media, también en la época
presente vemos cómo en las dictaduras -llámese comunista, fascista,
absolutista, monárquica o reformista-, igualmente se pretende señalar lo que
debe ser leído y lo que no puede serlo, condenando a la hoguera el texto
impreso y a su autor a las mazmorras oficiales. Sin embargo, a pesar de tales
requisitorias, se han salvado de su exterminio cientos de obras, memorias,
relatos señalados en su momento como prohibidos, no solamente por su inclusión
en el Indice sino por la decisión del
gobierno despótico de turno que se siente lesionado con la palabra escrita. Bajo
esta premisa, varios de
los asistentes a la Tertulia trajeron algunos trabajos, entre los cuales se
recuerda el de Jorge Darío Vargas con el tema escatológico de Francisco Quevedo
y Villegas sobre el sitio donde la espalda pierde su nombre que, por conocido
entre los lectores de este autor español, omitimos transcribir y de las otras
ponencias, citamos dos más, las cuales seguidamente reproducimos como parte de
esa memoria colectiva que está empezando a despertar en la Tertulia de Carichana.
1.
EL DISCURSO ANTE LA TUMBA DE DIOGENES
ARRIETA DE JOSE MARIA VARGAS VILA
Jorge
Dussán Abella
Dentro de la tesis que hemos planteado con
Alonso Quintín de poder tener un motivo de referencia para esta tertulia que
sirviera de abrebocas, se escogió el tema de las lecturas prohibidas, o sea
aquellas que rayan en la heterodoxia, y que son lecturas de la soledad –no
aptas para el público susceptible de encontrarse frente al demonio y al
escándalo- y que son textos de pronto contradictorios, discrepan del común o
pueden ser una interpretación diferente de un escrito leído en forma
tradicional sin reflexión alguna, que provoca el escándalo, el razonamiento y
abre una nueva perspectiva al espíritu. Pues bien, dentro de este parámetro, he
traído el famoso discurso ante la tumba de Diógenes Arrieta de JOSÉ MARÍA VARGAS VILA a quien ustedes
recordarán como un orador elocuente, panfletista por excelencia, representante
del modernismo, nacido el 23 de julio de 1860 en Bogotá, hijo del general José
María Vargas Vila y Elvira Bonilla Matiz; de cuya infancia y
juventud poco se sabe, salvo que a los 16 años estaba enrolado en las fuerzas
que dirigía el general Santos Acosta, que fue maestro de escuela en Ibagué,
Guasca y Anolaima y que
habiendo sido recomendado por su pariente José Joaquín Ortiz con el presbítero
Tomás Escobar, rector del Liceo de la Infancia, por un incidente con este,
Vargas Vila envió una carta al periódico La Actualidad de Juan de Dios Uribe, que fue tildada de amoral y
obscena al acusar al clérigo de sodomita (comentarios que aún se repiten contra
estos distinguidos miembros eclesiásticos), lo cual escandalizó al Bogotá de la
época y obligó a un proceso que terminó contra Vargas Vila y lo hizo salir para
Tunja. En Villa de Leyva volvemos a encontrarlo como
secretario del general Daniel Hernández y participa en la revolución de 1885 contra
Rafael Núñez. Hernández murió en La Humareda y Vargas Vila, tuvo que salir del
país por Casanare y escribió un texto panfletario y lapidario contra los
hombres de la llamada Regeneración llamado “Pinceladas sobre la última
revolución en Colombia. Siluetas bélicas”. Se estableció en Rubio, Venezuela, y
fundó el periódico La Federación. Después siguió a Maracaibo. Exilado de su
patria, no pudo asistir al entierro de su madre en 1887 y por ello nunca perdonó
los gobiernos conservadores y fue
enemigo acérrimo de Rafael Núñez a quien llamaba "Tirano esfinge, espantoso
Prometeo devorado por el buitre del recuerdo, inclinado sobre dos abismos, el
del mar y el de su conciencia...". En 1891
Vargas Vila se encuentra en Nueva York donde funda y redacta la revista
“Hispanoamérica”. En 1893 regresa a Venezuela y el presidente Crespo lo nombra
secretario privado, pero debe salir nuevamente para Nueva York al ser derrocado
Crespo. Fue ministro del Ecuador en Roma en l898 por su amistad con Eloy Alfaro
y cónsul de Nicaragua en Madrid. Viajero impenitente, se aisló en Madrid desde
1900 y se desplazó a Barcelona donde murió el 23 de mayo de 1933, casi
totalmente ciego.
Vargas Vila era un sujeto acosado por una neurastenia aguda,
arrogante y vanidoso; convencido de que
su genio era incomparable; se elogiaba con frecuencia a sí mismo de una manera
irritante. Su egolatría era monumental, sin embargo "Marca, dentro de su tiempo, una de las realizaciones más
completas" y "Pese a los arabescos de mal gusto y a
algunas reminiscencias incómodas, contiene elementos sólidos y durables". Por
su forma de vida creó la Leyenda Negra de Vargas Vila y se decía
que era inmensamente rico, que vivía como un príncipe, que odiaba a las
mujeres, a los curas y a las monjas: que su misantropía y su odio a la iglesia
nacían del hecho de ser hijo de un cura párroco y una monja depravada; que era
anarquista y que ayudaba con su dinero a los seguidores del anarquista Enrico
Malatesta, financiando asesinatos y bombazos contra duques y marqueses. Que era
homosexual. Que presidía sesiones de satanismo con sus amigos y cómplices. Que
era impotente y que esta era la razón de su odio a todo lo viviente. Que era
hermafrodita. Y todo esto era aprovechado en Colombia por sus detractores y los
círculos clericales que gozaban de los privilegios que tuvo la Iglesia, dado el
dogmatismo y la intolerancia de la época. También se aprovechaban los
intelectuales confesionales de la época que lo mencionaban no por su nombre
sino como el "expatriado", el "satánico", el "bastardo",
el "lenguaraz despreciable", el "desnaturalizado",
"el blasfemo", "el luciferino mendaz", el "enemigo
de la paz, el orden y la autoridad", "el decadente
pernicioso", el "disolvente", el "degenerado".
Sin embargo, a pesar de los denuestos, escribió 8 libros de historia, 7 de filosofía, 7 de política, 3 tragedias amén
de otros artículos y publicaciones no recopiladas, y son famosas, entre otras,
sus novelas Aura o las violetas (1887),
llevada al cine posteriormente y la famosa trilogía Emma o lo irreparable (1889), Flor de fango (1895) e Ibis
(1900), llamada "la biblia del suicidio" porque su
lectura se dice que fue causa de 14 suicidios y disolución de muchos
matrimonios. Sin embargo, y pese a todo lo que se decía, sus libros circulaban
en las tabernas, en los corredores de las universidades, en las herrerías, en
las oficinas de comercio, en los talleres de sastrería, entre los empleados de
los servicios públicos, en la clientela de las peluquerías y de las
carnicerías, a la vez que los curas sermoneaban desde los púlpitos ofreciendo
las llamas eternas del infierno al apóstata que leyera los libros de este monstruo. Pese a ello, este escritor, el artista corrompido y
corruptor, como se decía
entonces, a quien se le atribuye blasfemia, corrupción y pornografía, combatió
el despotismo y defendió la libertad y leyó en el cementerio de Caracas, ante
la tumba de Diógenes Arrieta, una pieza oratoria de especial mención y hoy
rescatada de las sombras paulatinamente.
Pero antes de conocer este texto
prohibido, recordemos brevemente la figura del fogoso orador y parlamentario
liberal DIOGENES ANTONIO ARRIETA, llamado
“el
Demóstenes americano”, nacido en San Juan de Nepomuceno, Bolívar, el 14 de
agosto de 1848 y fallecido en Caracas el 7 de agosto de 1897. De condición
humilde logró ganar una beca y hacer sus estudios en el colegio del Rosario,
San Bartolomé y en la Universidad Nacional en donde obtuvo su título de
abogado. En materia amorosa, en 1865 fue obligado a abandonar su pueblo natal
por tener unos amores no permitidos con una prima, Conchita Bustillo Castellón,
y luego estuvo casado por lo civil con Amalia Vargas Palacio y después por lo
católico con Bethsabé Pradilla y García. Es el abuelo de la famosa escritora y
poeta Amira de la Rosa. Diógenes Arrieta participó en la batalla de Garrapata
durante la guerra civil de 1876. Fue, antes que todo, un político del
"Olimpo radical" de quien se recuerdan muchos debates y especialmente
el que hizo con motivo del señalamiento obligatorio de la enseñanza religiosa
que se debía impartir entonces. Asimismo fue un escritor fecundo, periodista,
parlamentario, orador formidable y poeta menor del romanticismo, humanista
anticlerical, senador, presidente del
Estado de Cundinamarca, Ministro de Finanzas, Secretario de Instrucción Pública
de Santander, profesor de filosofía e historia en la Universidad Nacional,
secretario de la embajada de Colombia en Venezuela y miembro de la Academia de
Historia de Venezuela. En materia poética escribió un poema famoso en el cual,
Arrieta no vacila ni suspende el ánimo ante las verdades de un orden superior y
niega de manera rotunda frente a cualquier interrogatorio supranatural como
hombre que militó con ardentía, en las filas del radicalismo anticatólico, el
cual tituló "¿Dónde está el cielo?" que termina diciendo:
Muere el hombre y no torna a levantarse...
¡Y nunca volverá!
Resucitan las fuentes y la planta;
mas el que dijo a Lázaro: ¡Levanta!
¡no ha vuelto en los sepulcros a llamar!
Recordando estos últimos versos, Vargas
Vila pronunció ante la tumba de Diógenes Arrieta el siguiente texto prohibido:
Señores:
La grandeza
de este muerto, proscribe de aquí la Religión;
no hay aquí
más rito, que el rito del cariño;
no oficia
aquí, sino un Sacerdote: el Dolor;
suplamos las
preces de la Piedad, con las preces de la Amistad.
¡Oh, el Gran
Muerto!
Ya se hundió
en la sombra eterna, en la niebla insondable, en el abismo infinito;
la Fé cree
ver en el vuelo de las almas, en la región oscura de ultratumba, en un viaje
mitológico hacia no sé qué lejano horizonte poblado de quimeras;
el Pensador,
se inclina sereno a la orilla del Sepulcro, y ve en el polvo, que hacia el
polvo rueda, la solución completa de la vida;
ni Calvario,
ni Tabor; nada es la Tumba;
ni Castigo,
ni Redención; nada es la Muerte;
es el
descanso eterno...; la infinita calma...;
la quietud
suprema... ¡el Nirvana Redentor!
el Sueño del
cual nunca se despierta, en brazos de la madre primitiva;
¡felices los
que se prenden, primero que nosotros, al pezón inagotable de esa madre, siempre
joven!
.................................................................................................................................................................
y, tú, ¡oh
Muerto Ilustre! duerme en paz, al calor de una tierra amiga, a la sombra de una
bandera gloriosa, lejos de aquel Imperio Monacal que nos deshonra;
duerme aquí
en tierra libre;
tu tumba
será sagrada;
aquí no
vendrán, en la noche silenciosa –como irían en tu Patria-, los lobos del
fanatismo a aullar en torno a tu sepulcro, hambrientos de tu gloria;
los chacales
místicos no rondarán tu fosa;
y, las
hienas, las asquerosas hienas de la Iglesia, no vendrán a profanar tu tumba,
desenterrando tus huesos, para hacer con ellos, el festín de su venganza;
¡duerme
tranquilo!: has muerto en una patria, en que sería glorioso haber nacido;
descansa,
¡oh Maestro! ¡oh mi amigo!;
duerme para
siempre;
los muertos
como tú, no se despiertan;
ni escuchan
la trompeta del Arcángel;
ni acuden a
la cita final en Palestina;
sobre tumbas
como la tuya, donde la luz impide que germine la beatifica luz de la Quimera,
no se detiene el Cristo mítico, ni abre su floración de sueños el Milagro;
nadie los
llama a Juicio;
tú lo
dijiste;
Aquel que
dijo a Lázaro: ¡Levanta! No ha
vuelto en
los sepulcros a llamar;
¡no llamará
en el tuyo!
¡Duerme en
paz!
2.
TEXTURA DE UNA FÁBULA
Alonso Quintín Gutiérrez Rivero
Los pasajes de la historia se vuelven lapidarios eslabones de los
rituales de Torquemada, en el desentierro de un personaje oprobioso para las
élites clericales y políticas de un
estado indescifrable por la manera de resolver sus contradicciones ideológicas
y consagrado por entero a los santorales de donde salían gemidos de odio y de
placer, destinatarios al fin y al cabo de crímenes horrendos, que después los
historiadores deformarían con su manera
desdichada de inclinarse al paso de pendón de los vencedores o de su filial
política.
Dussán incursiona en torno a un
personaje odiado por unos, endiosado por otros, idolatrado por los amantes,
indiferente para los príncipes, reverenciado por bufones de café, escoltado por milicianos de Venus, escandalizado por los
corredores conventuales donde “La conservaban en el mismo estado primitivo y
retardatario de hacía diez lustros; aquel rebaño no sabía leer, la sombra
piadosa de la iglesia había impedido que la luz llegara hasta los ojos de aquella madriguera de topos” (La Ubre de la loba p. 116).
José María Vargas Vila, más allá
de su tono panfletario ironiza la condición humana y vagabundea sobre sus
apariencias en endiabladas diatribas. No perdona nada y si hace de su vida un mito es porque el vulgo
necio no alcanza, no quiere o simplemente se niega a comprender, en un país
donde las muertes de Tiro Fijo pasan por ciertas, o los reyes de los siete
colores deambulan todavía sobre los campos de guerra de los chibchas, invocando
el último eclipse de la vida sobre los
penachos de los usurpadores españoles.
La obra de Vargas Vila, más allá
de ese discurso de postura atea y de látigo envolvente, infringe las leyes de
la fertilidad dionisiaca, transita entre sibaritas, mendigos del placer y la barbarie y se
sumerge en una retórica temeraria que hace estremecer hasta los mismos
cimientos del infierno. Su palabra es de
candente hierro y desbocada carrera a los abismos de donde sale ileso para sumergirse
de nuevo. “Una gran tristeza lo invadió, pensando en esa novia lejana muerta en
el puerperio y en ese hijo suyo, sacrificado antes de nacer a sus teorías
maltuístas de abolición de la especie” P.104.
Dussán con la manera de estremecer
la vida con su aguda espada inmola con el bate las estatuas de los jesuitas y
de paso envía al cadalso a no pocos jerarcas, puestos en duda por una moral instaurada desde los círculos
de una sociedad corrupta.
Pero Dussán no solo es un satírico de la verdad, también
es un auspiciador de controversias y diatribas, desde la exaltación de la
divina erudición de Pedro Marín Garay y Darío Vargas para quienes los
pedestales son bases de barro donde ostentar las vanidades del mundo y derribar
ídolos un placer infinito. Con ellos es necesario andar a tientas como quien
tantea las sombras porque en sus bosques se esconden escombros de luz
dispuestos a arrebatarle al mundo
aquello que la ilustración deja tras si como el recuerdo vagabundo de una
sociedad de pavorreales. Claro que hoy los ebrios del poder, se esconden
con el rey de bastos en la baraja de los
destinos colombianos para señalar el destino de las próximas víctimas.
Quizá, la miseria de la condición
humana, nos vuelva ausentes de ese
destino atroz trazado por los últimos veinte primos que han gobernado este
ensangrentado país. Entonces Uribe y sus
secuaces, reirán tras el último coctel celebrado por la condena de Yidis Medina, y toda su desvergonzada recua
de malhechores con trajes de ministros.
Veo la sonrisa desdeñosa y
malévola de Silvio, despedazando mis palabras en sus adentros pero al fin y al
cabo preocupado porque de algún modo, coincidimos en que tenemos el penúltimo
presupuesto para la educación en América Latina y el… primero para la guerra…
cataplum, plum, plum. Mi amigo Silvio siempre tan reflexivo y erguido en su
altivez de sabio, se espanta ante esos despropósitos y se burla de nuestras
pobres elucubraciones al desamparo de mi ignorancia, porque qué pensarán los
que sí saben cómo se manejan los hilos del estado y los títeres de la máquina
militar para convencerlos de que hay zarrapastrosos en las selvas
colombianas que es necesario combatir y
dar de baja sobre seguro, desde un avión fantasma a más 12.000 metros de altura
o desde uno no tripulado como se estila ahora, mientras el presidente gana la
última partida de naipes y de millones, en el club El Nogal o en la Casa De
Nariño, que es lo mismo.
suplamos las preces de la Piedad, con las preces de la Amistad,
nos dice con tenacidad el vate en el discurso invocado por Dussán. Imagino a Gilberto Ávila
invocando a Demóstenes o a su corte de filósofos sacrílegos, bajo el manto
prodigioso de su fina ironía para desatar este nudo de argucias mal zurcidas y
decir con elocuencia: Quintín tiene
razón, el estado es corrupto pero de él derivamos el gusto de divergir,
y de abrigarnos al amparo de esta tertulia y así será mientras no nos tilden de
sospechosos, de esas sociedades secretas que se reúnen malévolamente para hacer
lecturas prohibidas mientras afuera, tocan
las campanas a misa y el nuncio apostólico resbala por las gradas de la
catedral después de haber dado el visto bueno para que las clarisas recibieran
las dos últimas doncellas, venidas de su lejana ignorancia a musitar bajo los
pórticos las postreras expresiones de júbilo ante el paso marcial de "los seminaristas
que van de paseo.
aquí no vendrán, en la noche silenciosa –como irían en tu Patria-, los
lobos del fanatismo a
aullar en torno a tu sepulcro, hambrientos de tu gloria;
Chepe Amaya,
cauteloso con su verbo encendido, pensará conmigo que el estado se amaña y
manda a sus sabuesos de cacería a cazar sindicalistas, y asesinarlos para dar
parte de victoria, mi comandante hemos dado de baja a 480 facinerosos
sindicalistas del demonio, ya puede informarle a su majestad Uribe que puede
indicarle a Estados Unidos que nos hemos librado de esa plebe, aunque… quedan
muchos, que iremos cazando poco a poco.
los muertos como tú, no se despiertan;
ni escuchan la trompeta del Arcángel;,
continúa el vate desde ese discurso propuesto por Dussán para provocar
malentendidos en la santa iglesia católica, apostólica y romana.
suplamos las preces de la Piedad, con las preces de la Amistad.
Cuando pensamos en lecturas prohibidas el buen samaritano Dussán,
arqueó las cejas, sonrió como adivinando los ríos de palabras que pasarían
derribando monasterios, acribillando santos, despertando virginales deseos y
azules campanarios, paro poner en duda la legalidad del estado, eso es rayar en
lo sacrílego, no obstante su vocación de oficiante del escepticismo para quien
la democracia no existe. Así y todo estuvimos de acuerdo y aquí estamos,
sacrílegos confesos de una hermandad oculta, sin otro abrigo que la chimenea de
Dussán al desamparo del vino. Por mi parte me resigno a creer que el viento trae
cicatrices y quejas innombradas donde la deslegitimación del estado parte de
las camarillas corruptas que ostentan el poder, legitimando así la insurgencia
armada y toda confrontación contra el aparato militar tan desprestigiado como
sus mendaces capataces vestidos de corbata y tafetán.
Las viles alianzas con el narcotráfico, los paramilitares, la
delincuencia común, los carteles de toda laya, indican a las claras que estamos
frente a un estado corrupto, desprestigiado y envilecido, incapaz de gobernar y
orientar por los senderos de la ética, la responsabilidad y el respeto un país
en desbandada. En esas condiciones la insurgencia debe reemplazar a los
dirigentes como lo dijo el fiscal: Prefiero tener a Timochenco como
compañero en el congreso que en la selva disparando, pues según Husley, las
mayores dificultades del hombre empiezan cuando puede hacer lo que quiere, sin
olvidar que la victoria tiene también sus servidumbres.
Los seguidores del fürer Uribe se rasgarán las vestiduras, pero qué
decir si al fin y a cabo, él nos entregó un país polarizado, repleto de
maniqueos, devotos absortos de tan subyugante figura, audaz para mentir, mendaz
para constreñir, rápido para desenfundar su cólera y mandar al sepulcro a
contradictores, hábil para gobernar con banqueros y empresarios, frío para
calcular y dividir, astuto para alucinar y hacer ver el bien donde existe el
mal, ilusionista, encantador de serpientes y brujo de Lucifer.
Si no me equivoco a estas horas hacen contacto en Oslo, los
interlocutores para un eventual proceso de paz. Jugada de maestro. Santos se
perpetúa en el poder por la gracia de Dios y del pueblo. La divina astucia de
los elegidos, asoma en todo su esplendor. Después vendrá la desmovilización, la
entrega de armas, y los asesinatos selectivos, hasta acabar con el último
vestigio de insurgencia, como lo hicieron con la U P, o el M-19 o Guadalupe
Salcedo y los combatientes del llano. Todo terminará en que al fin hemos
descansado de esos malandrines que nos impedían ejercer el poder como se debe.
Ahora todo será como quieren los ciudadanos de bien: con amos, impuestos, alzas
en la gasolina, persecuciones de la DIAN, y aplastamiento militar. Parte de
bien mi comandante. Colombia ha triunfado.
el Pensador, se inclina sereno a la orilla del Sepulcro, y ve en el
polvo, que hacia
el polvo rueda, la solución completa de la vida;
Dussán dirá al final de este comentario desfasado y arbitrario, que eso
no es lectura prohibida, eso es pensar al revés señor… Bueno que el cielo se
apiade de mi pobre existencia si llego a ser necio en medio de esta santa
tertulia.
Gracias.
II. EL
HUMANISMO
El sábado 29 de septiembre de 2012, siguiendo la ruta
mensual señalada para llevar a cabo la Tertulia de Carichana se habló sobre el
Humanismo, o sea del movimiento intelectual que se extendió por Europa a partir
del siglo XV que preconizaba al hombre integral con la razón y la capacidad
suficiente para cultivar la sabiduría, con la inteligencia debida para conocer
el griego y el latín, y se habla del antropocentrismo en contraposición al
geocentrismo medieval, con un alejamiento de la Iglesia oscurantista que traía la Edad Media. Este sujeto,
en su ideal, debía ser intérprete y autor de poesía e historia; conocedor de
música, dibujo y pintura; caballero, gentil y galante que alternará con damas
que debían ser honestas y tener a su vez conocimientos acerca de las letras, la
pintura, la música y el baile. Tal pensamiento conllevó cambios en lo
ideológico, en lo social, en lo político, en lo educativo, y en lo económico
dando inicio al capitalismo. Sobre este tema hubo varias lecturas, como las que seguidamente se transcriben.
1. PATRIMONIO Y DESARROLLO
Ramiro Avila Morales
Una cultura que logra
revisarse en el pasado el presente y el futuro, es capaz de reivindicar y
construir paso a paso sus intereses más sentidos hacia una ruta delirante en el
cambiar de los tiempos.
Pareciera que una
constante se adentrara en los imaginarios sociales, para proponer
vertiginosamente la competencia hacia la lectura global del “desarrollo”
perfilando criterios y objetivos de carácter economicista como el único punto
de referencia en este tipo de planteamientos.
Este esquema del
desarrollo ha implementado como su característica particular un enfoque lineal
en los procesos históricos, en donde los pueblos estuviesen condenados a vivir
etapas idénticas de desarrollo, hasta llegar al ejercicio de adaptabilidad del
aparato económico propuesto por aquellos que van a la delantera.
Tal ideología
pareciera incubarse en un enfoque etnocéntrico de imitación, interpretando que
el objetivo primordial de toda sociedad es asumir valores hasta parecerse a
aquellas consideradas más desarrolladas”. Aquellas que estando en el proceso y
que no han alcanzado estos objetivos se consideran tradicionales, primitivas,
por decirlo de otra manera subdesarrolladas.
De cierta forma, este tipo de sociedades
no han sido objeto de interpretación desde sus particularidades, ni se
han revisado como únicas en relación con sus antecedentes y realidades
culturales, ignorando los componentes y valores incorporados en ellas. ¿Qué hay
de sus creaciones artísticas, de sus apropiaciones tecnológicas, de la
adaptabilidad al entorno, en fin, de todas las manifestaciones expresivas que
son el legado testimonial de identidad y pertenencia, como característica
fundamental y pilar del deber ser en el contexto global?
Si bien la cultura es
una dimensión olvidada cuando se reflexiona sobre el desarrollo, es sin embargo
inevitable que participe y permee directamente esta realidad. La cultura enfrenta hoy las repercusiones del
cambio económico modificando aspectos de vida en zonas rurales y urbanas dando
lugar a nuevas prácticas y que hoy difieren de su identidad original. Podría
pensarse que la excesiva centralización así como las relaciones de mercados
internos con los tratados de libre comercio, están afectando profundamente la
organización local de las comunidades, modificando los esquemas de consumo, el
comportamiento, las creencias, El sentido de lo estético y las necesidades,
suprimiendo muchos de los valores culturales que le daban cohesión y contexto a los lineamientos sociales.
No se puede
desconocer que esta era contemporánea ha traído innovaciones de gran valor
científico y tecnológico. Pero que no siempre han ido acompañadas del contenido
sustantivo de los valores culturales, de la identidad de los pueblos que son en
últimas, el objeto principal del desarrollo.
Tal aceleración ha
venido propiciando conflictos y frustraciones por la transferencia de la
cultura del mundo industrializado a los países del tercer mundo, sin establecer
las bases de una comunicación, de un diálogo real entre ambas culturas,
estableciendo un nuevo rol, abandonando hábitos y formas culturales que de
forma tradicional, eran el componente fundamental de sentido.
El marco de
referencia, el legado, la diversidad y la diferencia, son hoy el patrimonio
cultural de los pueblos pero que no es
necesariamente algo exclusivo del pasado y por consiguiente inactivo y
estático. La definición del patrimonio cultural de un pueblo, que se mueve e
interrelaciona gradualmente asume las producciones de sus artistas plásticos, músicos,
escritores, arquitectos, profesores, arqueólogos, poetas, soñadores, hombres de
ciencia de los más conocidos y de los más anónimos, expresiones de la
espiritualidad del pueblo, y el cúmulo de valores que dan significado a la vida
y que incluye obras tangibles e intangibles mediante las cuales encuentra
expresión la creatividad de esa comunidad, el idioma , la jerga, los ritos, las
creencias los lugares, los monumentos históricos, la literatura, las obras de
arte los archivos las bibliotecas y el patrimonio tecnológico tradicional del
pueblo hacen parte de ese fenómeno
cultural dinámico pero único que lo ubica en el contexto del entorno próximo y
valedero.
La cultura en general
y el patrimonio cultural en particular, son herramientas de alto perfil capaces
de transmitir mensajes de todo tipo incluyendo lo científico y tecnológico. Por
esto en el devenir, la cultura no debe ser una idea tardía, ni el ejercicio
abstracto de la melancolía, más bien, debe convertirse en las acciones
concretas, bajo un principio de inclusión; para todas las esferas que tiendan a
mejorar las condiciones de vida de las comunidades, lo que provocaría un modelo
distinto de desarrollo para el beneficio de nuestras sociedades.
2. LAS DELICIAS CONTENIDAS EN LOS PECADOS CAPITALES
Jorge Dussán Abella
En nuestra última
reunión acordamos que el tema a abordar en esta Tertulia era sobre el Humanismo,
pero esta es una acepción muy amplia en donde se encuentra desde el
cuestionamiento del sistema político hasta las creencias mismas, pues ese
momento espiritual de la historia trajo una amplia difusión de ideas antes no
significativas donde se resaltó el valor de la persona y la dignidad humana, se
señalaron los derechos antes negados por el despotismo político y religioso, se
enfatizó la responsabilidad del ser humano para poder darle sentido a su vida
sin tener que recurrir a la existencia de un mundo trascendental o un dios, y
surgió para el espíritu una luz de esperanza contra la desesperación de la
condena eterna o el destino, se abrieron estudios contra el dogmatismo
imperante, se empezó a vislumbrar hasta dónde existe el pecado o la culpa dentro
de este trasegar en busca de nuevos caminos abiertos al espíritu. En síntesis,
el humanismo representó un gran salto del hombre en la indagación de su razón
de ser, pero dentro de esa avalancha espiritual el individuo sigue viendo que
es breve, que su cuerpo es parte de la misma tierra y debe regresar a ella,
pero aquí ya se habla –no de una carroña- sino del ser de carne y hueso que
ansía sobrevivir a la muerte y espera un más allá del cual no tiene certeza que
exista, pues no hay prueba que lo confirme ni lo niegue. Es entonces cuando se
produce el surgimiento de un esperanzador optimismo de origen fisiológico o
patológico -pues no pasamos de ser animales diferenciados por la razón y el
sentimiento- y, dentro de ese pensar y sentir, se proyecta un dios abstracto
que no va a permitir la muerte sino que entregará la eternidad al tener que
juzgar el alma, no porque Él sea necesario en sí sino para que al sancionar
diga: ¡siga usted viviendo por una
eternidad!
El ser humano, esa
posible equivocación dentro del juego misterioso de la vida, al irse
conociendo, al enfrentarse con sus semejantes, al establecer reglas para la
convivencia y poder sobrevivir, considera necesaria la existencia del poder
jerárquico, del sometimiento al más fuerte, de la delegación a la autoridad.
Pero estos esquemas pueden ser violados, contradichos y verse el sujeto en
peligro de ser enfrentado y destruido por otro más poderoso físicamente y
entonces establece reglas de juego, interiores y exteriores. Las primeras, son
normas de conducta moral que al ser contrariadas se llamarán pecado; las
segundas, son las normas de conducta social cuya contravención será el delito.
Y al mirar las normas
de conducta moral, esas reglas internas no escritas sobre papel, revisa una y
otra vez cada paso que da, solo o acompañado, y cuestiona cómo debe ser el
ideal pero tendrán que pasar unos cuantos años más (mínimos dentro de la
existencia del homo sapiens u
homínido pensante que solamente lleva alrededor de unos 150.000 años de existir
sobre los 4.500 millones de años del planeta tierra, ubicado dentro de la joven
la galaxia de la Vía Láctea que a su vez tiene 4.600 billardos de años) para
llegar a conclusiones y señalar como pecado todo aquello que no está de acuerdo
con su conducta; pero al no existir un solo hombre ni un pensamiento único ni
ser idénticas las costumbres ni las circunstancias de raza, clima o medio,
surgen diferentes nociones de pecado, esto es de contravención moral. Y aquí,
como parte de este humanismo que hoy tocamos, respetando credos y sentimientos,
quiero hacer unas reflexiones sobre la evolución mental del ser en torno a su
propio existir y a las tormentas de sus dudas frente a su brevedad, y traigo a
colación la noción de pecado señalando que una enfermedad es una disociación orgánica
y del pecado se dice que es una disociación con Dios. Luego estamos viendo que
el pecado es una enfermedad en relación a Dios, pero ¿quién ese Dios? Y ¿qué es
el pecado? ¿El primero será que en verdad existe per se o solamente es un fantasma creado para no morir? Y lo
segundo, ¿será una verdadera enfermedad de la psique o simplemente un duende
para poder convivir en sociedad? Y ¿qué va a pasar con la sociedad cuando se
vuelva a la nada, cuando se acabe el universo si es que termina? Para entonces
¿tendrá sentido el pecado? ¿El sueño de inmortalidad perdurará? Y esa ilusión
¿la tendrán también las flores, las aves, las bestias y todo cuanto es en la
tierra y en el cosmos, o solamente es un privilegio que tiene el ser humano?
Pero todo esto no pasa de ser un valor
afectivo y contra los valores afectivos no cabe la razón, y se dan los
razonamientos cuando se piensa en ellos solamente con el cerebro y no con el
alma, la angustia y el soñar. Hay que sentir para poder razonar como ser
humano, hecho de carne y de pecado, de alma y de conciencia, de duda y de
esperanza, y en el alma se necesita del mal, como el cuerpo de los gérmenes de
las enfermedades mismas para poder controlarlas y acomodarse al medio. Un
cuerpo perfectamente sano no existe. Un alma pura tampoco puede darse, pues
nunca podrá discurrir, ni conocer ni pensar. Es necesaria tanto la enfermedad
como el pecado, la vida como la muerte. Además es preciso tocar, oler, gustar,
ver, oír, para poder sentirnos vivos y conservarnos, engendrar hijos, defender
la vida y soñar en la posible eternidad aun cuando también divaguemos sobre un
dios para que nos juzgue y nos permita seguir viviendo.
Se ha dicho que el
hombre tiene un fatal destino sobre la tierra: él mismo y el corazón tiene razones que la razón no
comprende, dijo Pascal. Por eso, pensando en el ser humano, su grandeza y sus
debilidades, como parte de ese descubrimiento, permítanme aludir a las delicias
contenidas en los pecados capitales que son las que afectan su espiritualidad,
lo hacen mártir, héroe, granuja o semejante a los dioses que ha creado pero,
antes que todo, humano, demasiado humano.
Y entrando en
materia, como buen pecador no arrepentido, porque el arrepentimiento es de
cobardes y es un cambio de actitud infundido por el miedo o la angustia frente
a lo que anteriormente se consideró correcto, me propuse escribir acerca de la
delicia y el sabor que tiene para el cuerpo feble y para el espíritu que lo ha
vivido y degustado, el que ha sido llamado capital
y que es el que está más ligado al hombre y a su carnadura, y que lo hace más
humano, aun cuando se le pronostica el castigo allende de la muerte por algunos
elementos envidiosos o a lo mejor incapaces de sentir el placer de la vida bajo
el auspicio del goce mundano y que, en todo caso, ante lo inexplicable y el
desconocimiento de la psique y el funcionamiento del organismo gritan
despavoridos: ¡Castigo! Castigo para el
que siente placer por tener débil la carne y gozosa el alma.
Mas, para no
escandalizarlos, respetados oyentes, empecemos por precisar qué cosa es el
pecado y para entenderlo digamos que esta locución es simplemente una noción
especialmente mística fruto de conceptos religiosos, pues el pecado no existe,
dado que este no pasa de ser sino sicopatología mental, psicosis, neurosis o
perversión caracterizada por el apego excesivo a un objeto del deseo y que
produce en quien la sufre deseo, ansiedad, angustia o depresión. Sin embargo
vemos cómo en el mundo occidental, dentro del
pensamiento cristiano-católico, el pecado será mortal en cuanto priva al hombre
de la vida espiritual de la gracia, lo hace enemigo de Dios y digno de la pena
eterna. Pero, lamentablemente para estos creyentes, no hay certeza ni prueba
alguna de ese castigo y en cambio sí se tiene conciencia de la débil carnadura
e ignoramos en verdad el castigo o punición que nos espera, alguna, puesto que
nadie puede decir que la ha visto y que existe, y en aquellos corifeos que la
pregonan lo único que vemos en ellos es el deseo insatisfecho, basado en sueños y
fantasías, ante la impotencia de poder
castigar personalmente al prójimo y por eso consideran necesaria una justicia divina para
que sancione a los pecadores. O sea, es un deseo patibulario, como cuando se
aplaude la existencia del verdugo para que ejecute el castigo pero en otros
y, sin embargo, nadie acepta el cargo de verdugo ni le gustaría
compartir socialmente con éste.
Pero permítanme
seguirlos agotando con esta piedra de escándalo al estudiar al hombre y para
empezar a bajar a este abismo o de pronto a emerger a la superficie, según la
óptica con la que se mire, dejemos en claro que el pecado inicialmente fue un "olvido" o "dejar de lado", pero más
tarde la tradición judeo-cristiana lo tomó como una ofensa a Dios (además no
sabemos ni quién es ese Dios), al actuar de manera individual, sin tener en
cuenta que Dios todo lo rige (lo cual podría llamarse mejor “soberbia” en Dios), y que el hombre es
un propio instrumento de su Divina Voluntad (aunque tampoco sabemos cuál es esa
voluntad). Lo cual nos permite deducir claramente que solamente hay pecado
cuando se habla en el sentido religioso, pues históricamente los pecados
capitales existen únicamente para los cristianos y los católicos, como vicios
opuestos a la enseñanza moral del cristianismo y del catolicismo, no para la
sociedad civil, y carecen de censura universal. También vemos que el pecado capital está
cubierto de superstición mística, independientemente de cualquier
concepción filosófica o religiosa, porque siempre ha sido evidente que las
pasiones anárquicas operan en contra del individuo, olvidando que este es un
problema individual de cada sujeto mientras no trascienda contra el prójimo y
por tal motivo hoy, en un plan de reivindicación dado el avance científico, se
admite que existe el pecado social
que es aquel que va contra la sociedad y engloba: asesinato, sodomía, opresión
de viudas y huérfanos, defraudación del jornal al trabajador, manipulaciones
genéticas, experimentos sobre seres humanos, contaminación del medio ambiente,
la injusticia, el consumo de drogas, originar pobreza y enriquecerse
excesivamente.
Y es que el ser
humano frente al infinito y a las preguntas del ser y el existir sin respuesta,
está solo y perdido en medio del universo lo cual no le impide soñar y divagar
buscando trasgredir en busca de la liberación; y dentro de esa fantasía desea
las delicias contenidas en los pecados capitales, o sea en aquellos que señala
la religión para el alma pecadora la condenación eterna en el fuego del
infierno de ultratumba, en un sitio tenebroso donde los
inculpados sufren después de la muerte, donde habitan los espíritus de los
difuntos y que algunos llegan a precisar que está situado bajo la tierra al que las almas de todos los mortales,
buenos o malos, se envían después de la muerte
y el
horrísono crujir de huesos, en tanto se produce la descomposición de la carne y
la luz se apaga para siempre en medio de la noche tenebrosa sin regreso. Y todo
por haber sido humano, conocido y degustado el sabor de los pecados capitales.
Mas, metiéndonos más
en este berenjenal, recordemos que para pecar se necesita el cuerpo, que es el
objeto principal con el cual se peca, y también se necesita el alma, que es el
motor de ese proceder. Sin embargo el alma también tiene su propio valor y en
el concepto cristiano el alma es inmortal y debe buscar a Dios después de la
muerte y para que el alma pueda alcanzar el paraíso es necesario que ella renuncie
a todo aquello que le propone el mundo, pues, dice la religión cristiana y
católica -no la sociedad ni la ley ni la psicología o la medicina-, que solamente el deseo de la felicidad verdadera
aparta al hombre del apego desordenado a los bienes de este mundo para
poder gozar de Dios. Mas en otras religiones como en el judaísmo,
el alma es el principio de vida, capaz de sobrevivir a la decadencia corporal;
en el islamismo, a la hora de la muerte el espíritu de los creyentes es llevado
ante Dios y no hay necesidad de haber renunciado a ninguno de los bienes
terrenales para conseguir el cielo y la penitencia: los sacrificios, el
celibato, entre otros, carecen de importancia, porque aun habiendo hecho uso (y
en algunos casos hasta el abuso) de todas las cosas, la recompensa será la
misma; para el vedismo, la religión anterior al hinduismo, el alma es El Ser,
sin nacimiento ni muerte o sin principio ni fin, de substancia diferente a la
del cuerpo físico y que posee conciencia propia; en el hinduismo, el alma (atmán) es el principio que controla
todas las actividades y define la identidad de uno y su conciencia, y en los
Upanisad, la identifican con lo divino (Brahman),
añadiéndole la eternidad al alma, la cual reencarnará hasta alcanzar la
purificación y el conocimiento se funde de nuevo con la realidad última. Y así
sucesivamente encontramos diversos conceptos sobre el alma y su inmortalidad sin pruebas que los
respalden.
Pero también hablemos
del cuerpo, que es el objeto con el que se peca, el que se refocila en el
pecado; sin olvidar que por ley no hay pecado pues la ley se ha instituido para
regular las relaciones sociales entre la especie humana, o sea que la ley no
hace el pecado y el pecado nos revela que más allá de la anatomía, que más allá
de lo biológico, está el cuerpo del goce, el cuerpo del pecado. A lo cual
agreguemos que para la psiquiatría y el psicoanálisis tampoco existe el pecado,
dado que lo que podría llamarse pecado capital pueden ser trastornos de
personalidad que se logran ayudar a curar con técnicas psicoterapéuticas,
psicofármacos y palabras. Ahora, desde el punto del psicoanálisis hay que
distinguir entre el organismo (lo viviente) y el cuerpo pues el organismo, que
es la condición para la construcción del cuerpo, está regido por las leyes
biológicas y es necesario que esté vivo y por ello siente angustia, o sea “ese sentimiento que surge de esa sospecha
que nos embarga de que nos reducimos a nuestro cuerpo”. Y tiene el
sentimiento de culpabilidad que es el
precio pagado por el progreso de la cultura con la pérdida de felicidad y por
aumento del sentimiento de culpabilidad. Por su parte las religiones jamás
han dejado de reconocer la importancia del sentimiento de culpabilidad para la
cultura, el cual es denominado “pecado” y pretenden librar de él a la
humanidad. Si bien el cuerpo termina en la tumba convertido en gusanos, sea el
del santo o el del pecador, este cuerpo es un objeto que no acabamos de conocer
ni ver en su totalidad, pues su anatomía puede sufrir cambios con medios quirúrgicos
o utilización de hormonas, acorde con el ideal estético de la época para poder mostrarlo como vehículo en
la comunicación o senso-percepción, que es la única realidad para el sujeto. Y
este cuerpo nos habla del goce más allá de lo biológico y entonces cabe
preguntar ¿somos un cuerpo o tenemos un cuerpo? Lo real del cuerpo es el
organismo, que se rige por una lógica biológica, mientras que lo simbólico
transforma el organismo en cuerpo.
Y como en esta disertación estoy afirmando que el pecado no
existe, consecuentemente manifiesto que el castigo por el pecado tampoco existe
ni la terrible condenación para el ser humano que vive enmarcado entre el
mundo, el demonio y la carne, porque se ignora la naturaleza humana y tan solo se
quieren mutilar los sentimientos de libertad y deseos propios del ser, que
deben ser tratados social y clínicamente si es del caso.
Como entiendo que
esta disertación está larga y aburrida, y
huele a azufre, recordemos que si seguimos avanzando en las lecturas
místico-religiosas, inspiradas en revelaciones misteriosas, en mensajes
esotéricos o en pensamientos amargos al tratar de reflexionar sobre la
naturaleza humana, podemos seguir citando anatemas, imprecaciones y maldiciones
sobre la delicia de los deslices que
los autores, sacerdotes y profetas condenan, pero que hacen la vida más amable
para los que pueden disfrutarlos y al hombre sonriente. Que nuestros censores
judeo-cristianos señalan a la soberbia, la envidia y la ira y al moderno pecado
social, así como al resto de pecados capitales, gula, lujuria, pereza, como
puertas de entrada al castigo y que fueron causa de la pérdida del paraíso,
bajo esta obsesión no les cabe entender que
todas las emociones están controladas por el cerebro, el cual también se
encarga de recibir e interpretar todas las señales que le llegan desde el
organismo y del exterior. Y en el cerebro, el hipotálamo está encomendado de
algunas funciones vitales para sobrevivir, tales como el comer o el ejercicio
de la actividad sexual, y que una lesión física, de la cual no tiene culpa el
sujeto, que afecte al hipotálamo puede ocasionar síntomas muy diversos
como la anorexia, la bulimia o el incremento del apetito (que sería el pecado
de la gula), o estados de mayor sensibilidad (que serían los pecados de lujuria
o soberbia), así como explosiones incontroladas de furia (que serían el pecado
de la ira), que no castigan la ley
positiva ni son causa de oprobio social. Pero, para no dejar en suspenso a los
creyentes y menos a ustedes, respetable audiencia, digamos que si deberían
tomarse como verdaderas ofensas al Creador (en tanto nos lo van a presentar
cuando levantemos anclas para no volver, como dice el poeta) el pecado social
en su versión de los atentados ecológicos, el asesinato, el secuestro, el
desplazamiento, los crímenes de lesa humanidad, los experimentos con seres
vivos y tantos otros que antes se desconocían y que hoy se discuten en aras del
avance científico o de la perpetuación en el poder ya sea por quienes se llaman
guerrilleros, dictadores o monarcas.
Gracias, amigos
creyentes y pecadores por su perversión al escucharme con paciencia.
3.
EL HUMANISMO: UNA AVENTURA DE LA IRREFLEXION.
Por Alonso Quintín
Gutiérrez Rivero
Cada verdad
inédita empieza como herejía y termina como ortodoxia
Tomas Husley.
En una doctrina honda y desbordante como el
humanismo, aventurar una reflexión así al azar, siempre será un riesgo si
pensamos en los peligros asediantes de los contertulios. Apenas puedo imaginar
a Jorge Dussán, entre contrito y malhumorado por las turbideces de la
democracia y por consiguiente de los planteamientos del pensamiento colombiano
tan sumiso a las doctrinas subyacentes al dominador del capitalismo salvaje,
tampoco podría asumir las zarpas de Silvio doblegando esta breve nota, por su sagacidad
para hallarle razones a la sinrazón de la vida y qué decir del eminente poeta
Fernando Cely, para quien vivir tiene más de un ribete de entendimiento con la
clase desvalida de este país. Tampoco sabría adivinar los atajos de Carlos
Salcedo para escudriñar debajo de la
capa social lo divino y lo perverso del
ser humano cuando de entenderse con los demás se trata. No entendería a
Hildebrando, su consternación por las cosas vividas a cambio de una solaz
conversación con los amigos. Diría que el buen poeta de Chile Gonzalo Jara, es
un buen colombiano jugándose los duendes de la libertad, paseándose por este
mundo de triquiñuelas como si fuera uno más del universo enviado para hacer
amigos a través de sus elegantes frases cautivadoras de encantos eternales.
Diría que Darío viste de frac para almidonar la cortesía mundana de sus
personajes y hacerlos de carne y hueso como sus devociones. Pensaría en Angela,
resquebrajando los riscos de las
montañas para sentenciar, como sentencia la vida de los pobres transeúntes de
la tierra. Le añadiría a la delicadeza
de Sandra Sedas, una molécula de paciencia para entender a tanto poeta extraviado, pugnando por acceder al
escenario de sus devociones. Le destinaría a Gloria, una palabra vagabunda para
entender su coraje para asimilar las debilidades de los intelectuales tan
obsesivos por descifrar los remordimientos y tan amigos del vino rojo del
misterio. Estudiaría con sumo cuidado
las notas musicales para escudriñar de qué recónditos lugares surgen los
cantares de Germán Huertas, cuando este país se despedaza en terribles
contradicciones. Pensaría en Martha como la pequeña espiga deletreando el pan
de la vida más allá de mis tristes devociones. O en Lizeth dispuesta a levantar
vuelos de palomas con su risa más allá de las casas blancas de la libertad, o
en Sebastián escribiendo en el cielo la esperanza de un duende lejano devoto de
interminables banquetes de paciencia y cortesía.
La verdad, no sé si la vocación de esta tertulia es
desesperar a los participantes con reflexiones profundas de abnegada lucidez o
simplemente busca algún reflejo divino perdido en el lodazal humano. Hace
apenas unos días, en una de esas interminables conversaciones con el Doctor
Jorge Dussán, llegué repentinamente a la “sabia” conclusión de que ser
deshonesto en este país es el mejor negocio. Eso produce, prestigio,
admiración, placer, raudales de vino, viajes parlamentarios, envidia, estupor,
confianza… el perfume de la vida rodando por manantiales de alegría. La
deshonestidad, contraria a los principios morales del clasicismo, no invierte
los valores, por el contrario: sublima
el placer de encantar y subyugar. Vestir
trajes ingleses, portar relojes carísimos, usar colonias extranjeras y
pañuelos perfumados, carruajes espléndidos, pulseras de oro, anillos con diamantes y toda esa burda soberbia de la
riqueza mal habida, produce el placer que cualquier mortal desearía. Entonces,
¿Por qué no ser deshonestos? Si la justicia paga, por condenar a los justos y
el dinero por liberar a los asesinos, si la iglesia perdona a los ricos y
desprecia a los pobres, si el mejor bailarín es el traqueto y el último rincón
para el de escasos recursos, si el país alaba al unísono al corrupto y
desprecia al transeúnte de la calle que se gana un peso por un pan, si hace
apenas unos meses las FARC, eran el enemigo a vencer, terroristas del demonio y
hoy son interlocutores válidos dentro del proceso de paz reeleccionista, si el
general Santoyo, puede vivir a sus anchas en el exterior después de haber
esquilmado al país y lo sigue haciendo con su pensión de nueve millones de pesos, aun siendo
procesado por una justicia lejana, si
los trabajadores languidecen detrás de papeleos prehistóricos y se desmayan
haciendo colas interminables en los bancos, para percibir el minisueldo que le
obsequia el estado como premio a su miseria, si
el país en desbandada se apresta
a llagar a los umbrales de los
50.000.000 de habitantes, con más miseria, más violencia y más injusticia,
pregunto ¿por qué la deshonestidad no es una opción?
Apreciados contertulios para que surjan versos como
los de la página 55 del Tríptico de los Fernandos,
“En nada se parece
tu soledad y la tuya
tu soledad
es del mundo
la mía
es de ti.”
O ese de la 65,
“No te aflijas
si mi rostro trasluce
dejos de soledad y angustia
cuando el dolor
esculpe su obra maestra
sobre el pálido lienzo
de la vida…”
para que surjan versos así, fue necesario, un mundo
en contravía, donde el amor se juega lances siderales y el corazón atormentado
no sabe qué hacer ante tanto desenfreno y devastación.
Entonces el hombre es un ser siempre a punto de
amenaza, a punto de sucumbir, a punto de zozobrar, mientras la opulencia y el
desenfreno se enredan en rubias
cabelleras y la honestidad anda descalza, pidiendo clemencia, por pecados jamás
cometidos en nombre de una moralidad aprendida en palacios de perdición.
Veo los rostros de escepticismo. Entonces, algún
día entenderemos los versos de Eduardo Gómez “Tu rostro sonríe con el fulgor de
la luna/ difuminando muertes solas en cementerios solos”. Los poetas tienen la
suerte de alumbrar con otra lumbre el invisible destino de la vida, cuando no
sabemos de qué lado está la certeza y de dónde provienen las dulces añoranzas
de perdidas civilizaciones.
III. DON JUAN TENORIO
El 17 de noviembre
se adelantó la tercera jornada de la Tertulia de Carichana sobre el tema
de Don Juan Tenorio, la obra del teatro romántico que
se refleja en los rasgos del personaje, los elementos de ultratumba y el amor
que trasciende los límites de la muerte y que se suele poner en escena
cada año el Día de Difuntos en España. Es la historia del libertino y pecador dedicado a los amoríos, los duelos y las apuestas sobre
la seducción del mayor número de mujeres que en el último instante, en
Zorrilla, logra su salvación por el amor de doña Inés, en tanto que en Tirso de
Molina se condena pues la salvación sólo se consigue con una vida de fe, no de
pecado. Esta obra originalmente fue tratada por Tirso de Molina en 1630 bajo el
título El Burlador de Sevilla y Antonio de Zamora en 1714 en No hay
plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague o el convidado de piedra. El tema fue cubierto también por
Moliére (Don Juan, 1664),
Mozart (ópera Don Giovanni,
1787, con libreto de Da Ponte), Lord Byron (Don Juan, 1824), Mérimée (Las
ánimas del purgatorio, 1834), Alejandro Dumas (Don Juan de Maraña, 1839) y, Espronceda con El estudiante de Salamanca (1840). En
el curso de la Tertulia de Carichana se plasmaron las siguientes ponencias:
1.
DON
JUAN
Pilar González Rivera
Psicoanalista
El primero de
noviembre de cada año, mi padre, que era español, escuchaba una grabación del Don
Juan de Zorrilla, siguiendo una tradición de su país y muchas veces, yo lo
acompañaba en esta audición. Por lo tanto, al ser para mí la más familiar, me
remitiré a ella principalmente para este ensayo.
Aunque Don Juan
Tenorio es un experto en seducir pues sabe encontrar las palabras y las
artimañas más astutas para lograr su propósito con las mujeres, no produce la
sensación de haber disfrutado
verdaderamente desde el punto de vista sexual una vez alcanzado su fin. Se diría que lo que
más le interesa es tirarse a las
mujeres en vez de tirar con ellas. En
esto se distingue de otro seductor famoso, Casanova, quien, si bien obtiene los
mismos frutos en cuanto a conquistas, parece más bien él el seducido y más
interesado en el placer fálico que Don Juan, “coleccionista de nombres”, como
dice Pommier[1],
puesto que parece llevar a cabo ese deseo de los hombres de tener a todas las
mujeres (mientras que la mujer, según Lacan, quiere tener totalmente a un solo
hombre), y con cada conquista, hay “una
menos”[2].
Y al competir en esta cuenta con su rival Don Luis por el placer de agrandar su lista de nombres de mujeres
burladas en un año, también va acumulando nombres de rivales masculinos
eliminados en desafíos, y en particular de los
padres de estas, literalmente o con la intención de matar su honor, como
lo dice Tirso de Molina en la versión original
de este mito, “El burlador de Sevilla” a través de Ana, una de las mujeres deshonradas:
Ana: ¿No hay quien
mate este traidor,
homicida de mi amor?
Don Gonzalo: ¿Hay tan grande atrevimiento?
Muerto honor, dijo, ¡ay de mí!, (…) (200).
Así, una buena parte
de la obra la domina el personaje del Comendador muerto, quien será quien vengará a todos los padres muertos realmente
por el Tenorio o cuyos nombres han sido enlodados.
El odio, la
agresividad, más que el amor hasta que queda seducido por Doña Inés de Ulloa,
es lo que domina el carácter del personaje del Tenorio, tal como lo muestran
sus primeras palabras:
“¡Cuán gritan esos malditos!
Pero mal rayo me parta
si, en concluyendo la carta,
no pagan caros sus gritos!” (p.11)
Así mismo, prima el afán de hacer daño, como lo manifiesta a
Don Luis, una especie de rival en espejo:
“suprime lo de hecho extraño
que apostaron me es notorio,
a quién haría en un año
con más fortuna más daño,
Luis Mejía y Juan Tenorio.” (19)
El colmo de su
perversidad llega a coronar su variada lista con una novicia que esté por
profesar, y que será la misma Doña Inés además de la novia del propio rival Don
Luis, Doña Ana de Pantoja[3].
¿Por qué esa actitud
tan pendenciera? ¿No será que Don Juan se defiende de ser feminizado, lo cual
no ha de ser confundido, como parecen sugerirlo Marañón e incluso algunos psicoanalistas con la
hipótesis de que él es un homosexual reprimido o latente? En efecto, si
recurrimos a lo que el psicoanálisis nos dice de las vicisitudes por las que
debe pasar el infante y las aplicamos a este personaje de ficción, si el padre
es el que libera al niño de ser reincorporado por la madre, castrándola de su
hijo, ya que este representa al falo[4]
deseado por ella desde su propia niñez, se diría que Don Juan casi toda su vida
estuvo tratando de reencontrar a esa mujer completa[5], fálica, no castrada, que
en su fantasía fue su madre, rechazando la función del padre quien a su vez se
convierte en seductor en la medida en que el castigo imaginado por el niño,
debido a su masturbación que tiene por
objeto expresar que “si lo tiene (el falo), entonces no lo es (el falo de su
madre)". El resultado es la feminización del niño, de la cual puede salir,
como en el juego de “la lleva”, tratando más tarde a una mujer tal como se
sintió tratado por el padre. Por otra parte, en tanto que el varón podría
llegar a morir defendiendo su patronímico, su buen nombre, a la mujer no le
cuesta mucho trabajo perderlo, por ejemplo con el matrimonio. En otras
palabras, el apellido para el hombre es una garantía contra la feminización[6].
Posiblemente, para el personaje de Don Juan, enamorarse es igualmente sinónimo de feminización, por
lo que de sumisión tiene este estado, lo que para Casanova en cambio no es ningún problema,
permitiéndose ser pasivo virilmente, sin
que esto sea una paradoja: antes por el contrario, es el signo de la verdadera
virilidad.
Don Juan, que sospechamos
como siendo poco menos que un violador, poco preocupado del sufrimiento ajeno,
sólo cuando se enamora de verdad de la novicia Doña Inés, puede acoger en él
esta pasividad viril, inaudita en él hasta ahora y que linda con la
humillación, hasta llegar a hincarse de rodillas ante el padre de ella, Don
Gonzalo, el Comendador. Su identificación previa a su enamoramiento con
Satanás, Satán o el demonio[7] (que al estar asimilados
con el mal, con la agresividad, con la actividad, parecieran protegerlo de la
feminización), da paso al acercamiento a Dios, al arrepentimiento que en el
último minuto lo salvará gracias también a la intercesión de Doña Inés. No obstante,
duda de que la bondad y el amor divinos existan, ya que (por una lógica
especular) en él mismo estaban ausentes y por su convicción de que Dios (o sea el padre), no le había querido[8] y tal vez por eso mismo,
Don Juan no podía creer en Él ni en la vida eterna[9].
Así, dice Don Juan a
Doña Inés:
(…) No es,
Doña Inés, Satanás
quien pone
este amor en mí;
es Dios,
que quiere por ti
ganarme
para El quizá.
No, el amor
que hoy se atesora
en mi corazón mortal,
no es un
amor terrenal
como el que
sentí hasta ahora;
no es esa
chispa fugaz
que
cualquier ráfaga apaga;
es incendio
que se traga
cuanto ve,
inmenso, voraz.
Desecha,
pues, tu inquietud,
bellísima Doña Inés,
porque me siento a tus pies
A través de Doña Inés
y de acciones retadoras contra los hombres con los que rivaliza, lleva a cabo
la búsqueda del padre sustituido por Dios.
“…Don Juan busca a la
mujer y es a la mujer fálica[11].
Como la busca verdaderamente, que va a eso, que no se conforma con esperarla ni
contemplarla, no la encuentra, o termina por encontrarla bajo la forma de ese
invitado siniestro que es en efecto un más allá de la mujer, que no se
esperaba, y del cual no es por cualquier cosa que es el padre. Pero no
olvidemos que, cuando se presenta, es, cosa curiosa, bajo la forma del
convidado de piedra, de esa piedra con su lado absolutamente muerto y cerrado,
más allá de cualquier vida de la naturaleza. Es allí donde Don Juan acaba en
últimas quebrándose y encuentra la culminación de su destino.”[12]
Pasando a los
personajes femeninos de la obra, Jacques Lacan
es de la opinión de que el mito de Don Juan es
en realidad un fantasma femenino, y agregamos, esto a pesar de que los autores
que se han ocupado del tema desde diferentes ángulos artísticos, pertenecen en
su gran mayoría al género masculino, como su creador Tirso de Molina, Molière,
Mozart, Lord Byron, el mismo José Zorrilla, Richard Strauss, Dumas, Musset o
Dalí… Como tal, el fantasma es del orden de lo inconsciente y se refiere no a
lo que la mujer quiere[13], sino a un deseo oculto
incluso para ella misma a veces, es decir, a poder gozar del falo
simultáneamente a la pérdida del nombre. Al respecto, dice Pommier:
"Corresponde, en efecto, no a lo que una mujer
quiere, sino a lo que puede desear, es decir, la pérdida del apellido unida al
goce del falo, y esto sin que un nuevo apellido venga inmediatamente a
remplazar al antiguo. Se trata de un
fantasma femenino en la medida en que una mujer y Don Juan se ponen de acuerdo
en un punto, y solo una vez, en el momento del asesinato del padre y de la
pérdida del apellido. No puede haber “segunda vez” del lado de Don Juan, puesto
que lo que le interesa es deshonrar el patronímico llevado por la mujer. Y
tampoco “segunda vez” del lado del fantasma femenino, porque si así fuera, el
apellido de Don Juan vendría a remplazar el del padre. Pero, ¿Una mujer querría
esto? ¿No será que sólo lo desea en secreto? Parecería entonces que lo que ella
puede desear sexualmente sea contrario a lo que quiere.”[14] El siguiente diálogo ejemplifica lo anterior:
Doña Inés a Brígida:
(…) ¿Qué le
amo, dices?...Pues bien;
si esto es
amor, sí, le amo;
pero yo sé
que me infamo
con esta
pasión también.
Y si el
débil corazón
se me va
tras de Don Juan,
tirándome
de él están
Para terminar, citaré
a Lacan quien en el seminario sobre la angustia[16], afirma que para la mujer
habría una relación entre Don Juan y la imagen de un padre no castrado.
Siguiendo a Rank, habla de aquel que, en épocas remotas, “es capaz de dar el
alma sin perder la suya”, sobre lo cual el derecho de pernada estaría basado y
la existencia mítica del padre desflorador de la primera noche.[17] En el Edipo, se trataría
de tener al objeto[18]. Lo que la mujer no
tiene, se convierte en el objeto de su deseo: Don Juan es el que siempre lo
tiene, el que no puede perderlo, ya que ninguna mujer se lo puede quitar. Esto
remite al mito egipcio de Osiris, cuya mujer recuperó su cuerpo fragmentado en
14 pedazos, salvo el falo. Don Juan es el hombre que no se pierde con ninguna
mujer.[19]
2. SOBRE EL DON JUAN
Ángela Valderrama Díaz
Directora de teatro
Desde finales del
siglo XIX Don Juan Tenorio se constituye en una figura arquetípica que extraída
de la obra de Zorrilla, termina por definir un tipo de conducta masculina caracterizada por el engaño y la seducción.
Pero Zorrilla parte de un mito mucho más antiguo ya expuesto en la producción
dramatúrgica del famoso Siglo de Oro de la literatura española pues, en el
XVII, Tirso de Molina ya había creado su Burlador de Sevilla, obra en la que el
núcleo dramático gira en torno al famoso Don Juan. Sin embargo, la censura y amenaza de
excomunión dada a un cura que en un contexto donde la contrareforma aún era el
adalid del espíritu español, hace que sólo hasta el XIX con Zorrilla se ponga
en boga la actitud propia del Don Juan, y a mediados del mismo siglo su
conducta aparece en los diccionarios de la época como un calificativo propio de
un personaje de conducta licenciosa, seductora e indecorosa. Así, y desde
entonces, podemos ver en el diccionario de la RAE la definición del Donjuanismo
como el “conjunto de caracteres y cualidades propias de don Juan Tenorio,
personaje de varias obras de ficción” y si vamos a la definición misma de
Tenorio encontraremos los rasgos particulares que definen el carácter de
este personaje: “hombre mujeriego,
galanteador, frívolo e inconstante”. Estas atribuciones no necesitan de
Zorrilla para explicitarse, pues es claro que están contenidas en la obra de
Tirso, y lo que considero interesante en este punto es analizar la relevancia
de la obra en un macro-contexto renacentista europeo y, en uno micro, que es la
España heredera de los reyes católicos.
Si bien no existe
aquí ninguna intención de profundizar en un estudio histórico de los contextos
sociales y políticos de la época en cuestión, si considero relevante por lo
menos tener presentes tres aspectos: el influjo del humanismo en las obras del
siglo de oro español, la reivindicación del libre albedrío como eje del
conflicto dramático y el surgimiento de nuevos géneros teatrales tales como la
tragicomedia, el melodrama y la obra
didáctica.
Visualizar el enfoque
renacentista antropocéntrico, que rechaza el extenso teocentrismo medieval,
implica una nueva mirada del hombre que, fundamentada en la filosofía
humanista, vuelve al pasado clásico para retomar de allí el ideal de humanitas, (traducido al latín de la paideia griega). En sus múltiples significados
implica una nueva mirada de la educación que trasciende la mera imitación de
los clásicos griegos y romanos, para reconfigurar un sentido de humanidad, en la que se buscan aquellas cualidades que
hacen al hombre un ser humano y lo diferencian del bárbaro y del instinto
natural animal de la especie a la que pertenece. Los dramaturgos españoles
traducen muy bien dichos enunciados en la renuncia a un manifiesto clásico
donde el oráculo divino definía el destino del hombre y niegan cualquier
posibilidad de predestinación; pero además buscan establecer un equilibrio
entre la voluntad del Dios, tan
dogmático en el mundo medieval, y la acción humana. Respecto a este último
aspecto y de la tan acalorada discusión dada entre Dominicos y Jesuitas frente
a la comprensión de la existencia humana, nuestros dramaturgos toman partido
por la defensa del libre albedrío, más cercana a los postulados jesuitas
quienes valoraban la inteligencia y la voluntad del individuo en relación y
apoyo de la gracia divina para no negar la libertad humana; mientras sus
opositores continuaban defendiendo la absoluta omnipotencia, omnisciencia y
justicia divina como un “macrocosmos” en el que el hombre debía actuar según
sus preceptos. El partido tomado entonces plantea una mirada “microcósmica” en
la que el hombre reivindica su libertad y poder de decisión, sin rechazar los
preceptos dados por la iglesia católica. Bajo estos postulados, se reconfigura
el lenguaje teatral y surgen nuevos géneros que ya no pretenden finalidades
catárticas ni moralizadoras y que ahora buscan dar conocimiento de la
existencia humana, educar y divertir.
En este contexto,
Tirso de Molina nos presenta a un burlador en cuatro engaños, cual pieza
musical que expone el mismo motivo en cuatro variaciones, don Juan burla a
Isabela, Tisbea, Ana y Aminta, dos mujeres plebeyas y dos nobles. Cada burla
tiene el mismo desarrollo dramático, la seducción, el engaño, el encuentro
sexual y el abandono. A lo largo de la obra, se le advierten a nuestro
protagonista las consecuencias de su error, a lo que él fríamente responde “que tan largo me lo fiais”, que dicho
de otra manera significa “lejos está el día del juicio”. La condenación de su
alma no se traduce en un razonamiento que impacte su acción, si bien es consciente de la exhortación qué
se le hace, su decisión es gozar la vida, sin obligarse a privaciones que le
aseguren un buen morir. Actuar en la vida por el placer real del presente y no
sufrirla para asegurar una cristiana eternidad es quizás la más revolucionaría toma
de decisión en contexto, el uso del
libre albedrío sin contemplar las implicaciones morales y religiosas que
decantan sus actos, determinará la censura dada a la obra de Tirso. Sin embargo
nuestro autor, actuaba aquí por vía negativa porque finalmente iba a evidenciar
el castigo divino, la transgresión absoluta realizada por don Juan va a ser
castigada por la mano de dios, el asesinato de don Gonzalo de Ulloa resulta
castigado, no por los hombres que se muestran incapaces de hacer justicia, sino
por el mundo trascendente, espiritual, divino y omnipotente materializado en el
fantasma de don Gonzalo.
Bajo este panorama,
muy posiblemente nuestro sacerdote-dramaturgo pretendía un fin didáctico,
educativo y ejemplarizante que reivindicaba la obediencia a los preceptos
cristianos y la implacable acción divina en la vida humana. Sin embargo, el
desarrollo dramático del carácter protagónico de la obra hace que su intención
se convierta en la exaltación del burlador, quien contundentemente da muestra
del poder de la acción humana, asunto que nos sacaría de lo didáctico y nos
llevaría a la tragicomedia, pero dado que el final de don Juan concluye en el
castigo irremediable materializado en su “sobrenatural” deceso, con el que se
reivindican aquellos valores morales que
podríamos llamar positivos frente a las negativas transgresiones,
indudablemente estamos frente a un melodrama. Melodrama que ha hecho del
villano el arquetipo tan idealizado durante muchos siglos; arquetipo que por su
acción individualista, alejada de los convencionalismos propios de la sociedad,
abre las perspectivas y consolida lo que
luego planteará el transito al teatro moderno.
La afirmación “tan largo me lo fiais” relaciona
directamente la violación social y la incredulidad con la venganza divina que
ejecuta la estatua; reivindicando así la virtud sobre el vicio y reinstaurando
el orden social que había sido alterado por el burlador; orden en el que las
víctimas sienten satisfacción con una venganza ajena y obedecen
convenientemente el decreto monárquico.
Sin embargo, este rasgo de sumisión ventajosa, desdibuja la acción
individual de las víctimas y su interés personal queda visto bajo el prisma del
engaño también, es decir, dichos antagonistas no están movidos por la virtud
que contrastaría con el vicio del burlador, sino que ellos mismos han decido a priori infringir la ley divina y
humana en busca de satisfacer sus deseos pasionales. Asunto que facilita la
acción del burlador pero que además reafirma la identificación con el villano,
único personaje que ha logrado manifestar y materializar públicamente su
transgresión, pues si bien en algunos casos se sirve del disfraz, es capaz de
retar a la propia muerte a un juego en el que manifiesta no temer. La
socarronería de los victimarios termina por dar un sabor insípido y flojo a la
acción humana, pues el único personaje dispuesto a manifestarse en pro de la
verdad es quien ha conocido la muerte y actúa ahora bajo un poder trascendente
que supera su naturaleza humana.
Así, Don Juan Tenorio
reafirma su poder de acción y decisión, exaltando la acción libre e individual
del hombre sobre la misma acomodada moral social y sobre los estipulados e
inmutables dogmas religiosos, aun cuando esto en palabras de nuestro cura le
signifique su condenación. La fama que persigue Don Juan contradice de forma
concreta los ideales caballerescos, que sustentados en el honor, pregonan la
fidelidad absoluta a dios, al rey y a la dama. Es éste entonces el verdadero
transgresor, que pretende gozar del placer amoral, Don Juan disfruta sus
burlas. Quiere alcanzar y satisfacer sus deseos y no le importa mentir,
suplantar y/o transgredir cualquier norma impuesta por su sociedad.
Visto bajo el prisma
de los géneros dramáticos, tenemos un villano consolidado que reafirma su
antagonismo ante una sociedad que se vende como víctima, ubicándonos entonces
bajo la luz del melodrama, género que para cumplir con su finalidad, la mera
diversión, recompone en su desenlace el orden alterado por el burlador y
reivindica los valores positivos, sobre las negativas transgresiones. Pero
vista la parte bajo el todo unificado, es decir, don Juan bajo la acomodada
sociedad de su momento deja de ser tan
paradójico, aunque resulte contradictorio desde los postulados propios del
melodrama, entender que aquí es el villano el, que en un proceso de inversión,
provoca la identificación con el individuo moderno y no, la tan sufrida víctima
que debería incitar en el espectador o lector el citado proceso de recepción.
El comprender que en medio de una sociedad
taimada es Don Juan quien, más allá de la literatura, se inmortaliza a lo largo
de la historia como ser humano libre en su forma de actuar; individuo que se
reafirma como centro de una vida que
le pertenece única y exclusivamente a sí mismo, genera en el presente uno de
los placeres más deleitables en pro de la propia comprensión humana y de la
psiquis individual.
3.
REFLEXIONES
ACERCA DE DON JUAN TENORIO
Fernando Cely Herrán
Poeta, crítico, canta-autor y docente.
Antes de
pretender iniciar una serie de reflexiones sobre el tema de turno, quiero
expresar mi complacencia por poder formar parte de esta incipiente tertulia,
que busca su consolidación partiendo del interés por convocar a una serie de
amigos, inquietos por escudriñar sobre valiosos legados del orden artístico.
Aplaudo de corazón esta noble intención que ha de redundar en beneficio de
quienes la integramos desde lo personal, y que debe alcanzar seguramente
repercusiones en el nuevo ámbito de la cultura boyacense, entronizada a nivel
nacional por su incuestionable valía.
Algún día
contará la historia, que en Iza (Boyacá), un intrépido soñador llamado Jorge
Dussán Abella, comandó iniciativas culturales que dieron origen a un novedoso
Encuentro de Escritores, a un Encuentro de la Farsa y la Comedia, y a una
Tertulia de temas infinitos. Contará también que estuvo acompañado de Don
Alonso Quintín Gutiérrez, soñador empedernido, que lleva sobre sus hombros la
inolvidable experiencia de haber fundado en Colombia los Encuentros de
Escritores hoy emulados en todos los rincones del país, y de pronto mencione
también a estos humildes cultores del arte que desde diversas disciplinas nos
congregamos en fraternal gesto de perseverancia en el arte, de complicidad y de
inusitados optimismos sobre el futuro de nuestra patria ensangrentada.
Cuando de
estas actividades se trata, me resulta inevitable la evocación que me conduce a
los tiempos juveniles, en que con mis compañeros de bachillerato conformamos el
Centro de Estudios León de Greiff. Allí, nos ocupamos durante varios años del
estudio y discusión de temáticas relacionadas fundamentalmente con el mundo
literario. Hago referencia a esos periplos que empiezan a resultar lejanos,
pues en su momento nos ocupamos de indagar con la vehemencia de la juventud,
sobre el extenso campo del Romanticismo y por supuesto, en ese horadado camino,
nos encontramos con un vasto registro de naciones, autores y obras, que
traspasando océanos, se injertaron en
nuestra atropellada e incipiente cultura, Rousseau, Byron, Goethe, Tirso de
Molina, Espronceda, Zorrilla y
posteriormente Bécquer, entre muchísimos nombres, comenzaron a formar parte de
lo que sería para cada uno de nosotros la apreciación de nuevos horizontes
artísticos.
Sabemos que
en el caso de España, el Romanticismo se inicia tardíamente en relación con las
manifestaciones que ya rondaban en ese sentido a Europa. Es por eso que
principia con dejos tímidos y conservadores, pues el espíritu y el sentido de
la vida a través de la libertad que pregonaba, marchaba en contravía con los
preceptos y convicciones religiosas. Al primar el sentimiento sobre la
racionalidad y la técnica, se da paso hacía formas progresistas, que admitían
la utopía política, fusionada en técnicas dialécticas, que se concretarían en
un arte abierto, colmado de dicotomías. La oposición al clasicismo y a la
racionalidad, que curiosamente serían rescatados de diversas formas en ese
movimiento, permitiría sentimientos profundos de libertad y espontaneidad.
Por eso,
cuando escuchamos mencionar el nombre de Don Juan Tenorio, es inevitable entrar
de inmediato a establecer una serie de cavilaciones sobre lo que representa
desde diversas ópticas.
En
primera instancia, desde la creación, puede resaltarse el carácter de sus
personajes. Digamos que se parte de un escrupuloso acercamiento a las
intimidades humanas: las pasiones vienen y van en ese desafío a lo convencional
que impone la sociedad y que espera sólo perfecciones. Hay una búsqueda de
heroicidad y hazaña en el actuar de Don Juan y Don Luis Mejía, decididos a
utilizar los mecanismos conducentes a vencer al rival y hacer de sus patrañas,
ley.
Esa
mezcla fatal entre sagacidad y libertinaje, ha de vitalizarse con
características de otros personajes que se incorporan: Doña Inés, Personaje
religioso y bueno, resulta siendo la
razón de la salvación de Don Juan; Don Gonzalo de Ulloa que tiene el título de
Comendador Mayor de Calatrava y que como buen padre se preocupa por la honra de
su hija Doña Inés, por lo que muere en manos de Don Juan; Don Diego Tenorio:
Padre de Don Juan, que se preocupa por la forma en que se comporta su hijo;
Doña Ana de Pantoja, la prometida de Don Luis Mejía, que confía demasiado en si
misma; Buttarelli: personaje legendario que encarna al Posadero; Ciutti:
también personaje histórico, que es el criado de Don Juan, que representa al
bufón de la comedia clásica; Brígida, sirvienta de Doña Inés, que en
complicidad con Don Juan le ayudará a conquistarla, oficiando de Celestina; la
Estatua de Don Gonzalo que quiere llevarse a Don Juan al infierno; la Sombra de
Doña Inés, que es su propio fantasma, que salva a Don Juan del Infierno.
Pascual, el Capitán Centellas, Don Rafael de Avellaneda, Lucía, La Abadesa de
las Calatravas de Sevilla, La Tornera, Gastón, Miguel, el Escultor, los dos
Alguaciles y el Paje, que conforman ese universo de pasiones, que juegan con
los laberintos del destino.
De otra
parte, hemos de ocuparnos de espacios y lugares, que es donde se ambientan las
acciones; sitios concretos en que las pasiones humanas dan rienda suelta a su
natural histrionismo: la Hostelería, en donde se realizan las apuestas; el
Convento, donde acude Don Juan para enamorar a Doña Inés; la casa de Don Juan,
que es donde las sombras de Don Gonzalo y Doña Inés le advierten de su muerte;
el cementerio, donde después de hablar con las sombras, fallece.
La
importancia de esta obra radica en que Zorrilla rescata la mítica figura De Don
Juan, explorada por Tirso de Molina en El
burlador de Sevilla, o por Antonio Zamora en No hay plazo que no se cumpla y deuda que no se pague, o por Mozart,
Byron y Dumas, desde sus diferentes obras y géneros.
Don Juan
Tenorio, de Zorrilla, es un prodigio de versificación declamatoria, con una
construcción teatral sólida, con acciones penetrantes que interesan y mantienen
al espectador.
Además de
Don Juan, Zorrilla concentra en la obra elementos frecuentes en el
Romanticismo: panteones, paisajes nocturnos, conventos, estatuas espectrales,
muertes, sombras, pasiones como el amor, los celos, la seducción, el rapto, la
traición, el escándalo, la profanación, la muerte, la salvación, y la
seducción; un Don Juan enamorado y redimido por el amor puro y espiritual de
Doña Inés: apoteosis del amor y misericordia de Divina.
Zorrilla
es cuidadoso en su elaboración al pasearse por un Romanticismo dialectico pero
recapitulador: es dueño de un Tenorio que en todos los lectores y espectadores
crea afinidades o repudios: la masculinidad absoluta, la pureza y
espiritualidad del amor de la mujer; el arrepentimiento y conversión final del
héroe libertino y seductor.
Aquí una
auto semblanza de don Juan, que aparece en la Parte I, Acto I (Libertinaje y
escándalo), Escena XII en la Hostería
(Puerta en el fondo que da a la calle):
DON
JUAN dice A DON LUIS:
Como
gustéis, igual es,
que
nunca me hago esperar.
Pues
señor, yo desde aquí,
buscando
mayor espacio
para
mis hazañas, dí
sobre
Italia, porque allí
tiene
el placer un palacio.
De
la guerra y del amor
antigua
y clásica tierra,
y
en ella el Emperador,
con
ella y con Francia en guerra,
díjeme:
«¿Dónde mejor?
Donde
hay soldados, hay juego,
hay
pendencias y amoríos».
Dí,
pues, sobre Italia luego,
buscando
a sangre y a fuego
amores
y desafíos.
En Roma, a mi apuesta fiel,
fijé
entre hostil y amatorio
en
mi puerta este cartel:
«Aquí
está don Juan Tenorio
para
quien quiera algo de él».
De aquellos días la historia
a
relataros renuncio;
remítome
a la memoria
que
dejé allí, y de mi gloria
podéis
juzgar por mi anuncio.
Las romanas caprichosas,
las
costumbres licenciosas,
yo
gallardo y calavera,
quién
a cuento redujera
mis
empresas amorosas.
Salí de Roma por fin
como
os podéis figurar,
con
un disfraz harto ruin,
y
a lomos de un mal rocín,
pues
me querían ahorcar.
Fui al ejército de España;
mas
todos paisanos míos,
soldados
y en tierra extraña,
dejé
pronto su compaña
tras
cinco o seis desafíos.
Nápoles, rico vergel
de
amor, de placer emporio,
vio
en mi segundo cartel:
«Aquí
está don Juan Tenorio,
y
no hay hombre para él.
Desde la princesa altiva
a
la que pesca en ruin barca,
no
hay hembra a quien no suscriba,
y
cualquiera empresa abarca
si
en oro o valor estriba.
Búsquenle los reñidores;
cérquenle
los jugadores;
quien
se precie, que le ataje;
a
ver si hay quien le aventaje
en
juego, en lid o en amores».
Esto escribí; y en medio año
que
mi presencia gozó
Nápoles,
no hay lance extraño,
no
hubo escándalo ni engaño
en
que no me hallara yo.
Por dondequiera que fui,
la
razón atropellé,
la
virtud escarnecí,
a
la justicia burlé
y
a las mujeres vendí.
Yo a las cabañas bajé,
yo
a los palacios subí,
yo
los claustros escalé,
y
en todas partes dejé
memoria
amarga de mí.
Ni reconocí sagrado,
ni
hubo razón ni lugar
por
mi audacia respetado;
ni
en distinguir me he parado
al
clérigo del seglar.
A quien quise provoqué,
con
quien quiso me batí,
y
nunca consideré
que
pudo matarme a mí
aquel
a quien yo maté.
A esto don Juan se arrojó,
y
escrito en este papel
está
cuanto consiguió,
y
lo que él aquí escribió,
mantenido
está por él.
Son
muchos los aportes que a la esencia del alma humana nos presenta Zorrilla,
armado únicamente del histrionismo que posee cada palabra de sus famosos
diálogos. Herencia maldita si se quiere, la condición humana, capaz de ejecutar
las más perfectas obras, o los más espantosos maleficios. Obra fundamentalmente
poética, haciendo honor al género más relevante desarrollado en todas las
culturas desde la etapa primitiva, reflejo de
su inclemente espíritu emprendedor y creador, que sobrepasará en la
historia las barreras del odio y las supremacías de la guerra; esa terrible
invención que irónicamente da al bien y
al amor, máxima expresión y motivo suficiente, de la presencia del hombre sobre
el cosmos.
José
Zorrilla (Valladolid, 1817-Madrid, 1893)
Fue
uno de los principales representantes del romanticismo español. Estudió leyes
en las universidades de Valladolid y Toledo. Abandonó los estudios y se hizo
famoso súbitamente en 1837 leyendo unos versos al pie del sepulcro de Mariano
José de Larra. Escribió 40 obras, la mayoría de ellas historias nacionales,
entre 1839 y 1849. Entre ellas se encuentran Recuerdos y fantasías, Un testigo
de bronce, A buen juez mejor testigo, Margarita la Tornera y El capitán
Montoya. En teatro destacan El zapatero y el rey; Traidor, inconfeso y mártir,
y Don Juan Tenorio (1844). En 1880 escribió su autobiografía Recuerdos del
tiempo viejo. Zorrilla vivió un tiempo en Inglaterra, en París y en México, en
donde el emperador Maximiliano lo nombró director del Teatro Nacional y de la
Biblioteca. En España fue miembro de la Real Academia Española.
4. DONJUANTENORIOLIANDO
Silvio González Patarroyo (Sylvius)
Docente
Re-creación de un Art & Culillo de Monitor (Salvat
Editores)
“Cae
doña Inés sobre un lecho de flores y a su lado cae don Juan, de sus bocas salen
sus almas como dos llamas brillantes que se pierden en el cielo al compás de la
música”
Como es
de su conocimiento, el caballero Don Juan de Elsinor siempre nos propone
reunirnos en ésta su morada a tertuliar sobre el tema que a él se le parece. Y
nada más parecido a él que la historia del caballero al cual descueraremos en
esta fecha, que también es de su conocimiento: Don Juan Tenorio. Nos ha puesto
a todos como es de la costumbre del de Elsinor, a repasar lo poco que sé o lo
mucho que ustedes saben del Tenorio y juiciosos repasando hemos estado. Yo, tan
sólo he sabido de la temática de hoy el pasado martes 23 de octubre ¡que
conste!:
Tratar el sempiterno mito de DonJuan
el dueño de la finca hoy nos propuso
y como él es émulo donjuanesco que así dijo y dispuso,
no hay remedio: ¡Habrá que hacerle caso al tal Dussán”
Es que ha planteado el mentado por vía telefónica
para el día de hoy hablar de Juan Tenorio.
Como sospecho que será extenso el repertorio
más bien quiero de don Juan hacer reseña histórica.
Me he
puesto a pensar qué voy a decir a tan distinguida pléyade de sabedores del
tema: Pilar y Ángela, Pedro Indiana, Darío, Gilberto, Sir Alonso, el Barón de
Carichana y quien sabe cuántos y cuántas más. Con el convencimiento que es
mucho lo que voy a aprender esta vez, quisiera aportar para la ocasión mi
humilde visión, y he comenzado con la frase entre comillas, sacada de la
Internet, claro está, porque imagino el zaperoco tan tenaz que se habrá
ocasionado en el cielo, cuando al compás de la música hayan hecho su aparición
la bella comendadora Doña Inés de Ulloa, dignísima hija del señor Comendador de
Calatrava, la tierra del Gato con Botas, don Gonzalo de Ulloa, tomada del brazo
del sin par don Juan Tenorio, calavera hijo de don Diego Tenorio:
Claro que antes de entrar en tal recordatorio,
quiero dejar constancia, por si acaso,
en lo que vino al terminar el caso
que salvó del infierno al Juan Tenorio.
Porque es que con el amor de su Inés del alma mía,
seguro el cielo se ganó, aunque a gatas,
y allí las once mil, las santas y las beatas
armarían tremenda histeria y portentosa algarabía.
Por un instante pensemos el momento:
todas se adornarían con joyas y abalorios,
todas suspirarían por un piquito del Tenorio
y olvidarían sus deseos de convento.
Y mientras tanto, la Bella Inés de Ulloa
tal vez arrepentida e iracunda
desearía no haber salido de la tumba
para salvar a semejante boa.
Mas dejemos así el enredo de esta hazaña
y arranquemos con el principio de la historia
del tal Don Juan, quien viene a la memoria
y por el que suspiran tantas… propias y extrañas.
Y aquí
arranco, entonces: El mito de Don Juan, aunque se dice que es un aporte
hispánico a la simbología de la literatura universal, creo a ciencia cierta que
es más bien un mito universal iniciado en la literatura castellana del siglo
XVI. Me parece que en todas las tradiciones orales y escritas el mito ha
existido: dioses, reyes, vampiros, abogados, concejales y también personajes de
no tan lustrosos pergaminos:
¡Ah!, pero anoto que aunque el mito de don Juan
es protagonizado por el sexo masculino
Doñas Juanas habrá del sexo femenino
y los del tercero con Donjuanicas contarán.
¿Recuerdan lo que pasó en Egipto con José
cuando se lo gallinaceaba la vieja Putifara?
¿Y qué de aquellos que la Biblia nos contara:
los sodomitas y los gomorrientos después de Don Noé?
Volviendo
al tema: el prelopista, Juan de la Cueva, poeta y dramaturgo sevillano, adaptó
al teatro temas clásicos y mitológicos siendo antecedente de la comedia
española de Lope de Vega, de ahí su consideración de prelopista y no como
pareciera ser: Anterior a López Michelsen, estrena su obra “EL INFAMADOR” en
1581 considerada como el primer antecedente de la figura de Don Juan:
Dicen que fue Juan de la Cueva
quien con “El Infamador” inicia la leyenda:
una tímida comedia sin premios ni prebendas
a la que accede desde el rey hasta la gleba.
A
propósito: Otro Don Juan, pero no de la Cueva sino de la Cosa llegaría antes a
América, que todavía no se llamaba América, en uno de los viajes con Cristóbal
Colón, cuyo nombre tampoco era Cristóbal Colón sino Cristóforo Columbus, alias
“Er Palomo”, y dicen que el tal Juan hacía bastante honor a su nombre y
apellido. Cayó en desgracia y fue apresado y las aborígenes engañadas por este
Don Juan gritaban “Que cuelguen a Juan de la Cosa, que cuelguen a Juan de la
Cosa” y el pobre, tremendamente azorado pedía clemencia: “Prefiero morir
ahorcado, prefiero morir ahorcado”… Lo cierto, es que las mismas indígenas
fueron las encargadas de arrastrar a Juan de la Cosa por la playa… Como no
estamos para chistes flojos, continúo: La comedia de Don Juan de la Cueva, sólo
adquiriría su verdadero sentido vital en el siglo XVII, en que el mundo lleno
de contrastes y paradojas, adoptaría a Don Juan quien llevaba como
características el dramatismo y dinamismo barrocos de la época, convertidos en
orgía de placer y de blasfemos retos. Fray Gabriel Téllez, posiblemente hijo
natural del duque de Osuna y más conocido como Tirso de Molina, pariría en 1630
“EL BURLADOR DE SEVILLA Y CONVIDADO DE PIEDRA”, otra de las principales fuentes
del mito de Don Juan. Presenta aquí a un Juan hidalgo pero al mismo tiempo
populachero; de características viriles pero brutal en extremo; profundamente
católico y a la vez empedernido pecador – mejor dicho, como decimos en
Colombia: “No hay cachiporro sin su misa ni godo sin su moza”-; mujeriego perpetuo
a quien no se le escapa la pastora ni la pescadora, la duquesa napolitana ni
doña Ana de Ulloa. Don Juan en el drama tirsiano es mezcla de petulante
ingenuidad y de maldad, que permite abrir inmensas posibilidades para emular
personajes en todas las culturas y tiempos. Late también en la obra del de
Molina el problema bastante español, por cierto, del acaso, la predestinación,
el hado, el destino en una lucha permanente en el alma de Don Juan, quien por
un lado era presumido pecador y por otro católico respetuoso de los dogmas y de
las normas religiosas:
Quien peca y reza empata. Don Tirso de Molina lo deja
establecido
en el “Burlador de Sevilla y Convidado de Piedra”,
fruto de su cosecha:
es allí Don Juan viril, brutal, hidalgo, mujeriego,
populachero quien acecha
a pescadoras, pastoras y duquesas; siendo a la vez
católico y pecador empedernido.
En 1665,
Jean Baptiste Poquelín – Molière -, toma la línea de Tirso de Molina, pero con
un Don Juan en su obra “DOM JUAN OU LE FESTIN DE PIERRE” (Don Juan o el
convidado de piedra”), cínico, arrogante y a la vez escéptico religioso que da
una visión bastante diferente a la que le dio vida su creador inicial:
Molière a su Don Juan le endilga una alta dosis de
cinismo.
Siniestro personaje, escéptico, arrogante y amoral,
nunca pensando en hacer el bien, más bien el mal:
¡Abajo la tirsiana beatería y que viva por siempre el
erotismo!
Al siglo
XVIII corresponden principalmente tres obras sobre Don Juan: la del español
Antonio de Zamora, “NO HAY PLAZO QUE NO SE CUMPLA, NI DEUDA QUE NO SE PAGUE”;
la ópera italo-austriaca con libretos de Lorenzo Da Ponte y música del gran
Wolfgang Amadeus Mozart: “DON GIOVANNI”, en gringo Míster John, en ario Herr
Johann, en castellano Don Juan o en nuestro chibcha Ñor Juancho. Los dos
también son coautores de las también famosísimas Bodas de Fígaro. Completa la
trilogía la versión de Don Juan: “DON JUAN O EL CASTIGO DEL LIBERTINO” escrita
por Carlo Goldoni, comediógrafo italiano, quien afortunadamente dejó el oficio
de abogado para dedicarse a la literatura. ¡Ah malhayas hicieran otro tanto
algunos javerianos que conozco!:
No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se
pague,
en el XVIII promulgaría Antonio de Zamora,
Mozart con su Don Giovanni andaría también dándonos
lora
y si quiere más: Goldoni con su Don Juan tendrá pa´
que divague.
Llegaría
el XIX y con él el romanticismo y el mito daría nuevos rumbos: En algunos casos
conservaría el tipo primitivo, pero otras veces daría paso a expresiones de
vivencias personales de sus autores que en sus vidas tuvieron mucho que ver con
él. Tal los casos del “DON JUAN” de Lord Byron (George Gordon), en la que sintetiza
su rebeldía, capacidad irónica y extraordinaria sensibilidad, considerándosele
como su obra cumbre; y “EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA” de José de Espronceda,
fantasiosa versión del mito de Don Juan:
Vendrá enseguida de Lord Byron el Don Juan
y El Estudiante de Salamanca de Espronceda
que son parte de sus vidas un tanto noveleras:
Es lo que sus biógrafos más luego nos dirán.
Y
seguirán en este siglo más: Los franceses Alejandro Dumas y Prosper Mérimée, y
claro la que más le ha dado fama al personaje, tema de la tertulia de hoy: “DON
JUAN TENORIO”, escrita en 1844 por el español don José Zorrilla y Moral y a
cuya versión y memoria seguramente con suficiente propiedad y conocimiento de
causa, amén de experiencias propias se explayarán Sir Alonso Quintín y el Barón
de Carichana. Sin embargo, el Don Juan romántico que se presenta en estas obras
perdió todo su brío y por qué no su “encanto”: En ciertos momentos se nos
presenta como un juguete del destino, a cuyo encuentro y como salvador ha
salido el amor, amor que le deja enamorado y maltrecho. Don Juan, por voluntad
propia de sus creadores, se enamora sinceramente y deja de ser el eterno mito
de aquel cínico primitivo, que se limitaba a seducir mediante cuanta
triquiñuela imaginaba, para fácilmente olvidar y volver a seducir y continuar
el círculo vicioso:
Llega un Don Juan, mezcla de Montecristo y Mosquetero,
romántico francés, irónico, siniestro, enamorado,
jugador español, tramposo, seductor, acomplejado,
mas dejó de ser el cínico, brutal y para nada caballero.
Luego del
romanticismo del XIX se han escrito “Donjuanes” por montones, se ha convertido
en un problema psicofísco, con miles de conflictos y complejos, digno de ser
estudiado, analizado por médicos, psiquiatras, psicoanalistas y hasta le habrán
practicado tomografías y necropsias, amén de exhumaciones , excavaciones e
investigaciones exhaustivas. Pilar habrá tenido suficiente material de análisis
y seguramente disertará sobre el asunto y otro tanto desde su perspectiva de
antropólogo estará haciendo Pedro Indiana Jones Marín. Se le ha dado la
interpretación negativa como símbolo de la hispanidad, de la cual algo hemos
heredado los latinoamericanos. Un autor: Guerra Junqueiro, en “LA MUERTE DE DON
JUAN”, lo convirtió en neurótico, indiferente e impotente; el alemán Paul von
Heyse en “EL FIN DE DON JUAN” en un títere familiar. Otro tanto podría decirse
de los autores Lesja Ukraïnka de Ucrania o de los franceses Gautier, Musset,
Haraucourt y hasta del hermoso relato “EL AMOR MÁS BELLO DE DON JUAN” de Jules
Barbey D´Aurevilly, o el conde ruso Alexei Konstantinovich Tolstoi y los
ingleses Shadwell en “EL LIBERTINO” y Sir George Bernard Shaw, - el mismo que
dijo que “Los pañales y los políticos han de cambiarse a menudo… y por los
mismos motivos”- en “MAN AND SUPERMAN” (1903). No se ha escapado Don Juan del
análisis de connotados escritores españoles como Don Miguel de Unamuno quien lo
ve como una copia de sus propios problemas existenciales en “EL HERMANO JUAN”
ni de Don Ramón del Valle y de la Peña (Valle Inclán) quien lo plasmó en “EL
MARQUÉS DE BRADOMÍN”. José Martínez Ruíz – Azorín – en su “DON JUAN” lo revive
como una sombra del pasado, y en fin, otros muchos que lo ven cada uno a su
manera, pero siempre eterno. A la vez, burlón, mujeriego, caballero, indomable,
haciéndole piruetas y evasivas al amor y a la pelona.
Permítanme,
para terminar, transcribir al pie de la letra una nota que encontré como
complemento a este aporte: “Tal vez quien mejor comprendió este mito, después
de Tirso de Molina, fuera el dramaturgo Jacinto Grau Delgado, escritor español
quien vivió en Argentina desde 1939 hasta su muerte en 1958, que en dos
soberbias creaciones, “BURLADOR QUE NO SE BURLA” (1913) y “DON JUAN DE
CARILLANA” (1930), evocó en dos momentos distintos la eterna paradoja de su
alma; en DON JUAN DE CARILLANA, en el ocaso de la vida, sentimental, lleno de
recuerdos y nostalgias y caballero siempre; en EL BURLADOR QUE NO SE BURLA,
simplemente varonil, erótico a ratos, fiel trasunto del símbolo antiguo. Mito
siempre viejo y siempre nuevo, Grau lo eternizó de esta forma tan expresiva.
“Me parece verlo pasar aprisa por las calles; escapándose, sin dejarse coger
nunca, como la felicidad””. Y concluyo:
Una creación llamada “Don Juan de Carillana”
un tal Jacinto Grau a la historia le aportó.
No creo que esto importe mucho, digo yo,
si aquí tenemos al “Dussán de Carichana”.
5. UN PERSONAJE LLAMADO DON JUAN
Jorge Dussán Abella
Abogado
Don Juan, el hombre
sin Dios ni ley, romántico y seductor, temerario, egoísta e inmoral, libertino
a quien ni siquiera la muerte espanta pero fiel a su palabra por ser caballero
de honor, es el prototipo del eterno enamorado objeto de la envidia secreta de
muchos varones y a la vez el miedo deseado de la mujer que, en el fondo de su
alma, anhela entregársele a sabiendas de que va a ser engañada, porque en la
fuerza y esplendor de su pasión este
personaje llevaba el germen de los mayores infortunios a la vida de quienes
eran objeto de ese mismo amor. Don Juan ha apasionado tanto a la literatura
como a la psicología y ha sido tratado
desde diferentes puntos de vista. Bajo el enfoque de las letras, le abre las
puertas de la literatura española Tirso de Molina cuando escribe Don Juan y el convidado de piedra, donde
convierte al protagonista en leyenda y lo señala como el prototipo del
mujeriego impenitente incrédulo, valiente y seductor que enamora a Ana de Ulloa, la hija del jefe militar de
Sevilla, don Gonzalo de Ulloa, Comendador de Calatrava, a quien le da muerte en
un duelo al salir este en defensa del honor de su hija. Posteriormente, en un
gesto satánico y audaz, de un cinismo y descaro propio de este calavera sin
Dios ni ley, ni temor al fuego eterno ni a ningún castigo divino, don Juan
visita el sepulcro del Comendador para invitar a la estatua de su víctima a
cenar y la figura de piedra asiste y le devuelve la invitación, la cual acepta
el arrogante don Juan pero, esta vez, ya ante el sepulcro, la efigie de don
Gonzalo agarra con su guante piedra al arrogante libertino y lo arroja al
averno. En este drama de Tirso de Molina no existe arrepentimiento alguno de
don Juan, porque no tiene sentimientos de culpa ni aprensión alguna y por eso
se despeña indiferente al castigo eterno. Más tarde, el poeta y dramaturgo
romántico José Zorrilla toma nuevamente la figura de don Juan pero esta vez la
transforma en un sujeto más humano, aunque igualmente jactancioso de sus
aventuras y deslices y que después de muchos lances eróticos y de pretender a
doña Inés, enamorado locamente de ella, la implora de rodillas al Comendador y
ofrece el cambio de su vida por el amor de esta dama, pero es rechazado y
entonces clama abatido y desolado, sintiendo cernirse en su alma la tormenta
que lo arrastrara consigo:
¡Llame al cielo y no me oyó,
pues que sus puertas me cierra,
de mis pasos en la tierra
responda el cielo, no yo!
En otro ámbito, el
músico austriaco Wolfgang Amadeus Mozart recoge el personaje y el tema en Praga
con su ópera Don Giovanni, en la cual
el instinto del seductor es guiado por el odor
di femina, sin que importe el nombre o condición de la dama seducida. Al
fin y al cabo el amor pasa y retorna como las nubes en la incertidumbre del
momento fugaz. Y en este drama, de regreso de sus correrías nocturnas
amatorias, Don Juan salta la tapia del cementerio y, cuando ríe descaradamente
de su última aventura, oye la voz de ultratumba del Comendador pidiéndole dejar
en paz a los muertos y por toda respuesta Don Juan invita a la estatua del
Comendador a cenar en su casa. Servida la mesa, doña Elvira, su antigua
seducida, aparece y le ruega cambiar de vida pero es rechazada e igual hace la
figura del Comendador que ha accedido a la invitación, ante lo cual se niega y
entonces es precipitado a los infiernos.
Y así como los
citados muchos otros autores han perseguido el tema y dado su propio
tratamiento al perfil de don Juan, sin dejarlo perder su carácter de seductor y
hombre de honor, e inclusive llegando a considerarlo como “un pensador”, teniendo como base el contorno que este mismo dibuja
en su encuentro con don Luis, emulo de aventuras, a quien le comenta sin reato
alguno:
Por donde quiera que fui
la razón atropellé.
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé,
y a las mujeres vendí.
la razón atropellé.
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé,
y a las mujeres vendí.
Yo a las cabañas bajé,
yo a los palacios subí,
yo los claustros escalé
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.
yo a los palacios subí,
yo los claustros escalé
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.
Ni reconocí sagrado,
ni hubo ocasión ni lugar
por mi audacia respetado;
ni en distinguir me he parado
al clérigo del seglar.
ni hubo ocasión ni lugar
por mi audacia respetado;
ni en distinguir me he parado
al clérigo del seglar.
A quien quise provoqué,
con quien quise me batí,
y nunca consideré
con quien quise me batí,
y nunca consideré
que pudo matarme a mí
aquel a quien yo maté.
aquel a quien yo maté.
Y este panorama de
vitalidad y fuerza, al ser traducido en cifras, precisa que Don Juan sedujo (¿o
sedujeron a Don Juan?):
"…En
Italia son 140, en Alemania 231, en Francia 100, en Turquía 91, pero en España
¡son ya 1003! Campesinas, nobles, burguesas, condesas, baronesas, princesas,
mujeres de todo rango y clase… ¿Cómo lo hace? Bueno, eso ya lo sabéis…"
Y todo, no lo olvidemos, porque don Juan no busca una
mujer perfecta sino una nueva conquista que satisfaga su vanidad y de pronto no
tanto el deseo sexual, como podría pensar el común de las gentes acuciadas por
el morbo y la curiosidad carnal, pues como dijo el poeta inglés Percy Bysshe Shelley:
"Riqueza y poder se disuelven en el gran mar del bien y el mal entre los
hombres… pero el amor, aun torcidamente sentido, es inmortal y perdura sobre toda la frágil
materia que será o haya sido".
Bajo cualquier óptica
que se lo quiera mirar, en toda forma este personaje se caracteriza por ser el
prototipo del hombre lujurioso, con
apetito desordenado del deleite carnal, con pensamientos propios de naturaleza
sexual y posesivos sobre la mujer que se convierte en su objeto y compulsión
humana. Por eso los psicólogos también han jugado su papel pretendiendo
analizar el alma de este personaje y anotan que don Juan Tenorio padece un
desorden psico-sexual, sin que puedan omitir que es ante todo un hombre
inmoral, aventurero, erótico, valiente y gallardo, para lo cual se basan en la
exposición que hace Sigmund Freud desde su posición psicoanalítica al señalar
que el desarrollo sexual se inicia con la fase oral, caracterizada porque el
niño obtiene una máxima satisfacción al mamar, y continúa en la fase anal, en
la que predominan los impulsos agresivos y sádicos; y que después de una fase
latente o de reposo, se inicia la tercera fase del desarrollo, la genital, con
el interés centrado en los órganos sexuales pero que la alteración de una de
estas tres fases produce la aparición de trastornos específicos sexuales o de
la personalidad, y en el límite de las formas aceptadas de comportamiento
sexual se encuentran las llamadas perversiones. Hoy, este proceder frente a la
evolución en los usos y costumbres y el ensanchamiento del margen de tolerancia
ha hecho que conductas consideradas tradicionalmente perversas se admitan como
válidas en el marco de los derechos a una sexualidad libre. Sólo en los casos
de malestar o de conflicto del propio individuo con sus tendencias, o en
aquellos en los que se pone en riesgo la integridad física y moral de terceros,
se impone la necesidad de tratamiento psicoterapéutico y se le precisa, para
que no se convierta en delito, puesto que debe existir el mutuo consentimiento
y la superación de la autocensura.
Para los
psicoanalistas, don Juan es un fantasma femenino que trae la figura de un
hombre al que no le falta nada. Es la imagen de un padre en tanto no castrado.
Es el objeto absoluto, siempre está allí en el lugar del Otro, siempre listo,
sustentando el falo como significante de la potencia de la generación. Este don
Juan es el anhelo en la mujer de una imagen que juega su función fantasmática:
hay un hombre que lo tiene, el falo, y mucho más y no puede perderlo. La posición
de don Juan en el fantasma implica que ninguna mujer puede tomárselo, que no
puede perderse con ninguna mujer, pues ella necesita sentirse ser
verdaderamente el objeto en el centro de un deseo. A lo cual cabe agregar que,
además, somos humanos. Carne. Debilidad. Deseo. Libido. Y la mujer para el
hombre siempre será polo de atracción, enigma, misterio, objeto,
cuestionamiento, alma y vida. Y ella, seducida o conquistadora, hace girar la
rueda de la historia a su capricho imponiendo al hombre su voluntad. Y nos
encontramos frente al deseo y al amor, que no siempre van parejos, pues en
tanto el hombre busca y sabe hacia dónde va con ceguedad, la mujer puede
diferenciar y entregarse sin deseo y sin amor. En la relación amorosa la mujer
encuentra un goce. Ella deviene lo que crea de manera totalmente imaginaria,
justamente lo que la hace objeto, tanto que en el espejismo erótico ella puede
ser el falo, serlo y a la vez no serlo.
También, desde el
ángulo clínico, Don Juan como prototipo fue visto por el endocrinólogo Gregorio
Marañón quien lo consideró como un ¡sujeto bisexual!, o sea que
sentía atracción sexual por ambos sexos y era capaz de tener
fantasías y disfrutar tanto de las relaciones físicas heterosexuales como
homosexuales. Sin embargo, para un psicoanalista, como Jacques Lacan, "Don Juan no se confunde pura y
simplemente, ni mucho menos, con el seductor en posesión de pequeños trucos
efectivos en toda ocasión. Don Juan ama a las mujeres, incluso se diría que las
ama lo bastante como para saber, dado el caso, no decírselo, y que las ama lo
bastante como para que, cuando se lo dice, ellas le crean (…) busca de verdad,
como va a buscarla, como no se contenta con esperarla ni con contemplarla, no
la encuentra, o sólo acaba encontrándola bajo la forma de aquel invitado
siniestro que en efecto es un más allá de la mujer, inesperado, y que no en
vano es efectivamente, el padre. Pero no olvidemos que cuando se presenta, lo
hace, bajo la forma del invitado de piedra, de esa piedra con su lado
absolutamente muerto y cerrado, más allá de toda vida de la naturaleza".
Mirando el tema bajo
otro aspecto digamos que si somos carne y atadura mortal, tenemos que sentir y
vivir el sexo como parte importantísima de nuestro instinto natural porque el
sexo no es malo, al contrario, produce satisfacción, descanso y relaja física y
moralmente. Además, en el ser humano (y en cualquier animal viviente) hay
igualmente una búsqueda o necesidad reproductiva. Por otro aspecto, el sexo,
como el hambre y la sed, son necesidades orgánicas. Mientras el hambre y la sed
pueden conducirnos a la muerte, la necesidad sexual se puede postergar o ser
reemplazada por otros intereses, así reste una frustración. La sexualidad
humana es una función natural muy importante de nuestra vida que debe ser
placentera, y no tomarse como obsesión compulsiva, porque si no fuera así ya
estaríamos extinguidos como especie. Es parte vital, así como el apareamiento
en los animales es un instinto natural cuya finalidad es evitar la extinción de
la especie. En los humanos la sexualidad adopta características diferentes y
hoy la sociedad en su nuevo conceptuar censura el libertinaje, que sí existió
en otros tiempos, así como pensar en la monogamia como algo intrínseco a la
naturaleza humana es un concepto discutible, pues no siempre han existido las
parejas monógamas a través de la historia. En el hombre hay una búsqueda
insistente por la mujer. Ningún hombre es igual a otro, así como tampoco una
mujer es igual a otra. Totalmente diferentes entre sí pero, hombre y mujer, dos
mundos paralelos que como las líneas del espacio se entrelazan y se alejan.
Sin embargo, hoy, que todo se busca
mirar bajo la óptica freudiana, en nuestro mundo actual, que no parece tan
interesado en las aventuras galantes como si en el de la fantasía y el internet,
el ropaje, la figura idealizada de artista pulida con cirugía plástica y la
vana apariencia; también, quizás a causa de la superpoblación y la escasez
económica, se considera que debe existir la pareja, con o sin el objetivo de
formar una familia, y al demostrar las estadísticas que el hombre es más infiel
que la mujer se está aduciendo, como hace Marañón con Don Juan, que esta
condición lejos de hacerlo más hombre deja en duda su hombría pues se está
demostrando una homosexualidad latente, porque al frecuentar tantas mujeres, se
pone en evidencia que ninguna mujer lo puede satisfacer y ¡lo que realmente
está buscando es a otro hombre!
Pero, remontándonos a
otras esferas, relativas a este morbo o deliciosa condición de unos cuantos
escogidos, recordemos que en la mitología el amor era protegido por los dioses
y en Grecia fue Eros el dios de la atracción sexual, el amor, el coito y la
fertilidad, y Afrodita la diosa del amor, la lujuria, la belleza, la
prostitución y la reproducción. Pero con el paso del tiempo, el cambio del
pensamiento y las costumbres, vino la antítesis cristiana señalando para el ser
humano la castidad, que exige fortaleza espiritual y entonces cita como ejemplo
de esta virtud, a más de eremitas, ermitaños y estilitas, a San Francisco de
Asís, quien al ser tentado por la lujuria prefiere arrojarse entre unos
espinos, pero quienes lo traen como ejemplo olvidan el pecado en que el santo
incurría por el atentado que estaba haciendo contra su propia vida. Y aquí cabe
preguntar: ¿Acaso, sin habérsele pedido consentimiento al ser humano para venir
a la vida, se le entrega un cuerpo y un entendimiento que conforman su
naturaleza y le permiten buscar el placer y el displacer como forma de
satisfacción o elación espiritual, es una razón lógica para decir que lo que
está en la naturaleza del hombre es malo? No olvidemos antes de responder que
el impulso sexual está dirigido al goce inmediato y a la reproducción, así como
los diferentes aspectos de la relación psicológica con el propio cuerpo y de
las expectativas de rol social, ni tampoco omitamos la psicología moderna
cuando señala que la sexualidad puede o debe ser aprendida y que los tabúes
sociales o religiosos pueden condicionar considerablemente el desarrollo de una
sexualidad sana.
En la actualidad
lamentablemente don Juan ha muerto y más con los avances en materia
cibernética, en donde bajo el anonimato y falta de responsabilidad se permite
ingresar a través del internet hacia lugares donde el goce sexual no tiene
consecuencias, allí donde se puede encontrar de todo y para todos los gustos,
masturbando la imaginación, atiborrando el alma de fantasmas eróticos, como
espectador impotente enfermo y degradado, ante lo cual cabe preguntar si este
onanismo con medios cibernéticos ¿será mejor para conservar la salud de la
especie humana al no estar compartiendo ni agrediendo a otro prójimo? ¿O será
mejor tener una figura como la de don Juan que estimule la imaginación y el
deseo de aventura? No olvidemos que las emociones están
controladas por el cerebro, el cual también se encarga de recibir e interpretar
todas las señales que le llegan desde el organismo y el exterior. Y en él, el
hipotálamo está encargado de algunas funciones vitales para sobrevivir como son
la del comer y la actividad sexual. Y si el mecanismo hipotálamo-hipófisis sufre
una lesión ésta puede alterar la función sexual normal.
Y yendo al punto
religioso del premio o el castigo por este deliquio, deseo, necesidad, impulso
biológico exacerbado, manifestación adictiva al sexo, desesperación, angustia,
producido por un exceso de testosterona en el cuerpo así como también por el
estrés o la angustia, que hace más agresiva la persona que la padece pero que
es simplemente una patología que puede ser tratada clínicamente, ya que don
Juan en toda forma, sin arrepentirse por haber buscado y seducido a tantas
féminas y ellas complacidas aceptarlo, es llevado al infierno por el
Comendador, en un caso, o se salva por intercesión de doña Inés, en el otro
evento, y si seguimos la pista por el mundo judeo-cristiano vemos que allí se clama
por el infierno con llamas, torturas y crueldad inimaginables, donde el demonio
Asmodeo se encarga del réprobo lujurioso asfixiándolo en fuego y azufre; en
tanto que en el África es práctica común la poliginia y en el Islam, el Corán permite al hombre tener hasta cuatro esposas, pero
especifica: “si temes no poder hacer
justicia entre tus esposas, entonces cásate con una sola” (¿o será por
aquello que dice el refrán: Una se
aburre, dos se pelean, tres se entretienen?) y en esta creencia
existe un paraíso donde viven las huríes, hermosas doncellas que recompensan a
los verdaderos creyentes con el sensual placer de su compañía después de la
muerte. Y por si fuera poco, las huríes permanecen jóvenes y puras por toda la
eternidad, aunque tienen el poder de concebir y tener hijos a voluntad del
creyente. “Habrá huríes de grandes ojos,
semejantes a perlas ocultas, como retribución a sus obras […] Habrá buenas,
bellas, huríes retiradas en los pabellones, no tocadas por hombre ni genio”,
las cuales cantan dulcemente y con hermosas voces que jamás nadie escuchó, para
sus esposos: “Nosotras somos buenas y
bellas, las esposas de la noble gente, que miran a sus esposos felices y
contentos. Somos eternas, nunca moriremos, estamos fuera de peligro, no
temeremos, permaneceremos aquí y jamás nos iremos” y en este edén cada
hombre podrá tener al menos ¡setenta y dos esposas!, frente a lo cual me
pregunto: ¿qué podrá hacer entonces don Juan?
ESTA EDICION ES LIMITADA Y PROPIEDAD DE LOS CONTERTULIOS
DE LA TERTULIA CARICHANA DE IZA. LOS CONCEPTOS E IDEAS
CONTENIDAS EN LAS INTERVENCIONES SON DE
RESPONSABILIDAD EXCLUSIVA DE SUS
AUTORES. SU LECTURA SE ESPERA
ESPECIALMENTE POR PARTE DE
ESTUDIANTES Y JUVENTUD
CON ANSIAS DE LIBERTAD
Y SUPERACION
ESPIRITUAL.
Diciembre
2012
[3] Don Juan a Don
Luis: “¡Bah! Pues yo os complaceré/doblemente, porque os digo/ que a la novicia
uniré/ la dama de algún amigo/ que para casarse esté/ “(la novia de Don Luis)
J. Zorrilla. Don Juan Tenorio, Madrid, Afrodisio Aguado, S.A., 1948. P. 59.
[4] El
falo es un significante, que representa tanto la asunción del sujeto de su
sexualidad, como la castración simbólica, el órgano en erección (G. Pommier.
Que veut dire Faire l´amour? Paris, Flammarion, 2010, p. 313), “el falo sólo se
erige en un entre-dos (314)
[5] J. Lacan Le Séminaire livre IV, La relation d´objet,
1956-1957, Paris, Éditions du Seuil, 1994, p.418.
[7] Don
Juan a Don Gonzalo: “Su amor me torna en otro hombre/ regenerando mi ser/ y
ella puede hacer un ángel/ de quien un demonio fue”. J. Zorrilla, Ibid, p. 191.
[8] Don
Juan al escultor: “Podéis estar convencido/ de que Dios no le ha querido (a él,
Don Juan)”. Ibid. P. 216.
[9] Don
Juan a la estatua de Don Juan: “pues podré saber de ti /si hay más mundo que el
de aquí/ y otra vida en que jamás, / a decir verdad, creí.” Ibid. P. 239.
[13] Doña Inés:
Nunca el claustro abandoné/ ni sé del mundo exterior/ los usos; mas tengo
honor; / noble soy, Brígida, y sé/ que la casa de Don Juan/ no es buen sitio
para mí;(…)Ibid, p.165.
[16] J. Lacan. L´angoisse, séminaire 1962-1963, publication
hors commerce. Document interne â l´Association internationale et destiné à ses
membres, p. 247
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