miércoles, 6 de febrero de 2013

FUNDACION CASA DEL SOL: TERTULIA

FUNDACION CASA DEL SOL: TERTULIA: PRESENTACIÓN MEMORIAS DE LA TERTULIA DE CARICHANA   Teniendo como fondo el paisaje del Valle de Iraka, un grupo de ami...

TERTULIA





PRESENTACIÓN


MEMORIAS DE LA TERTULIA DE CARICHANA

 
Teniendo como fondo el paisaje del Valle de Iraka, un grupo de amigos (Ramiro Ávila Morales, Fernando Alberto Cely Herrán, Jorge Dussán Abella, Pedro Marín Garay, Pilar González Rivera, Alonso Quintín Gutiérrez, Carlos H. Salcedo Hernández, Rafael Pardo, Hildebrando Porras, Ángela Valderrama Díaz, Jorge Darío Vargas, Gloria Vargas, junto con los maestros de la guitarra Germán Huertas y Wilfredo Valero) nos hemos venido reuniendo en la finca Carichana de Iza, con el objeto de conversar sobre temas diversos de arte y cultura, buscando pasar un momento agradable, deleitarnos con el goce de la palabra, las anotaciones graciosas y cultas, repasar la historia, indagar sobre autores interesantes a veces olvidados y preguntando sobre el por qué las letras en Colombia, por no decir que en Boyacá concretamente, están como ausentes de la realidad del país y por ende del departamento pues, si bien el pensamiento de estos contertulios es diverso, sus posiciones políticas diferentes, sus creencias religiosas respetadas, su inquietud mental similar, a pesar de la disparidad de cada asistente, vemos cómo en los últimos 50 años de historia de Colombia hemos pasado por situaciones de conflicto, violencia, terrorismo, escándalos financieros, politiquería corrupta al más alto nivel, desplazamientos masivos por culpa de la guerrilla y el paramilitarismo, desaparecidos por cuenta del establecimiento con falsos positivos, secuestrados por delincuencia común y grupos subversivos, voladura de puentes y tramos de carreteras. Sin consideración alguna ni respeto por la condición humana se ataca las poblaciones y se masacra al campesino inerme sin que pase de ser una simple noticia de prensa y se ha llegado al colmo de volver a perderse parte del territorio patrio con el reciente fallo extra y ultra petita de la Corte de La Haya, así como en otro tiempo perdimos fronteras frente al Amazonas, al Perú Brasil y Venezuela, como si esta Patria no nos doliera, como si no nos perteneciera. Sin embargo pese a los violentos y a la clase violenta dirigente aún existen cosas positivas, seguimos gozando del más hermoso paisaje del mundo con la fauna más variada, reservas naturales únicas unidas a la naturaleza feraz del trópico y, en este departamento, que es un  privilegio para nuestro país, tenemos un colombiano soñador y persistente, hombres de letras y científicos, y un anhelo de paz y convivencia.


Sin embargo, frente a este panorama vemos extrañados cómo en este medio siglo transcurrido no ha habido sino un simple cambio de edad y de generaciones sin que se haya producido una creación en el pensamiento colectivo, ni en las corrientes estéticas ni en las artes plásticas ni en las letras, cuando en este país de memoria olvidadiza cada diez años surgía un nuevo grupo reformador de las letras, las artes y el pensamiento en general y así se introdujo por ejemplo desde principios del siglo XX con los Centenaristas, Los Nuevos, los Bachúes, los Piedracielistas, los Cuadernícolas, Mito y finalmente el Nadaísmo en 1960, cuya memoria dejó plasmada con su forma innovadora e irrespetuosa. Más de aquí en adelante no se encuentran sino voces respetables pero aisladas: no movimientos colectivos. ¿Qué ha pasado? ¿En dónde está lo universal y lo nacional? ¿Los temas y motivos populares? ¿Por qué se encierra el artista en su ego y no fraterniza con su hermano? ¿Será que en nuestro país la conciencia colectiva murió junto con los sueños y las esperanzas?

Como no podemos creer que el pensamiento no evoluciona junto con el ser humano en Colombia, el grupo de amigos que nos hemos reunido sentados frente a una chimenea y decantado un licor noble, hemos decidido crear la Tertulia de Carichana, de versantes, tertuliantes, farsantes y tunantes, como la tilda un amigo participante, donde podemos dilucidar con libertad acerca de estos temas y otras inquietudes, buscar respuestas con la intención de llevarle estas preocupaciones espirituales a la juventud especialmente, a los hombres de letras, a los que aún se atreven a pensar libremente sin temor y aceptan el aforismo nietzscheano: escribe con sangre porque la sangre es espíritu.

Dentro de este contexto, presentamos algunos de los temas tratados en el curso de las tertulias que se iniciaron en septiembre de 2012 con Lecturas prohibidas y siguió con el Humanismo en octubre, Don Juan Tenorio en noviembre y seguirá con Los poetas malditos en enero de 2013.


I -         LECTURAS PROHIDAS


En la tertulia con el tema de las Lecturas Prohibidas, llevada cabo el sábado 1º de septiembre del 2012, se pensó puntualizar sobre aquellos temas y autores que fueron sometidos por autoridades inquisitoriales, eclesiásticas o civiles pretendiendo señalar cuál debía ser la correcta interpretación de los textos expuestos públicamente, llegándose al extremo de la quema de los libros y aún a la cárcel y difamación para su  autores, a pesar de lo cual hubo lectores que compartieron, censuraron o discreparon de tales escritos. Pero estos hechos no solamente se dieron durante la Edad Media, también en la época presente vemos cómo en las dictaduras -llámese comunista, fascista, absolutista, monárquica o reformista-, igualmente se pretende señalar lo que debe ser leído y lo que no puede serlo, condenando a la hoguera el texto impreso y a su autor a las mazmorras oficiales. Sin embargo, a pesar de tales requisitorias, se han salvado de su exterminio cientos de obras, memorias, relatos señalados en su momento como prohibidos, no solamente por su inclusión en el Indice sino por la decisión del gobierno despótico de turno que se siente lesionado con la palabra escrita. Bajo esta premisa, varios de los asistentes a la Tertulia trajeron algunos trabajos, entre los cuales se recuerda el de Jorge Darío Vargas con el tema escatológico de Francisco Quevedo y Villegas sobre el sitio donde la espalda pierde su nombre que, por conocido entre los lectores de este autor español, omitimos transcribir y de las otras ponencias, citamos dos más, las cuales seguidamente reproducimos como parte de esa memoria colectiva que está empezando a despertar en la Tertulia de Carichana.



1.     EL DISCURSO ANTE LA TUMBA DE DIOGENES ARRIETA DE JOSE MARIA VARGAS VILA

Jorge Dussán Abella


Dentro de la tesis que hemos planteado con Alonso Quintín de poder tener un motivo de referencia para esta tertulia que sirviera de abrebocas, se escogió el tema de las lecturas prohibidas, o sea aquellas que rayan en la heterodoxia, y que son lecturas de la soledad –no aptas para el público susceptible de encontrarse frente al demonio y al escándalo- y que son textos de pronto contradictorios, discrepan del común o pueden ser una interpretación diferente de un  escrito leído en forma tradicional sin reflexión alguna, que provoca el escándalo, el razonamiento y abre una nueva perspectiva al espíritu. Pues bien, dentro de este parámetro, he traído el famoso discurso ante la tumba de Diógenes Arrieta de JOSÉ MARÍA VARGAS VILA a quien ustedes recordarán como un orador elocuente, panfle­tista por excelencia, representante del modernismo, nacido el 23 de julio de 1860 en Bogotá, hijo del general José María Vargas Vila y Elvira Boni­lla Matiz; de cuya infancia y juventud poco se sabe, salvo que a los 16 años estaba enrolado en las fuerzas que dirigía el general Santos Acosta, que fue maestro de escuela en Ibagué, Guasca y Anolaima y que habiendo sido recomendado por su pariente José Joaquín Ortiz con el presbítero Tomás Escobar, rector del Liceo de la Infancia, por un incidente con este, Vargas Vila envió una carta al periódico La Actualidad de Juan de Dios Uribe, que fue tildada de amoral y obscena al acusar al clérigo de sodomita (comentarios que aún se repiten contra estos distinguidos miembros eclesiásticos), lo cual escandalizó al Bogotá de la época y obligó a un proceso que terminó contra Vargas Vila y lo hizo salir para Tunja. En Villa de Leyva volvemos a encontrarlo como secretario del general Daniel Hernández y participa en la revolución de 1885 contra Rafael Núñez. Hernández murió en La Humareda y Vargas Vila, tuvo que salir del país por Casanare y escribió un texto panfletario y lapidario contra los hombres de la llamada Regeneración llamado “Pinceladas sobre la última revolución en Colombia. Siluetas bélicas”. Se estableció en Rubio, Venezuela, y fundó el periódico La Federación. Después siguió a Maracaibo. Exilado de su patria, no pudo asistir al entierro de su madre en 1887 y por ello nunca perdo­nó los gobier­nos conserva­dores y fue enemigo acérrimo de Rafael Núñez a quien llamaba "Tirano esfinge, espantoso Prometeo devorado por el buitre del recuerdo, inclinado sobre dos abismos, el del mar y el de su conciencia...". En 1891 Vargas Vila se encuentra en Nueva York donde funda y redacta la revista “Hispanoamérica”. En 1893 regresa a Venezuela y el presidente Crespo lo nombra secretario privado, pero debe salir nuevamente para Nueva York al ser derrocado Crespo. Fue ministro del Ecuador en Roma en l898 por su amistad con Eloy Alfaro y cónsul de Nicaragua en Madrid. Viajero impenitente, se aisló en Madrid desde 1900 y se desplazó a Barcelona donde murió el 23 de mayo de 1933, casi totalmente ciego.


Vargas Vila era un sujeto acosado por una neurastenia aguda, arrogante y vanidoso;  convencido de que su genio era incomparable; se elogiaba con frecuencia a sí mismo de una manera irritante. Su egolatría era monumental, sin embargo "Marca, dentro de su tiempo, una de las realizaciones más completas" y "Pese a los arabescos de mal gusto y a algunas reminiscencias incómodas, contiene elementos sólidos y durables". Por su forma de vida creó la Leyenda Negra de Vargas Vila y se decía que era inmensamente rico, que vivía como un príncipe, que odiaba a las mujeres, a los curas y a las monjas: que su misantropía y su odio a la iglesia nacían del hecho de ser hijo de un cura párroco y una monja depravada; que era anarquista y que ayudaba con su dinero a los seguidores del anarquista Enrico Malatesta, financiando asesinatos y bombazos contra duques y marqueses. Que era homosexual. Que presidía sesiones de satanismo con sus amigos y cómplices. Que era impotente y que esta era la razón de su odio a todo lo viviente. Que era hermafrodita. Y todo esto era aprovechado en Colombia por sus detractores y los círculos clericales que gozaban de los privilegios que tuvo la Iglesia, dado el dogmatismo y la intolerancia de la época. También se aprovechaban los intelectuales confesionales de la época que lo mencionaban no por su nombre sino como el "expatriado", el "satánico", el "bastardo", el "lenguaraz despreciable", el "desnaturalizado", "el blasfemo", "el luciferino mendaz", el "enemigo de la paz, el orden y la autoridad", "el decadente pernicioso", el "disolvente", el "degenerado". Sin embargo, a pesar de los denuestos, escribió 8 libros de historia, 7 de filosofía, 7 de política, 3 tragedias amén de otros artículos y publicaciones no recopiladas, y son famosas, entre otras, sus novelas Aura o las violetas (1887), llevada al cine posteriormente y la famosa trilogía Emma o lo irreparable (1889), Flor de fango (1895) e Ibis (1900), llamada "la biblia del suicidio" porque su lectura se dice que fue causa de 14 suicidios y disolución de muchos matrimonios. Sin embargo, y pese a todo lo que se decía, sus libros circulaban en las tabernas, en los corredores de las universidades, en las herrerías, en las oficinas de comercio, en los talleres de sastrería, entre los empleados de los servicios públicos, en la clientela de las peluquerías y de las carnicerías, a la vez que los curas sermoneaban desde los púlpitos ofreciendo las llamas eternas del infierno al apóstata que leyera los libros de este monstruo. Pese a ello, este escritor, el artista corrompido y corruptor, como se decía entonces, a quien se le atribuye blasfemia, corrupción y pornografía, combatió el despotismo y defendió la libertad y leyó en el cementerio de Caracas, ante la tumba de Diógenes Arrieta, una pieza oratoria de especial mención y hoy rescatada de las sombras paulatinamente.


Pero antes de  conocer este texto prohibido, recordemos brevemente la figura del fogoso orador y parlamentario liberal DIOGENES ANTONIO ARRIETA, llamado el Demóstenes americano”, nacido en San Juan de Nepomuceno, Bolívar, el 14 de agosto de 1848 y fallecido en Caracas el 7 de agosto de 1897. De condición humilde logró ganar una beca y hacer sus estudios en el colegio del Rosario, San Bartolomé  y en la Universidad Nacional en donde obtuvo su título de aboga­do. En materia amorosa, en 1865 fue obligado a abandonar su pueblo natal por tener unos amores no permitidos con una prima, Conchita Bustillo Castellón, y luego estuvo casado por lo civil con Amalia Vargas Palacio y después por lo católico con Bethsabé Pradilla y García. Es el abuelo de la famosa escritora y poeta Amira de la Rosa. Diógenes Arrieta participó en la batalla de Garrapata durante la guerra civil de 1876. Fue, antes que todo, un político del "Olimpo radical" de quien se recuerdan muchos debates y especialmente el que hizo con motivo del señalamiento obligatorio de la enseñanza religiosa que se debía impartir entonces. Asimismo fue un escritor fecundo, periodista, parlamentario, orador formi­dable y poeta menor del roman­ticismo, humanista anticlerical, senador,  presidente del Estado de Cundinamarca, Ministro de Finanzas, Secretario de Instrucción Pública de Santander, profesor de filosofía e historia en la Universidad Nacional, secretario de la embajada de Colombia en Venezuela y miembro de la Academia de Historia de Venezuela. En materia poética escribió un poema famoso en el cual, Arrieta no vacila ni suspende el ánimo ante las verdades de un orden superior y niega de manera rotunda frente a cualquier interrogatorio supranatural como hombre que militó con ardentía, en las filas del radicalismo anticatólico, el cual tituló "¿Dónde está el cielo?" que termina diciendo:


Muere el hombre y no torna a levantarse...

¡Y nunca volverá!

Resucitan las fuentes y la planta;

mas el que dijo a Lázaro: ¡Levanta!

¡no ha vuelto en los sepulcros a llamar!

Recordando estos últimos versos, Vargas Vila pronunció ante la tumba de Diógenes Arrieta el siguiente texto prohibido:


Señores:

La grandeza de este muerto, proscribe de aquí la Religión;

no hay aquí más rito, que el rito del cariño;

no oficia aquí, sino un Sacerdote: el Dolor;

suplamos las preces de la Piedad, con las preces de la Amistad.

¡Oh, el Gran Muerto!

Ya se hundió en la sombra eterna, en la niebla insondable, en el abismo infinito;

la Fé cree ver en el vuelo de las almas, en la región oscura de ultra­tumba, en un viaje mitológico hacia no sé qué lejano horizonte poblado de quime­ras;

el Pensador, se inclina sereno a la orilla del Sepulcro, y ve en el polvo, que hacia el polvo rueda, la solución completa de la vida;

ni Calvario, ni Tabor; nada es la Tumba;

ni Castigo, ni Redención; nada es la Muerte;

es el descanso eterno...; la infinita calma...;

la quietud suprema... ¡el Nirvana Redentor!

el Sueño del cual nunca se despierta, en brazos de la madre primitiva;

¡felices los que se prenden, primero que nosotros, al pezón inagotable de esa madre, siempre joven!

.................................................................................................................................................................

y, tú, ¡oh Muerto Ilustre! duerme en paz, al calor de una tierra amiga, a la sombra de una bandera gloriosa, lejos de aquel Imperio Monacal que nos deshonra;

duerme aquí en tierra libre;

tu tumba será sagrada;

aquí no vendrán, en la noche silenciosa –como irían en tu Patria-, los lobos del fanatismo a aullar en torno a tu sepul­cro, hambrientos de tu gloria;

los chacales místicos no rondarán tu fosa;

y, las hienas, las asquerosas hienas de la Iglesia, no vendrán a profanar tu tumba, desenterrando tus huesos, para hacer con ellos, el festín de su venganza;

¡duerme tranquilo!: has muerto en una patria, en que sería glorioso haber nacido;

descansa, ¡oh Maestro! ¡oh mi amigo!;

duerme para siempre;

los muertos como tú, no se despiertan;

ni escuchan la trompeta del Arcán­gel;

ni acuden a la cita final en Palestina;

sobre tumbas como la tuya, donde la luz impide que germine la beatifica luz de la Quimera, no se detiene el Cristo mítico, ni abre su floración de sueños el Mila­gro;

nadie los llama a Juicio;

tú lo dijiste;

Aquel que dijo a Lázaro: ¡Levanta! No ha

vuelto en los sepul­cros a llamar;

¡no llamará en el tuyo!

¡Duerme en paz!



2.     TEXTURA DE UNA FÁBULA

Alonso Quintín Gutiérrez Rivero


Los pasajes de la historia  se vuelven lapidarios eslabones de los rituales de Torquemada, en el desentierro de un personaje oprobioso para las élites clericales y  políticas de un estado indescifrable por la manera de resolver sus contradicciones ideológicas y consagrado por entero a los santorales de donde salían gemidos de odio y de placer, destinatarios al fin y al cabo de crímenes horrendos, que después los historiadores  deformarían con su manera desdichada de inclinarse al paso de pendón de los vencedores o de su filial política.

Dussán incursiona en torno a un personaje odiado por unos, endiosado por otros, idolatrado por los amantes, indiferente para los príncipes, reverenciado por  bufones  de café, escoltado por  milicianos de Venus, escandalizado por los corredores conventuales donde “La conservaban en el mismo estado primitivo y retardatario de hacía diez lustros; aquel rebaño no sabía leer, la sombra piadosa de la iglesia había impedido que la luz llegara hasta los ojos  de aquella madriguera de topos”  (La Ubre de la loba p. 116).

José María Vargas Vila, más allá de su tono panfletario ironiza la condición humana y vagabundea sobre sus apariencias en endiabladas diatribas. No perdona nada y si  hace de su vida un mito es porque el vulgo necio no alcanza, no quiere o simplemente se niega a comprender, en un país donde las muertes de Tiro Fijo pasan por ciertas, o los reyes de los siete colores deambulan todavía sobre los campos de guerra de los chibchas, invocando  el último eclipse de la vida sobre los penachos de los usurpadores españoles.

La obra de Vargas Vila, más allá de ese discurso de postura atea y de látigo envolvente, infringe las leyes de la fertilidad dionisiaca, transita entre sibaritas,  mendigos del placer y la barbarie y se sumerge en una retórica temeraria que hace estremecer hasta los mismos cimientos del infierno.  Su palabra es de candente hierro y desbocada carrera a los abismos de donde sale ileso para sumergirse de nuevo. “Una gran tristeza lo invadió, pensando en esa novia lejana muerta en el puerperio y en ese hijo suyo, sacrificado antes de nacer a sus teorías maltuístas de abolición de la especie” P.104.

Dussán con la manera de estremecer la vida con su aguda espada inmola con el bate las estatuas de los jesuitas y de paso envía al cadalso a no pocos jerarcas, puestos en duda  por una moral instaurada desde los círculos de una sociedad  corrupta.

Pero Dussán  no solo es un satírico de la verdad, también es un auspiciador de controversias y diatribas, desde la exaltación de la divina erudición de Pedro Marín Garay y Darío Vargas para quienes los pedestales son bases de barro donde ostentar las vanidades del mundo y derribar ídolos un placer infinito. Con ellos es necesario andar a tientas como quien tantea las sombras porque en sus bosques se esconden escombros de luz dispuestos a arrebatarle  al mundo aquello que la ilustración deja tras si como el recuerdo vagabundo de una sociedad de pavorreales. Claro que hoy los ebrios del poder, se esconden con  el rey de bastos en la baraja de los destinos colombianos para señalar el destino de las próximas víctimas.

Quizá, la miseria de la condición humana, nos vuelva ausentes de  ese destino atroz trazado por los últimos veinte primos que han gobernado este ensangrentado país. Entonces  Uribe y sus secuaces, reirán  tras el último coctel  celebrado por la condena de  Yidis Medina, y toda su desvergonzada recua de malhechores con trajes de ministros.

Veo la sonrisa desdeñosa y malévola de Silvio, despedazando mis palabras en sus adentros pero al fin y al cabo preocupado porque de algún modo, coincidimos en que tenemos el penúltimo presupuesto para la educación en América Latina y el… primero para la guerra… cataplum, plum, plum. Mi amigo Silvio siempre tan reflexivo y erguido en su altivez de sabio, se espanta ante esos despropósitos y se burla de nuestras pobres elucubraciones al desamparo de mi ignorancia, porque qué pensarán los que sí saben cómo se manejan los hilos del estado y los títeres de la máquina militar para convencerlos de que hay zarrapastrosos en las selvas colombianas  que es necesario combatir y dar de baja sobre seguro, desde un avión fantasma a más 12.000 metros de altura o desde uno no tripulado como se estila ahora, mientras el presidente gana la última partida de naipes y de millones, en el club El Nogal o en la Casa De Nariño, que es lo mismo.


suplamos las preces de la Piedad, con las preces de la Amistad,


nos dice con tenacidad el vate en el discurso invocado por Dussán. Imagino a Gilberto Ávila invocando a Demóstenes o a su corte de filósofos sacrílegos, bajo el manto prodigioso de su fina ironía para desatar este nudo de argucias mal zurcidas y decir con elocuencia: Quintín tiene  razón, el estado es corrupto pero de él derivamos el gusto de divergir, y de abrigarnos al amparo de esta tertulia y así será mientras no nos tilden de sospechosos, de esas sociedades secretas que se reúnen malévolamente para hacer lecturas prohibidas mientras afuera, tocan  las campanas a misa y el nuncio apostólico resbala por las gradas de la catedral después de haber dado el visto bueno para que las clarisas recibieran las dos últimas doncellas, venidas de su lejana ignorancia a musitar bajo los pórticos las postreras expresiones de júbilo ante el paso marcial de "los seminaristas que van de paseo.


aquí no vendrán, en la noche silenciosa –como irían en tu Patria-, los lobos del fanatismo a

aullar en torno a tu sepul­cro, hambrientos de tu gloria;


Chepe Amaya, cauteloso con su verbo encendido, pensará conmigo que el estado se amaña y manda a sus sabuesos de cacería a cazar sindicalistas, y asesinarlos para dar parte de victoria, mi comandante hemos dado de baja a 480 facinerosos sindicalistas del demonio, ya puede informarle a su majestad Uribe que puede indicarle a Estados Unidos que nos hemos librado de esa plebe, aunque… quedan muchos, que iremos cazando poco a poco.


los muertos como tú, no se despiertan;

ni escuchan la trompeta del Arcán­gel;,


continúa el vate desde ese discurso propuesto por Dussán para provocar malentendidos en la santa iglesia católica, apostólica y romana.


suplamos las preces de la Piedad, con las preces de la Amistad.


Cuando pensamos en lecturas prohibidas el buen samaritano Dussán, arqueó las cejas, sonrió como adivinando los ríos de palabras que pasarían derribando monasterios, acribillando santos, despertando virginales deseos y azules campanarios, paro poner en duda la legalidad del estado, eso es rayar en lo sacrílego, no obstante su vocación de oficiante del escepticismo para quien la democracia no existe. Así y todo estuvimos de acuerdo y aquí estamos, sacrílegos confesos de una hermandad oculta, sin otro abrigo que la chimenea de Dussán al desamparo del vino. Por mi parte  me resigno a creer que el viento trae cicatrices y quejas innombradas donde la deslegitimación del estado parte de las camarillas corruptas que ostentan el poder, legitimando así la insurgencia armada y toda confrontación contra el aparato militar tan desprestigiado como sus mendaces capataces vestidos de corbata y tafetán.

Las viles alianzas con el narcotráfico, los paramilitares, la delincuencia común, los carteles de toda laya, indican a las claras que estamos frente a un estado corrupto, desprestigiado y envilecido, incapaz de gobernar y orientar por los senderos de la ética, la responsabilidad y el respeto un país en desbandada. En esas condiciones la insurgencia debe reemplazar a los dirigentes como lo dijo el fiscal: Prefiero tener a Timochenco como compañero en el congreso que en la selva disparando, pues según Husley, las mayores dificultades del hombre empiezan cuando puede hacer lo que quiere, sin olvidar que la victoria tiene también sus servidumbres.

Los seguidores del fürer Uribe se rasgarán las vestiduras, pero qué decir si al fin y a cabo, él nos entregó un país polarizado, repleto de maniqueos, devotos absortos de tan subyugante figura, audaz para mentir, mendaz para constreñir, rápido para desenfundar su cólera y mandar al sepulcro a contradictores, hábil para gobernar con banqueros y empresarios, frío para calcular y dividir, astuto para alucinar y hacer ver el bien donde existe el mal, ilusionista, encantador de serpientes y brujo de Lucifer.

Si no me equivoco a estas horas hacen contacto en Oslo, los interlocutores para un eventual proceso de paz. Jugada de maestro. Santos se perpetúa en el poder por la gracia de Dios y del pueblo. La divina astucia de los elegidos, asoma en todo su esplendor. Después vendrá la desmovilización, la entrega de armas, y los asesinatos selectivos, hasta acabar con el último vestigio de insurgencia, como lo hicieron con la U P, o el M-19 o Guadalupe Salcedo y los combatientes del llano. Todo terminará en que al fin hemos descansado de esos malandrines que nos impedían ejercer el poder como se debe. Ahora todo será como quieren los ciudadanos de bien: con amos, impuestos, alzas en la gasolina, persecuciones de la DIAN, y aplastamiento militar. Parte de bien mi comandante. Colombia ha triunfado.


el Pensador, se inclina sereno a la orilla del Sepulcro, y ve en el polvo, que hacia

el polvo rueda, la solución completa de la vida;


Dussán dirá al final de este comentario desfasado y arbitrario, que eso no es lectura prohibida, eso es pensar al revés señor… Bueno que el cielo se apiade de mi pobre existencia si llego a ser necio en medio de esta santa tertulia.


Gracias.






II.         EL HUMANISMO


El sábado 29 de septiembre de 2012, siguiendo la ruta mensual señalada para llevar a cabo la Tertulia de Carichana se habló sobre el Humanismo, o sea del movimiento intelectual que se extendió por Europa a partir del siglo XV que preconizaba al hombre integral con la razón y la capacidad suficiente para cultivar la sabiduría, con la inteligencia debida para conocer el griego y el latín, y se habla del antropocentrismo en contraposición al geocentrismo medieval, con un alejamiento de la Iglesia oscurantista que traía la Edad Media. Este sujeto, en su ideal, debía ser intérprete y autor de poesía e historia; conocedor de música, dibujo y pintura; caballero, gentil y galante que alternará con damas que debían ser honestas y tener a su vez conocimientos acerca de las letras, la pintura, la música y el baile. Tal pensamiento conllevó cambios en lo ideológico, en lo social, en lo político, en lo educativo, y en lo económico dando inicio al capitalismo. Sobre este tema hubo varias lecturas, como las que seguidamente se transcriben.

 


1.     PATRIMONIO Y DESARROLLO

Ramiro Avila Morales


Una cultura que logra revisarse en el pasado el presente y el futuro, es capaz de reivindicar y construir paso a paso sus intereses más sentidos hacia una ruta delirante en el cambiar de los tiempos.

Pareciera que una constante se adentrara en los imaginarios sociales, para proponer vertiginosamente la competencia hacia la lectura global del “desarrollo” perfilando criterios y objetivos de carácter economicista como el único punto de referencia en este tipo de planteamientos.

Este esquema del desarrollo ha implementado como su característica particular un enfoque lineal en los procesos históricos, en donde los pueblos estuviesen condenados a vivir etapas idénticas de desarrollo, hasta llegar al ejercicio de adaptabilidad del aparato económico propuesto por aquellos que van a la delantera.

Tal ideología pareciera incubarse en un enfoque etnocéntrico de imitación, interpretando que el objetivo primordial de toda sociedad es asumir valores hasta parecerse a aquellas consideradas más desarrolladas”. Aquellas que estando en el proceso y que no han alcanzado estos objetivos se consideran tradicionales, primitivas, por decirlo de otra manera subdesarrolladas.  De cierta forma, este tipo de sociedades  no han sido objeto de interpretación desde sus particularidades, ni se han revisado como únicas en relación con sus antecedentes y realidades culturales, ignorando los componentes y valores incorporados en ellas. ¿Qué hay de sus creaciones artísticas, de sus apropiaciones tecnológicas, de la adaptabilidad al entorno, en fin, de todas las manifestaciones expresivas que son el legado testimonial de identidad y pertenencia, como característica fundamental y pilar del deber ser en el contexto global?

Si bien la cultura es una dimensión olvidada cuando se reflexiona sobre el desarrollo, es sin embargo inevitable que participe y permee directamente esta realidad.  La cultura enfrenta hoy las repercusiones del cambio económico modificando aspectos de vida en zonas rurales y urbanas dando lugar a nuevas prácticas y que hoy difieren de su identidad original. Podría pensarse que la excesiva centralización así como las relaciones de mercados internos con los tratados de libre comercio, están afectando profundamente la organización local de las comunidades, modificando los esquemas de consumo, el comportamiento, las creencias, El sentido de lo estético y las necesidades, suprimiendo muchos de los valores culturales que le daban cohesión  y contexto a los lineamientos sociales.

No se puede desconocer que esta era contemporánea ha traído innovaciones de gran valor científico y tecnológico. Pero que no siempre han ido acompañadas del contenido sustantivo de los valores culturales, de la identidad de los pueblos que son en últimas, el objeto principal del desarrollo.

Tal aceleración ha venido propiciando conflictos y frustraciones por la transferencia de la cultura del mundo industrializado a los países del tercer mundo, sin establecer las bases de una comunicación, de un diálogo real entre ambas culturas, estableciendo un nuevo rol, abandonando hábitos y formas culturales que de forma tradicional, eran el componente fundamental de sentido.


El marco de referencia, el legado, la diversidad y la diferencia, son hoy el patrimonio cultural de los pueblos pero que no es  necesariamente algo exclusivo del pasado y por consiguiente inactivo y estático. La definición del patrimonio cultural de un pueblo, que se mueve e interrelaciona gradualmente asume las producciones de sus artistas plásticos, músicos, escritores, arquitectos, profesores, arqueólogos, poetas, soñadores, hombres de ciencia de los más conocidos y de los más anónimos, expresiones de la espiritualidad del pueblo, y el cúmulo de valores que dan significado a la vida y que incluye obras tangibles e intangibles mediante las cuales encuentra expresión la creatividad de esa comunidad, el idioma , la jerga, los ritos, las creencias los lugares, los monumentos históricos, la literatura, las obras de arte los archivos las bibliotecas y el patrimonio tecnológico tradicional del pueblo  hacen parte de ese fenómeno cultural dinámico pero único que lo ubica en el contexto del entorno próximo y valedero.

La cultura en general y el patrimonio cultural en particular, son herramientas de alto perfil capaces de transmitir mensajes de todo tipo incluyendo lo científico y tecnológico. Por esto en el devenir, la cultura no debe ser una idea tardía, ni el ejercicio abstracto de la melancolía, más bien, debe convertirse en las acciones concretas, bajo un principio de inclusión; para todas las esferas que tiendan a mejorar las condiciones de vida de las comunidades, lo que provocaría un modelo distinto de desarrollo para el beneficio de nuestras sociedades.




2.     LAS DELICIAS CONTENIDAS EN LOS PECADOS CAPITALES

Jorge Dussán Abella


En nuestra última reunión acordamos que el tema a abordar en esta Tertulia era sobre el Humanismo, pero esta es una acepción muy amplia en donde se encuentra desde el cuestionamiento del sistema político hasta las creencias mismas, pues ese momento espiritual de la historia trajo una amplia difusión de ideas antes no significativas donde se resaltó el valor de la persona y la dignidad humana, se señalaron los derechos antes negados por el despotismo político y religioso, se enfatizó la responsabilidad del ser humano para poder darle sentido a su vida sin tener que recurrir a la existencia de un mundo trascendental o un dios, y surgió para el espíritu una luz de esperanza contra la desesperación de la condena eterna o el destino, se abrieron estudios contra el dogmatismo imperante, se empezó a vislumbrar hasta dónde existe el pecado o la culpa dentro de este trasegar en busca de nuevos caminos abiertos al espíritu. En síntesis, el humanismo representó un gran salto del hombre en la indagación de su razón de ser, pero dentro de esa avalancha espiritual el individuo sigue viendo que es breve, que su cuerpo es parte de la misma tierra y debe regresar a ella, pero aquí ya se habla –no de una carroña- sino del ser de carne y hueso que ansía sobrevivir a la muerte y espera un más allá del cual no tiene certeza que exista, pues no hay prueba que lo confirme ni lo niegue. Es entonces cuando se produce el surgimiento de un esperanzador optimismo de origen fisiológico o patológico -pues no pasamos de ser animales diferenciados por la razón y el sentimiento- y, dentro de ese pensar y sentir, se proyecta un dios abstracto que no va a permitir la muerte sino que entregará la eternidad al tener que juzgar el alma, no porque Él sea necesario en sí sino para que al sancionar diga: ¡siga usted viviendo por una eternidad!


El ser humano, esa posible equivocación dentro del juego misterioso de la vida, al irse conociendo, al enfrentarse con sus semejantes, al establecer reglas para la convivencia y poder sobrevivir, considera necesaria la existencia del poder jerárquico, del sometimiento al más fuerte, de la delegación a la autoridad. Pero estos esquemas pueden ser violados, contradichos y verse el sujeto en peligro de ser enfrentado y destruido por otro más poderoso físicamente y entonces establece reglas de juego, interiores y exteriores. Las primeras, son normas de conducta moral que al ser contrariadas se llamarán pecado; las segundas, son las normas de conducta social cuya contravención será el delito.

Y al mirar las normas de conducta moral, esas reglas internas no escritas sobre papel, revisa una y otra vez cada paso que da, solo o acompañado, y cuestiona cómo debe ser el ideal pero tendrán que pasar unos cuantos años más (mínimos dentro de la existencia del homo sapiens u homínido pensante que solamente lleva alrededor de unos 150.000 años de existir sobre los 4.500 millones de años del planeta tierra, ubicado dentro de la joven la galaxia de la Vía Láctea que a su vez tiene 4.600 billardos de años) para llegar a conclusiones y señalar como pecado todo aquello que no está de acuerdo con su conducta; pero al no existir un solo hombre ni un pensamiento único ni ser idénticas las costumbres ni las circunstancias de raza, clima o medio, surgen diferentes nociones de pecado, esto es de contravención moral. Y aquí, como parte de este humanismo que hoy tocamos, respetando credos y sentimientos, quiero hacer unas reflexiones sobre la evolución mental del ser en torno a su propio existir y a las tormentas de sus dudas frente a su brevedad, y traigo a colación la noción de pecado señalando que una enfermedad es una disociación orgánica y del pecado se dice que es una disociación con Dios. Luego estamos viendo que el pecado es una enfermedad en relación a Dios, pero ¿quién ese Dios? Y ¿qué es el pecado? ¿El primero será que en verdad existe per se o solamente es un fantasma creado para no morir? Y lo segundo, ¿será una verdadera enfermedad de la psique o simplemente un duende para poder convivir en sociedad? Y ¿qué va a pasar con la sociedad cuando se vuelva a la nada, cuando se acabe el universo si es que termina? Para entonces ¿tendrá sentido el pecado? ¿El sueño de inmortalidad perdurará? Y esa ilusión ¿la tendrán también las flores, las aves, las bestias y todo cuanto es en la tierra y en el cosmos, o solamente es un privilegio que tiene el ser humano? Pero todo esto no pasa de ser un  valor afectivo y contra los valores afectivos no cabe la razón, y se dan los razonamientos cuando se piensa en ellos solamente con el cerebro y no con el alma, la angustia y el soñar. Hay que sentir para poder razonar como ser humano, hecho de carne y de pecado, de alma y de conciencia, de duda y de esperanza, y en el alma se necesita del mal, como el cuerpo de los gérmenes de las enfermedades mismas para poder controlarlas y acomodarse al medio. Un cuerpo perfectamente sano no existe. Un alma pura tampoco puede darse, pues nunca podrá discurrir, ni conocer ni pensar. Es necesaria tanto la enfermedad como el pecado, la vida como la muerte. Además es preciso tocar, oler, gustar, ver, oír, para poder sentirnos vivos y conservarnos, engendrar hijos, defender la vida y soñar en la posible eternidad aun cuando también divaguemos sobre un dios para que nos juzgue y nos permita seguir viviendo.

Se ha dicho que el hombre tiene un fatal destino sobre la tierra: él mismo  y el corazón tiene razones que la razón no comprende, dijo Pascal. Por eso, pensando en el ser humano, su grandeza y sus debilidades, como parte de ese descubrimiento, permítanme aludir a las delicias contenidas en los pecados capitales que son las que afectan su espiritualidad, lo hacen mártir, héroe, granuja o semejante a los dioses que ha creado pero, antes que todo, humano, demasiado humano.


Y entrando en materia, como buen pecador no arrepentido, porque el arrepentimiento es de cobardes y es un cambio de actitud infundido por el miedo o la angustia frente a lo que anteriormente se consideró correcto, me propuse escribir acerca de la delicia y el sabor que tiene para el cuerpo feble y para el espíritu que lo ha vivido y degustado, el que ha sido llamado capital y que es el que está más ligado al hombre y a su carnadura, y que lo hace más humano, aun cuando se le pronostica el castigo allende de la muerte por algunos elementos envidiosos o a lo mejor incapaces de sentir el placer de la vida bajo el auspicio del goce mundano y que, en todo caso, ante lo inexplicable y el desconocimiento de la psique y el funcionamiento del organismo gritan despavoridos: ¡Castigo! Castigo para el que siente placer por tener débil la carne y gozosa el alma.  


Mas, para no escandalizarlos, respetados oyentes, empecemos por precisar qué cosa es el pecado y para entenderlo digamos que esta locución es simplemente una noción especialmente mística fruto de conceptos religiosos, pues el pecado no existe, dado que este no pasa de ser sino sicopatología mental, psicosis, neurosis o perversión caracterizada por el apego excesivo a un objeto del deseo y que produce en quien la sufre deseo, ansiedad, angustia o depresión. Sin embargo vemos cómo en el mundo occidental, dentro del pensamiento cristiano-católico, el pecado será mortal en cuanto priva al hombre de la vida espiritual de la gracia, lo hace enemigo de Dios y digno de la pena eterna. Pero, lamentablemente para estos creyentes, no hay certeza ni prueba alguna de ese castigo y en cambio sí se tiene conciencia de la débil carnadura e ignoramos en verdad el castigo o punición que nos espera, alguna, puesto que nadie puede decir que la ha visto y que existe, y en aquellos corifeos que la pregonan lo único que vemos en ellos es el deseo insatisfecho, basado en sueños y fantasías, ante la impotencia de poder castigar personalmente al prójimo y por eso consideran necesaria una justicia divina para que sancione a los pecadores. O sea, es un deseo patibulario, como cuando se aplaude la existencia del verdugo para que ejecute el castigo pero en otros y, sin embargo, nadie acepta el cargo de verdugo ni le gustaría compartir socialmente con éste.


Pero permítanme seguirlos agotando con esta piedra de escándalo al estudiar al hombre y para empezar a bajar a este abismo o de pronto a emerger a la superficie, según la óptica con la que se mire, dejemos en claro que el pecado inicialmente fue un "olvido" o "dejar de lado", pero más tarde la tradición judeo-cristiana lo tomó como una ofensa a Dios (además no sabemos ni quién es ese Dios), al actuar de manera individual, sin tener en cuenta que Dios todo lo rige (lo cual podría llamarse mejor “soberbia” en Dios), y que el hombre es un propio instrumento de su Divina Voluntad (aunque tampoco sabemos cuál es esa voluntad). Lo cual nos permite deducir claramente que solamente hay pecado cuando se habla en el sentido religioso, pues históricamente los pecados capitales existen únicamente para los cristianos y los católicos, como vicios opuestos a la enseñanza moral del cristianismo y del catolicismo, no para la sociedad civil, y carecen de censura universal. También vemos que el pecado capital está cubierto de superstición mística, independientemente de cualquier concepción filosófica o religiosa, porque siempre ha sido evidente que las pasiones anárquicas operan en contra del individuo, olvidando que este es un problema individual de cada sujeto mientras no trascienda contra el prójimo y por tal motivo hoy, en un plan de reivindicación dado el avance científico, se admite que existe el pecado social que es aquel que va contra la sociedad y engloba: asesinato, sodomía, opresión de viudas y huérfanos, defraudación del jornal al trabajador, manipulaciones genéticas, experimentos sobre seres humanos, contaminación del medio ambiente, la injusticia, el consumo de drogas, originar pobreza y enriquecerse excesivamente.

Y es que el ser humano frente al infinito y a las preguntas del ser y el existir sin respuesta, está solo y perdido en medio del universo lo cual no le impide soñar y divagar buscando trasgredir en busca de la liberación; y dentro de esa fantasía desea las delicias contenidas en los pecados capitales, o sea en aquellos que señala la religión para el alma pecadora la condenación eterna en el fuego del infierno de ultratumba, en un sitio tenebroso donde los inculpados sufren después de la muerte, donde habitan los espíritus de los difuntos y que algunos llegan a precisar que está situado bajo la tierra al que las almas de todos los mortales, buenos o malos, se envían después de la muerte y el horrísono crujir de huesos, en tanto se produce la descomposición de la carne y la luz se apaga para siempre en medio de la noche tenebrosa sin regreso. Y todo por haber sido humano, conocido y degustado el sabor de los pecados capitales.


Mas, metiéndonos más en este berenjenal, recordemos que para pecar se necesita el cuerpo, que es el objeto principal con el cual se peca, y también se necesita el alma, que es el motor de ese proceder. Sin embargo el alma también tiene su propio valor y en el concepto cristiano el alma es inmortal y debe buscar a Dios después de la muerte y para que el alma pueda alcanzar el paraíso es necesario que ella renuncie a todo aquello que le propone el mundo, pues, dice la religión cristiana y católica -no la sociedad ni la ley ni la psicología o la medicina-, que solamente el deseo de la felicidad verdadera aparta al hombre del apego desordenado a los bienes de este mundo para poder gozar de Dios. Mas en otras religiones como en el judaísmo, el alma es el principio de vida, capaz de sobrevivir a la decadencia corporal; en el islamismo, a la hora de la muerte el espíritu de los creyentes es llevado ante Dios y no hay necesidad de haber renunciado a ninguno de los bienes terrenales para conseguir el cielo y la penitencia: los sacrificios, el celibato, entre otros, carecen de importancia, porque aun habiendo hecho uso (y en algunos casos hasta el abuso) de todas las cosas, la recompensa será la misma; para el vedismo, la religión anterior al hinduismo, el alma es El Ser, sin nacimiento ni muerte o sin principio ni fin, de substancia diferente a la del cuerpo físico y que posee conciencia propia; en el hinduismo, el alma (atmán) es el principio que controla todas las actividades y define la identidad de uno y su conciencia, y en los Upanisad, la identifican con lo divino (Brahman), añadiéndole la eternidad al alma, la cual reencarnará hasta alcanzar la purificación y el conocimiento se funde de nuevo con la realidad última. Y así sucesivamente encontramos diversos conceptos sobre el  alma y su inmortalidad sin pruebas que los respalden.


Pero también hablemos del cuerpo, que es el objeto con el que se peca, el que se refocila en el pecado; sin olvidar que por ley no hay pecado pues la ley se ha instituido para regular las relaciones sociales entre la especie humana, o sea que la ley no hace el pecado y el pecado nos revela que más allá de la anatomía, que más allá de lo biológico, está el cuerpo del goce, el cuerpo del pecado. A lo cual agreguemos que para la psiquiatría y el psicoanálisis tampoco existe el pecado, dado que lo que podría llamarse pecado capital pueden ser trastornos de personalidad que se logran ayudar a curar con técnicas psicoterapéuticas, psicofármacos y palabras. Ahora, desde el punto del psicoanálisis hay que distinguir entre el organismo (lo viviente) y el cuerpo pues el organismo, que es la condición para la construcción del cuerpo, está regido por las leyes biológicas y es necesario que esté vivo y por ello siente angustia, o sea “ese sentimiento que surge de esa sospecha que nos embarga de que nos reducimos a nuestro cuerpo”. Y tiene el sentimiento de culpabilidad que es el precio pagado por el progreso de la cultura con la pérdida de felicidad y por aumento del sentimiento de culpabilidad. Por su parte las religiones jamás han dejado de reconocer la importancia del sentimiento de culpabilidad para la cultura, el cual es denominado “pecado” y pretenden librar de él a la humanidad. Si bien el cuerpo termina en la tumba convertido en gusanos, sea el del santo o el del pecador, este cuerpo es un objeto que no acabamos de conocer ni ver en su totalidad, pues su anatomía puede sufrir cambios con medios quirúrgicos o utilización de hormonas, acorde con el ideal estético de la  época para poder mostrarlo como vehículo en la comunicación o senso-percepción, que es la única realidad para el sujeto. Y este cuerpo nos habla del goce más allá de lo biológico y entonces cabe preguntar ¿somos un cuerpo o tenemos un cuerpo? Lo real del cuerpo es el organismo, que se rige por una lógica biológica, mientras que lo simbólico transforma el organismo en cuerpo.


Y como en esta disertación estoy afirmando que el pecado no existe, consecuentemente manifiesto que el castigo por el pecado tampoco existe ni la terrible condenación para el ser humano que vive enmarcado entre el mundo, el demonio y la carne, porque se ignora la naturaleza humana y tan solo se quieren mutilar los sentimientos de libertad y deseos propios del ser, que deben ser tratados social y clínicamente si es del caso.


Como entiendo que esta disertación está larga y aburrida, y huele a azufre, recordemos que si seguimos avanzando en las lecturas místico-religiosas, inspiradas en revelaciones misteriosas, en mensajes esotéricos o en pensamientos amargos al tratar de reflexionar sobre la naturaleza humana, podemos seguir citando anatemas, imprecaciones y maldiciones sobre la delicia de los deslices que los autores, sacerdotes y profetas condenan, pero que hacen la vida más amable para los que pueden disfrutarlos y al hombre sonriente. Que nuestros censores judeo-cristianos señalan a la soberbia, la envidia y la ira y al moderno pecado social, así como al resto de pecados capitales, gula, lujuria, pereza, como puertas de entrada al castigo y que fueron causa de la pérdida del paraíso, bajo esta obsesión no les cabe entender que todas las emociones están controladas por el cerebro, el cual también se encarga de recibir e interpretar todas las señales que le llegan desde el organismo y del exterior. Y en el cerebro, el hipotálamo está encomendado de algunas funciones vitales para sobrevivir, tales como el comer o el ejercicio de la actividad sexual, y que una lesión física, de la cual no tiene culpa el sujeto, que afecte al hipotálamo puede ocasionar síntomas muy diversos como la anorexia, la bulimia o el incremento del apetito (que sería el pecado de la gula), o estados de mayor sensibilidad (que serían los pecados de lujuria o soberbia), así como explosiones incontroladas de furia (que serían el pecado de la ira),  que no castigan la ley positiva ni son causa de oprobio social. Pero, para no dejar en suspenso a los creyentes y menos a ustedes, respetable audiencia, digamos que si deberían tomarse como verdaderas ofensas al Creador (en tanto nos lo van a presentar cuando levantemos anclas para no volver, como dice el poeta) el pecado social en su versión de los atentados ecológicos, el asesinato, el secuestro, el desplazamiento, los crímenes de lesa humanidad, los experimentos con seres vivos y tantos otros que antes se desconocían y que hoy se discuten en aras del avance científico o de la perpetuación en el poder ya sea por quienes se llaman guerrilleros, dictadores o monarcas.


Gracias, amigos creyentes y pecadores por su perversión al escucharme con paciencia.



3.     EL HUMANISMO: UNA AVENTURA DE LA IRREFLEXION.

Por Alonso Quintín Gutiérrez Rivero


Cada verdad inédita empieza como herejía y termina como ortodoxia

Tomas Husley.


En una doctrina honda y desbordante como el humanismo, aventurar una reflexión así al azar, siempre será un riesgo si pensamos en los peligros asediantes de los contertulios. Apenas puedo imaginar a Jorge Dussán, entre contrito y malhumorado por las turbideces de la democracia y por consiguiente de los planteamientos del pensamiento colombiano tan sumiso a las doctrinas subyacentes al dominador del capitalismo salvaje, tampoco podría asumir las zarpas de Silvio doblegando esta breve nota, por su sagacidad para hallarle razones a la sinrazón de la vida y qué decir del eminente poeta Fernando Cely, para quien vivir tiene más de un ribete de entendimiento con la clase desvalida de este país. Tampoco sabría adivinar los atajos de Carlos Salcedo  para escudriñar debajo de la capa social lo divino y lo perverso  del ser humano cuando de entenderse con los demás se trata. No entendería a Hildebrando, su consternación por las cosas vividas a cambio de una solaz conversación con los amigos. Diría que el buen poeta de Chile Gonzalo Jara, es un buen colombiano jugándose los duendes de la libertad, paseándose por este mundo de triquiñuelas como si fuera uno más del universo enviado para hacer amigos a través de sus elegantes frases cautivadoras de encantos eternales. Diría que Darío viste de frac para almidonar la cortesía mundana de sus personajes y hacerlos de carne y hueso como sus devociones. Pensaría en Angela, resquebrajando  los riscos de las montañas para sentenciar, como sentencia la vida de los pobres transeúntes de la tierra. Le añadiría a la delicadeza  de Sandra Sedas, una molécula de paciencia para entender a tanto  poeta extraviado, pugnando por acceder al escenario de sus devociones. Le destinaría a Gloria, una palabra vagabunda para entender su coraje para asimilar las debilidades de los intelectuales tan obsesivos por descifrar los remordimientos y tan amigos del vino rojo del misterio. Estudiaría con  sumo cuidado las notas musicales para escudriñar de qué recónditos lugares surgen los cantares de Germán Huertas, cuando este país se despedaza en terribles contradicciones. Pensaría en Martha como la pequeña espiga deletreando el pan de la vida más allá de mis tristes devociones. O en Lizeth dispuesta a levantar vuelos de palomas con su risa más allá de las casas blancas de la libertad, o en Sebastián escribiendo en el cielo la esperanza de un duende lejano devoto de interminables banquetes de paciencia y cortesía.


La verdad, no sé si la vocación de esta tertulia es desesperar a los participantes con reflexiones profundas de abnegada lucidez o simplemente busca algún reflejo divino perdido en el lodazal humano. Hace apenas unos días, en una de esas interminables conversaciones con el Doctor Jorge Dussán, llegué repentinamente a la “sabia” conclusión de que ser deshonesto en este país es el mejor negocio. Eso produce, prestigio, admiración, placer, raudales de vino, viajes parlamentarios, envidia, estupor, confianza… el perfume de la vida rodando por manantiales de alegría. La deshonestidad, contraria a los principios morales del clasicismo, no invierte los valores, por el  contrario: sublima el placer de encantar y subyugar. Vestir  trajes ingleses, portar relojes carísimos, usar colonias extranjeras y pañuelos perfumados, carruajes espléndidos, pulseras de oro, anillos  con diamantes y toda esa burda soberbia de la riqueza mal habida, produce el placer que cualquier mortal desearía. Entonces, ¿Por qué no ser deshonestos? Si la justicia paga, por condenar a los justos y el dinero por liberar a los asesinos, si la iglesia perdona a los ricos y desprecia a los pobres, si el mejor bailarín es el traqueto y el último rincón para el de escasos recursos, si el país alaba al unísono al corrupto y desprecia al transeúnte de la calle que se gana un peso por un pan, si hace apenas unos meses las FARC, eran el enemigo a vencer, terroristas del demonio y hoy son interlocutores válidos dentro del proceso de paz reeleccionista, si el general Santoyo, puede vivir a sus anchas en el exterior después de haber esquilmado al país y lo sigue haciendo con su pensión  de nueve millones de pesos, aun siendo procesado por una justicia  lejana, si los trabajadores languidecen detrás de papeleos prehistóricos y se desmayan haciendo colas interminables en los bancos, para percibir el minisueldo que le obsequia el estado como premio a su miseria, si  el país en desbandada se apresta  a llagar a los umbrales  de los 50.000.000 de habitantes, con más miseria, más violencia y más injusticia, pregunto ¿por qué la deshonestidad no es una opción?


Apreciados contertulios para que surjan versos como los de la página 55 del Tríptico de los Fernandos,


“En nada se parece

tu soledad y la tuya

tu soledad

es del mundo

la mía

es de ti.”


O ese de la 65,


“No te aflijas

 si mi rostro trasluce

dejos de soledad y angustia

cuando el dolor

esculpe su obra maestra

sobre el pálido lienzo

de la vida…” 


para que surjan versos así, fue necesario, un mundo en contravía, donde el amor se juega lances siderales y el corazón atormentado no sabe qué hacer ante tanto desenfreno y devastación.


Entonces el hombre es un ser siempre a punto de amenaza, a punto de sucumbir, a punto de zozobrar, mientras la opulencia y el desenfreno  se enredan en rubias cabelleras y la honestidad anda descalza, pidiendo clemencia, por pecados jamás cometidos en nombre de una moralidad aprendida en palacios de perdición.


Veo los rostros de escepticismo. Entonces, algún día entenderemos los versos de Eduardo Gómez “Tu rostro sonríe con el fulgor de la luna/ difuminando muertes solas en cementerios solos”. Los poetas tienen la suerte de alumbrar con otra lumbre el invisible destino de la vida, cuando no sabemos de qué lado está la certeza y de dónde provienen las dulces añoranzas de perdidas civilizaciones.


 


 


III.        DON JUAN TENORIO


 


El 17 de noviembre  se adelantó la tercera jornada de la Tertulia de Carichana sobre el tema de Don Juan Tenorio, la obra del teatro romántico que se refleja en los rasgos del personaje, los elementos de ultratumba y el amor que trasciende los límites de la muerte y que se suele poner en escena cada año el Día de Difuntos en España. Es la historia del libertino y pecador dedicado a los amoríos, los duelos y las apuestas sobre la seducción del mayor número de mujeres que en el último instante, en Zorrilla, logra su salvación por el amor de doña Inés, en tanto que en Tirso de Molina se condena pues la salvación sólo se consigue con una vida de fe, no de pecado. Esta obra originalmente fue tratada por Tirso de Molina en 1630 bajo el título El Burlador de Sevilla y Antonio de Zamora en 1714 en No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague o el convidado de piedra. El tema fue cubierto también por Moliére (Don Juan, 1664), Mozart (ópera Don Giovanni, 1787, con libreto de Da Ponte), Lord Byron (Don Juan, 1824), Mérimée (Las ánimas del purgatorio, 1834), Alejandro Dumas (Don Juan de Maraña, 1839) y, Espronceda con El estudiante de Salamanca (1840). En el curso de la Tertulia de Carichana se plasmaron las siguientes ponencias:



1.     DON JUAN


Pilar González Rivera

Psicoanalista


El primero de noviembre de cada año, mi padre, que era español, escuchaba una grabación del Don Juan de Zorrilla, siguiendo una tradición de su país y muchas veces, yo lo acompañaba en esta audición. Por lo tanto, al ser para mí la más familiar, me remitiré a ella principalmente para este ensayo.

Aunque Don Juan Tenorio es un experto en seducir pues sabe encontrar las palabras y las artimañas más astutas para lograr su propósito con las mujeres, no produce la sensación de haber disfrutado  verdaderamente desde el punto de vista sexual  una vez alcanzado su fin. Se diría que lo que más le interesa es tirarse a las mujeres en vez de tirar con ellas. En esto se distingue de otro seductor famoso, Casanova, quien, si bien obtiene los mismos frutos en cuanto a conquistas, parece más bien él el seducido y más interesado en el placer fálico que Don Juan, “coleccionista de nombres”, como dice Pommier[1], puesto que parece llevar a cabo ese deseo de los hombres de tener a todas las mujeres (mientras que la mujer, según Lacan, quiere tener totalmente a un solo hombre), y con cada conquista, hay “una  menos”[2]. Y al competir en esta cuenta con su rival Don Luis por el placer de  agrandar su lista de nombres de mujeres burladas en un año, también va acumulando nombres de rivales masculinos eliminados en desafíos, y en particular de los  padres de estas, literalmente o con la intención de matar su honor, como lo dice Tirso de Molina en la versión original de este mito, “El burlador de Sevilla” a través de Ana, una de las mujeres  deshonradas:


Ana:                ¿No hay quien mate este traidor,

homicida de mi amor?                                         

Don Gonzalo: ¿Hay tan grande atrevimiento?

Muerto honor, dijo, ¡ay de mí!, (…) (200).


Así, una buena parte de la obra la domina el personaje del Comendador muerto, quien será quien  vengará a todos los padres muertos realmente por el Tenorio o cuyos nombres han sido enlodados.


El odio, la agresividad, más que el amor hasta que queda seducido por Doña Inés de Ulloa, es lo que domina el carácter del personaje del Tenorio, tal como lo muestran sus primeras palabras:


“¡Cuán gritan  esos malditos!

Pero mal rayo me parta

si, en concluyendo la carta,

no pagan caros sus gritos!” (p.11)


Así mismo, prima  el afán de hacer daño, como lo manifiesta a Don Luis, una especie de rival en espejo:


“suprime lo de hecho extraño

que apostaron me es notorio,

a quién haría en un año

con más fortuna más daño,

Luis Mejía y Juan Tenorio.” (19)


El colmo de su perversidad llega a coronar su variada lista con una novicia que esté por profesar, y que será la misma Doña Inés además de la novia del propio rival Don Luis, Doña Ana de Pantoja[3].


¿Por qué esa actitud tan pendenciera? ¿No será que Don Juan se defiende de ser feminizado, lo cual no ha de ser confundido, como parecen sugerirlo Marañón  e incluso algunos psicoanalistas con la hipótesis de que él es un homosexual reprimido o latente? En efecto, si recurrimos a lo que el psicoanálisis nos dice de las vicisitudes por las que debe pasar el infante y las aplicamos a este personaje de ficción, si el padre es el que libera al niño de ser reincorporado por la madre, castrándola de su hijo, ya que este representa al falo[4] deseado por ella desde su propia niñez, se diría que Don Juan casi toda su vida estuvo tratando de reencontrar a esa mujer completa[5], fálica, no castrada, que en su fantasía fue su madre, rechazando la función del padre quien a su vez se convierte en seductor en la medida en que el castigo imaginado por el niño, debido a su masturbación  que tiene por objeto expresar que “si lo tiene (el falo), entonces no lo es (el falo de su madre)". El resultado es la feminización del niño, de la cual puede salir, como en el juego de “la lleva”, tratando más tarde a una mujer tal como se sintió tratado por el padre. Por otra parte, en tanto que el varón podría llegar a morir defendiendo su patronímico, su buen nombre, a la mujer no le cuesta mucho trabajo perderlo, por ejemplo con el matrimonio. En otras palabras, el apellido para el hombre es una garantía contra la feminización[6]. Posiblemente, para el personaje de Don Juan, enamorarse  es igualmente sinónimo de feminización, por lo que de sumisión tiene este estado, lo que para Casanova  en cambio no es ningún problema, permitiéndose ser pasivo virilmente,  sin que esto sea una paradoja: antes por el contrario, es el signo de la verdadera virilidad.


Don Juan, que sospechamos como siendo poco menos que un violador, poco preocupado del sufrimiento ajeno, sólo cuando se enamora de verdad de la novicia Doña Inés, puede acoger en él esta pasividad viril, inaudita en él hasta ahora y que linda con la humillación, hasta llegar a hincarse de rodillas ante el padre de ella, Don Gonzalo, el Comendador. Su identificación previa a su enamoramiento con Satanás, Satán o el demonio[7] (que al estar asimilados con el mal, con la agresividad, con la actividad, parecieran protegerlo de la feminización), da paso al acercamiento a Dios, al arrepentimiento que en el último minuto lo salvará gracias también a la intercesión de Doña Inés. No obstante, duda de que la bondad y el amor divinos existan, ya que (por una lógica especular) en él mismo estaban ausentes y por su convicción de que Dios  (o sea el padre), no le había querido[8] y tal vez por eso mismo, Don Juan no podía creer en Él ni en la vida eterna[9].


Así, dice Don Juan a Doña Inés:


(…) No es, Doña Inés, Satanás

quien pone este amor en mí;

es Dios, que quiere por ti

ganarme para El quizá.

No, el amor que hoy se atesora

 en mi corazón mortal,

no es un amor terrenal

como el que sentí hasta ahora;

no es esa chispa fugaz

que cualquier ráfaga apaga;

es incendio que se traga

cuanto ve, inmenso, voraz.

Desecha, pues, tu inquietud,

bellísima Doña Inés,

porque me siento a tus pies

capaz aún de la virtud. (…)[10]


A través de Doña Inés y de acciones retadoras contra los hombres con los que rivaliza, lleva a cabo la búsqueda del padre sustituido por Dios.


“…Don Juan busca a la mujer y es a la mujer fálica[11]. Como la busca verdaderamente, que va a eso, que no se conforma con esperarla ni contemplarla, no la encuentra, o termina por encontrarla bajo la forma de ese invitado siniestro que es en efecto un más allá de la mujer, que no se esperaba, y del cual no es por cualquier cosa que es el padre. Pero no olvidemos que, cuando se presenta, es, cosa curiosa, bajo la forma del convidado de piedra, de esa piedra con su lado absolutamente muerto y cerrado, más allá de cualquier vida de la naturaleza. Es allí donde Don Juan acaba en últimas quebrándose y encuentra la culminación de su destino.”[12]


Pasando a los personajes femeninos de la obra, Jacques Lacan es de la opinión de que el mito de Don Juan es en realidad un fantasma femenino, y agregamos, esto a pesar de que los autores que se han ocupado del tema desde diferentes ángulos artísticos, pertenecen en su gran mayoría al género masculino, como su creador Tirso de Molina, Molière, Mozart, Lord Byron, el mismo José Zorrilla, Richard Strauss, Dumas, Musset o Dalí… Como tal, el fantasma es del orden de lo inconsciente y se refiere no a lo que la mujer quiere[13], sino a un deseo oculto incluso para ella misma a veces, es decir, a poder gozar del falo simultáneamente a la pérdida del nombre. Al respecto, dice Pommier:


"Corresponde, en efecto, no a lo que una mujer quiere, sino a lo que puede desear, es decir, la pérdida del apellido unida al goce del falo, y esto sin que un nuevo apellido venga inmediatamente a remplazar  al antiguo. Se trata de un fantasma femenino en la medida en que una mujer y Don Juan se ponen de acuerdo en un punto, y solo una vez, en el momento del asesinato del padre y de la pérdida del apellido. No puede haber “segunda vez” del lado de Don Juan, puesto que lo que le interesa es deshonrar el patronímico llevado por la mujer. Y tampoco “segunda vez” del lado del fantasma femenino, porque si así fuera, el apellido de Don Juan vendría a remplazar el del padre. Pero, ¿Una mujer querría esto? ¿No será que sólo lo desea en secreto? Parecería entonces que lo que ella puede desear sexualmente sea contrario a lo que quiere.”[14] El siguiente diálogo  ejemplifica lo anterior:


Doña Inés a Brígida:


(…) ¿Qué le amo, dices?...Pues bien;

si esto es amor, sí, le amo;

pero yo sé que me infamo

con esta pasión también.

Y si el débil corazón

se me va tras de Don Juan,

tirándome de él están

mi honor y mi obligación (…)[15]


Para terminar, citaré a Lacan quien en el seminario sobre la angustia[16], afirma que para la mujer habría una relación entre Don Juan y la imagen de un padre no castrado. Siguiendo a Rank, habla de aquel que, en épocas remotas, “es capaz de dar el alma sin perder la suya”, sobre lo cual el derecho de pernada estaría basado y la existencia mítica del padre desflorador de la primera noche.[17] En el Edipo, se trataría de tener al objeto[18]. Lo que la mujer no tiene, se convierte en el objeto de su deseo: Don Juan es el que siempre lo tiene, el que no puede perderlo, ya que ninguna mujer se lo puede quitar. Esto remite al mito egipcio de Osiris, cuya mujer recuperó su cuerpo fragmentado en 14 pedazos, salvo el falo. Don Juan es el hombre que no se pierde con ninguna mujer.[19]




2.     SOBRE EL DON JUAN

Ángela Valderrama Díaz

Directora de teatro


Desde finales del siglo XIX Don Juan Tenorio se constituye en una figura arquetípica que extraída de la obra de Zorrilla, termina por definir un tipo de conducta masculina  caracterizada por el engaño y la seducción. Pero Zorrilla parte de un mito mucho más antiguo ya expuesto en la producción dramatúrgica del famoso Siglo de Oro de la literatura española pues, en el XVII, Tirso de Molina ya había creado su Burlador de Sevilla, obra en la que el núcleo dramático gira en torno al famoso Don Juan.  Sin embargo, la censura y amenaza de excomunión dada a un cura que en un contexto donde la contrareforma aún era el adalid del espíritu español, hace que sólo hasta el XIX con Zorrilla se ponga en boga la actitud propia del Don Juan, y a mediados del mismo siglo su conducta aparece en los diccionarios de la época como un calificativo propio de un personaje de conducta licenciosa, seductora e indecorosa. Así, y desde entonces, podemos ver en el diccionario de la RAE la definición del Donjuanismo como el “conjunto de caracteres y cualidades propias de don Juan Tenorio, personaje de varias obras de ficción” y si vamos a la definición misma de Tenorio encontraremos los rasgos particulares que definen el carácter de este  personaje: “hombre mujeriego, galanteador, frívolo e inconstante”. Estas atribuciones no necesitan de Zorrilla para explicitarse, pues es claro que están contenidas en la obra de Tirso, y lo que considero interesante en este punto es analizar la relevancia de la obra en un macro-contexto renacentista europeo y, en uno micro, que es la España heredera de los reyes católicos.


Si bien no existe aquí ninguna intención de profundizar en un estudio histórico de los contextos sociales y políticos de la época en cuestión, si considero relevante por lo menos tener presentes tres aspectos: el influjo del humanismo en las obras del siglo de oro español, la reivindicación del libre albedrío como eje del conflicto dramático y el surgimiento de nuevos géneros teatrales tales como la tragicomedia,  el melodrama y la obra didáctica. 


Visualizar el enfoque renacentista antropocéntrico, que rechaza el extenso teocentrismo medieval, implica una nueva mirada del hombre que, fundamentada en la filosofía humanista, vuelve al pasado clásico para retomar de allí el ideal de humanitas, (traducido al latín de la paideia griega). En sus múltiples significados implica una nueva mirada de la educación que trasciende la mera imitación de los clásicos griegos y romanos, para reconfigurar un sentido de humanidad,  en la que se buscan aquellas cualidades que hacen al hombre un ser humano y lo diferencian del bárbaro y del instinto natural animal de la especie a la que pertenece. Los dramaturgos españoles traducen muy bien dichos enunciados en la renuncia a un manifiesto clásico donde el oráculo divino definía el destino del hombre y niegan cualquier posibilidad de predestinación; pero además buscan establecer un equilibrio entre la voluntad del  Dios, tan dogmático en el mundo medieval, y la acción humana. Respecto a este último aspecto y de la tan acalorada discusión dada entre Dominicos y Jesuitas frente a la comprensión de la existencia humana, nuestros dramaturgos toman partido por la defensa del libre albedrío, más cercana a los postulados jesuitas quienes valoraban la inteligencia y la voluntad del individuo en relación y apoyo de la gracia divina para no negar la libertad humana; mientras sus opositores continuaban defendiendo la absoluta omnipotencia, omnisciencia y justicia divina como un “macrocosmos” en el que el hombre debía actuar según sus preceptos. El partido tomado entonces plantea una mirada “microcósmica” en la que el hombre reivindica su libertad y poder de decisión, sin rechazar los preceptos dados por la iglesia católica. Bajo estos postulados, se reconfigura el lenguaje teatral y surgen nuevos géneros que ya no pretenden finalidades catárticas ni moralizadoras y que ahora buscan dar conocimiento de la existencia humana, educar y divertir.


En este contexto, Tirso de Molina nos presenta a un burlador en cuatro engaños, cual pieza musical que expone el mismo motivo en cuatro variaciones, don Juan burla a Isabela, Tisbea, Ana y Aminta, dos mujeres plebeyas y dos nobles. Cada burla tiene el mismo desarrollo dramático, la seducción, el engaño, el encuentro sexual y el abandono. A lo largo de la obra, se le advierten a nuestro protagonista las consecuencias de su error, a lo que él fríamente responde “que tan largo me lo fiais”, que dicho de otra manera significa “lejos está el día del juicio”. La condenación de su alma no se traduce en un razonamiento que impacte su acción,  si bien es consciente de la exhortación qué se le hace, su decisión es gozar la vida, sin obligarse a privaciones que le aseguren un buen morir. Actuar en la vida por el placer real del presente y no sufrirla para asegurar una cristiana eternidad es quizás la más revolucionaría toma de decisión en  contexto, el uso del libre albedrío sin contemplar las implicaciones morales y religiosas que decantan sus actos, determinará la censura dada a la obra de Tirso. Sin embargo nuestro autor, actuaba aquí por vía negativa porque finalmente iba a evidenciar el castigo divino, la transgresión absoluta realizada por don Juan va a ser castigada por la mano de dios, el asesinato de don Gonzalo de Ulloa resulta castigado, no por los hombres que se muestran incapaces de hacer justicia, sino por el mundo trascendente, espiritual, divino y omnipotente materializado en el fantasma de don Gonzalo.


Bajo este panorama, muy posiblemente nuestro sacerdote-dramaturgo pretendía un fin didáctico, educativo y ejemplarizante que reivindicaba la obediencia a los preceptos cristianos y la implacable acción divina en la vida humana. Sin embargo, el desarrollo dramático del carácter protagónico de la obra hace que su intención se convierta en la exaltación del burlador, quien contundentemente da muestra del poder de la acción humana, asunto que nos sacaría de lo didáctico y nos llevaría a la tragicomedia, pero dado que el final de don Juan concluye en el castigo irremediable materializado en su “sobrenatural” deceso, con el que se reivindican aquellos valores morales  que podríamos llamar positivos frente a las negativas transgresiones, indudablemente estamos frente a un melodrama. Melodrama que ha hecho del villano el arquetipo tan idealizado durante muchos siglos; arquetipo que por su acción individualista, alejada de los convencionalismos propios de la sociedad, abre  las perspectivas y consolida lo que luego planteará el transito al teatro moderno.


La afirmación “tan largo me lo fiais” relaciona directamente la violación social y la incredulidad con la venganza divina que ejecuta la estatua; reivindicando así la virtud sobre el vicio y reinstaurando el orden social que había sido alterado por el burlador; orden en el que las víctimas sienten satisfacción con una venganza ajena y obedecen convenientemente el decreto monárquico.  Sin embargo, este rasgo de sumisión ventajosa, desdibuja la acción individual de las víctimas y su interés personal queda visto bajo el prisma del engaño también, es decir, dichos antagonistas no están movidos por la virtud que contrastaría con el vicio del burlador, sino que ellos mismos han decido a priori infringir la ley divina y humana en busca de satisfacer sus deseos pasionales. Asunto que facilita la acción del burlador pero que además reafirma la identificación con el villano, único personaje que ha logrado manifestar y materializar públicamente su transgresión, pues si bien en algunos casos se sirve del disfraz, es capaz de retar a la propia muerte a un juego en el que manifiesta no temer. La socarronería de los victimarios termina por dar un sabor insípido y flojo a la acción humana, pues el único personaje dispuesto a manifestarse en pro de la verdad es quien ha conocido la muerte y actúa ahora bajo un poder trascendente que supera su naturaleza humana.


Así, Don Juan Tenorio reafirma su poder de acción y decisión, exaltando la acción libre e individual del hombre sobre la misma acomodada moral social y sobre los estipulados e inmutables dogmas religiosos, aun cuando esto en palabras de nuestro cura le signifique su condenación. La fama que persigue Don Juan contradice de forma concreta los ideales caballerescos, que sustentados en el honor, pregonan la fidelidad absoluta a dios, al rey y a la dama. Es éste entonces el verdadero transgresor, que pretende gozar del placer amoral, Don Juan disfruta sus burlas. Quiere alcanzar y satisfacer sus deseos y no le importa mentir, suplantar y/o transgredir cualquier norma impuesta por su sociedad.


Visto bajo el prisma de los géneros dramáticos, tenemos un villano consolidado que reafirma su antagonismo ante una sociedad que se vende como víctima, ubicándonos entonces bajo la luz del melodrama, género que para cumplir con su finalidad, la mera diversión, recompone en su desenlace el orden alterado por el burlador y reivindica los valores positivos, sobre las negativas transgresiones. Pero vista la parte bajo el todo unificado, es decir, don Juan bajo la acomodada sociedad de su momento  deja de ser tan paradójico, aunque resulte contradictorio desde los postulados propios del melodrama, entender que aquí es el villano el, que en un proceso de inversión, provoca la identificación con el individuo moderno y no, la tan sufrida víctima que debería incitar en el espectador o lector el citado proceso de recepción. El comprender que  en medio de una sociedad taimada es Don Juan quien, más allá de la literatura, se inmortaliza a lo largo de la historia como ser humano libre en su forma de actuar; individuo que se reafirma como centro de una vida que le pertenece única y exclusivamente a sí mismo, genera en el presente uno de los placeres más deleitables en pro de la propia comprensión humana y de la psiquis individual.



3.     REFLEXIONES ACERCA DE DON JUAN TENORIO

Fernando Cely Herrán

Poeta, crítico, canta-autor y docente.


Antes de pretender iniciar una serie de reflexiones sobre el tema de turno, quiero expresar mi complacencia por poder formar parte de esta incipiente tertulia, que busca su consolidación partiendo del interés por convocar a una serie de amigos, inquietos por escudriñar sobre valiosos legados del orden artístico. Aplaudo de corazón esta noble intención que ha de redundar en beneficio de quienes la integramos desde lo personal, y que debe alcanzar seguramente repercusiones en el nuevo ámbito de la cultura boyacense, entronizada a nivel nacional por su incuestionable valía.


Algún día contará la historia, que en Iza (Boyacá), un intrépido soñador llamado Jorge Dussán Abella, comandó iniciativas culturales que dieron origen a un novedoso Encuentro de Escritores, a un Encuentro de la Farsa y la Comedia, y a una Tertulia de temas infinitos. Contará también que estuvo acompañado de Don Alonso Quintín Gutiérrez, soñador empedernido, que lleva sobre sus hombros la inolvidable experiencia de haber fundado en Colombia los Encuentros de Escritores hoy emulados en todos los rincones del país, y de pronto mencione también a estos humildes cultores del arte que desde diversas disciplinas nos congregamos en fraternal gesto de perseverancia en el arte, de complicidad y de inusitados optimismos sobre el futuro de nuestra patria ensangrentada.


Cuando de estas actividades se trata, me resulta inevitable la evocación que me conduce a los tiempos juveniles, en que con mis compañeros de bachillerato conformamos el Centro de Estudios León de Greiff. Allí, nos ocupamos durante varios años del estudio y discusión de temáticas relacionadas fundamentalmente con el mundo literario. Hago referencia a esos periplos que empiezan a resultar lejanos, pues en su momento nos ocupamos de indagar con la vehemencia de la juventud, sobre el extenso campo del Romanticismo y por supuesto, en ese horadado camino, nos encontramos con un vasto registro de naciones, autores y obras, que traspasando océanos,  se injertaron en nuestra atropellada e incipiente cultura, Rousseau, Byron, Goethe, Tirso de Molina, Espronceda, Zorrilla  y posteriormente Bécquer, entre muchísimos nombres, comenzaron a formar parte de lo que sería para cada uno de nosotros la apreciación de nuevos horizontes artísticos. 


Sabemos que en el caso de España, el Romanticismo se inicia tardíamente en relación con las manifestaciones que ya rondaban en ese sentido a Europa. Es por eso que principia con dejos tímidos y conservadores, pues el espíritu y el sentido de la vida a través de la libertad que pregonaba, marchaba en contravía con los preceptos y convicciones religiosas. Al primar el sentimiento sobre la racionalidad y la técnica, se da paso hacía formas progresistas, que admitían la utopía política, fusionada en técnicas dialécticas, que se concretarían en un arte abierto, colmado de dicotomías. La oposición al clasicismo y a la racionalidad, que curiosamente serían rescatados de diversas formas en ese movimiento, permitiría sentimientos profundos de libertad y espontaneidad.


Por eso, cuando escuchamos mencionar el nombre de Don Juan Tenorio, es inevitable entrar de inmediato a establecer una serie de cavilaciones sobre lo que representa desde diversas ópticas.

En primera instancia, desde la creación, puede resaltarse el carácter de sus personajes. Digamos que se parte de un escrupuloso acercamiento a las intimidades humanas: las pasiones vienen y van en ese desafío a lo convencional que impone la sociedad y que espera sólo perfecciones. Hay una búsqueda de heroicidad y hazaña en el actuar de Don Juan y Don Luis Mejía, decididos a utilizar los mecanismos conducentes a vencer al rival y hacer de sus patrañas, ley.


Esa mezcla fatal entre sagacidad y libertinaje, ha de vitalizarse con características de otros personajes que se incorporan: Doña Inés, Personaje religioso y bueno, resulta  siendo la razón de la salvación de Don Juan; Don Gonzalo de Ulloa que tiene el título de Comendador Mayor de Calatrava y que como buen padre se preocupa por la honra de su hija Doña Inés, por lo que muere en manos de Don Juan; Don Diego Tenorio: Padre de Don Juan, que se preocupa por la forma en que se comporta su hijo; Doña Ana de Pantoja, la prometida de Don Luis Mejía, que confía demasiado en si misma; Buttarelli: personaje legendario que encarna al Posadero; Ciutti: también personaje histórico, que es el criado de Don Juan, que representa al bufón de la comedia clásica; Brígida, sirvienta de Doña Inés, que en complicidad con Don Juan le ayudará a conquistarla, oficiando de Celestina; la Estatua de Don Gonzalo que quiere llevarse a Don Juan al infierno; la Sombra de Doña Inés, que es su propio fantasma, que salva a Don Juan del Infierno. Pascual, el Capitán Centellas, Don Rafael de Avellaneda, Lucía, La Abadesa de las Calatravas de Sevilla, La Tornera, Gastón, Miguel, el Escultor, los dos Alguaciles y el Paje, que conforman ese universo de pasiones, que juegan con los laberintos del destino.


De otra parte, hemos de ocuparnos de espacios y lugares, que es donde se ambientan las acciones; sitios concretos en que las pasiones humanas dan rienda suelta a su natural histrionismo: la Hostelería, en donde se realizan las apuestas; el Convento, donde acude Don Juan para enamorar a Doña Inés; la casa de Don Juan, que es donde las sombras de Don Gonzalo y Doña Inés le advierten de su muerte; el cementerio, donde después de hablar con las sombras, fallece.


La importancia de esta obra radica en que Zorrilla rescata la mítica figura De Don Juan, explorada por Tirso de Molina en El burlador de Sevilla, o por Antonio Zamora en No hay plazo que no se cumpla y deuda que no se pague, o por Mozart, Byron y Dumas, desde sus diferentes obras y géneros.


Don Juan Tenorio, de Zorrilla, es un prodigio de versificación declamatoria, con una construcción teatral sólida, con acciones penetrantes que interesan y mantienen al espectador.


Además de Don Juan, Zorrilla concentra en la obra elementos frecuentes en el Romanticismo: panteones, paisajes nocturnos, conventos, estatuas espectrales, muertes, sombras, pasiones como el amor, los celos, la seducción, el rapto, la traición, el escándalo, la profanación, la muerte, la salvación, y la seducción; un Don Juan enamorado y redimido por el amor puro y espiritual de Doña Inés: apoteosis del amor y misericordia de Divina.


Zorrilla es cuidadoso en su elaboración al pasearse por un Romanticismo dialectico pero recapitulador: es dueño de un Tenorio que en todos los lectores y espectadores crea afinidades o repudios: la masculinidad absoluta, la pureza y espiritualidad del amor de la mujer; el arrepentimiento y conversión final del héroe libertino y seductor.


Aquí una auto semblanza de don Juan, que aparece en la Parte I, Acto I (Libertinaje y escándalo), Escena XII en la Hostería (Puerta en el fondo que da a la calle):


DON JUAN  dice  A DON LUIS:

           

Como gustéis, igual es,           

que nunca me hago esperar.  

Pues señor, yo desde aquí,    

buscando mayor espacio        

para mis hazañas, dí

sobre Italia, porque allí          

tiene el placer un palacio.       

De la guerra y del amor         

antigua y clásica tierra,          

y en ella el Emperador,          

con ella y con Francia en guerra,       

díjeme: «¿Dónde mejor?

Donde hay soldados, hay juego,        

hay pendencias y amoríos».   

Dí, pues, sobre Italia luego,    

buscando a sangre y a fuego

amores y desafíos.     


 En Roma, a mi apuesta fiel,  

fijé entre hostil y amatorio      

en mi puerta este cartel:         

«Aquí está don Juan Tenorio   

para quien quiera algo de él».

   De aquellos días la historia

a relataros renuncio;   

remítome a la memoria           

que dejé allí, y de mi gloria    

podéis juzgar por mi anuncio.

   Las romanas caprichosas,   

las costumbres licenciosas,    

yo gallardo y calavera,          

quién a cuento redujera          

mis empresas amorosas.        

 

   Salí de Roma por fin            

como os podéis figurar,           

con un disfraz harto ruin,       

y a lomos de un mal rocín,     

pues me querían ahorcar.       

   Fui al ejército de España;    

mas todos paisanos míos,      

soldados y en tierra extraña,  

dejé pronto su compaña         

tras cinco o seis desafíos.       

   Nápoles, rico vergel

de amor, de placer emporio,   

vio en mi segundo cartel:        

«Aquí está don Juan Tenorio,    

y no hay hombre para él.       

   Desde la princesa altiva      

a la que pesca en ruin barca,

no hay hembra a quien no suscriba,  

y cualquiera empresa abarca

si en oro o valor estriba.

   Búsquenle los reñidores;     

cérquenle los jugadores;         

quien se precie, que le ataje;  

a ver si hay quien le aventaje

en juego, en lid o en amores».

   Esto escribí; y en medio año            

que mi presencia gozó

Nápoles, no hay lance extraño,          

no hubo escándalo ni engaño

en que no me hallara yo.        

   Por dondequiera que fui,      

la razón atropellé,      

la virtud escarnecí,     

a la justicia burlé        

y a las mujeres vendí.

   Yo a las cabañas bajé,       

yo a los palacios subí,           

yo los claustros escalé,          

y en todas partes dejé            

memoria amarga de mí.

   Ni reconocí sagrado,            

ni hubo razón ni lugar            

por mi audacia respetado;      

ni en distinguir me he parado   

al clérigo del seglar.

   A quien quise provoqué,       

con quien quiso me batí,         

y nunca consideré      

que pudo matarme a mí          

aquel a quien yo maté.

   A esto don Juan se arrojó,   

y escrito en este papel            

está cuanto consiguió,

y lo que él aquí escribió,         

mantenido está por él.            


Son muchos los aportes que a la esencia del alma humana nos presenta Zorrilla, armado únicamente del histrionismo que posee cada palabra de sus famosos diálogos. Herencia maldita si se quiere, la condición humana, capaz de ejecutar las más perfectas obras, o los más espantosos maleficios. Obra fundamentalmente poética, haciendo honor al género más relevante desarrollado en todas las culturas desde la etapa primitiva, reflejo de  su inclemente espíritu emprendedor y creador, que sobrepasará en la historia las barreras del odio y las supremacías de la guerra; esa terrible invención que  irónicamente da al bien y al amor, máxima expresión y motivo suficiente, de la presencia del hombre sobre el cosmos.


José Zorrilla (Valladolid, 1817-Madrid, 1893)

Fue uno de los principales representantes del romanticismo español. Estudió leyes en las universidades de Valladolid y Toledo. Abandonó los estudios y se hizo famoso súbitamente en 1837 leyendo unos versos al pie del sepulcro de Mariano José de Larra. Escribió 40 obras, la mayoría de ellas historias nacionales, entre 1839 y 1849. Entre ellas se encuentran Recuerdos y fantasías, Un testigo de bronce, A buen juez mejor testigo, Margarita la Tornera y El capitán Montoya. En teatro destacan El zapatero y el rey; Traidor, inconfeso y mártir, y Don Juan Tenorio (1844). En 1880 escribió su autobiografía Recuerdos del tiempo viejo. Zorrilla vivió un tiempo en Inglaterra, en París y en México, en donde el emperador Maximiliano lo nombró director del Teatro Nacional y de la Biblioteca. En España fue miembro de la Real Academia Española.



4.     DONJUANTENORIOLIANDO

Silvio González Patarroyo (Sylvius)

Docente


Re-creación de un Art & Culillo de Monitor (Salvat Editores)


“Cae doña Inés sobre un lecho de flores y a su lado cae don Juan, de sus bocas salen sus almas como dos llamas brillantes que se pierden en el cielo al compás de la música”


Como es de su conocimiento, el caballero Don Juan de Elsinor siempre nos propone reunirnos en ésta su morada a tertuliar sobre el tema que a él se le parece. Y nada más parecido a él que la historia del caballero al cual descueraremos en esta fecha, que también es de su conocimiento: Don Juan Tenorio. Nos ha puesto a todos como es de la costumbre del de Elsinor, a repasar lo poco que sé o lo mucho que ustedes saben del Tenorio y juiciosos repasando hemos estado. Yo, tan sólo he sabido de la temática de hoy el pasado martes 23 de octubre ¡que conste!:


Tratar el sempiterno mito de DonJuan

el dueño de la finca hoy nos propuso

y como él es émulo donjuanesco que así dijo y dispuso,

no hay remedio: ¡Habrá que hacerle caso al tal Dussán”


Es que ha planteado el mentado por vía telefónica

para el día de hoy hablar de Juan Tenorio.

Como sospecho que será extenso el repertorio

más bien quiero de don Juan hacer reseña histórica.


Me he puesto a pensar qué voy a decir a tan distinguida pléyade de sabedores del tema: Pilar y Ángela, Pedro Indiana, Darío, Gilberto, Sir Alonso, el Barón de Carichana y quien sabe cuántos y cuántas más. Con el convencimiento que es mucho lo que voy a aprender esta vez, quisiera aportar para la ocasión mi humilde visión, y he comenzado con la frase entre comillas, sacada de la Internet, claro está, porque imagino el zaperoco tan tenaz que se habrá ocasionado en el cielo, cuando al compás de la música hayan hecho su aparición la bella comendadora Doña Inés de Ulloa, dignísima hija del señor Comendador de Calatrava, la tierra del Gato con Botas, don Gonzalo de Ulloa, tomada del brazo del sin par don Juan Tenorio, calavera hijo de don Diego Tenorio:


Claro que antes de entrar en tal recordatorio,

quiero dejar constancia, por si acaso,

en lo que vino al terminar el caso

que salvó del infierno al Juan Tenorio.


Porque es que con el amor de su Inés del alma mía,

seguro el cielo se ganó, aunque a gatas,

y allí las once mil, las santas y las beatas

armarían tremenda histeria y portentosa algarabía.


Por un instante pensemos el momento:

todas se adornarían con joyas y abalorios,

todas suspirarían por un piquito del Tenorio

y olvidarían sus deseos de convento.


Y mientras tanto, la Bella Inés de Ulloa

tal vez arrepentida e iracunda

desearía no haber salido de la tumba

para salvar a semejante boa.


Mas dejemos así el enredo de esta hazaña

y arranquemos con el principio de la historia

del tal Don Juan, quien viene a la memoria

y por el que suspiran tantas… propias y extrañas.


Y aquí arranco, entonces: El mito de Don Juan, aunque se dice que es un aporte hispánico a la simbología de la literatura universal, creo a ciencia cierta que es más bien un mito universal iniciado en la literatura castellana del siglo XVI. Me parece que en todas las tradiciones orales y escritas el mito ha existido: dioses, reyes, vampiros, abogados, concejales y también personajes de no tan lustrosos pergaminos:

¡Ah!, pero anoto que aunque el mito de don Juan

es protagonizado por el sexo masculino

Doñas Juanas habrá del sexo femenino

y los del tercero con Donjuanicas contarán.


¿Recuerdan lo que pasó en Egipto con José

cuando se lo gallinaceaba la vieja Putifara?

¿Y qué de aquellos que la Biblia nos contara:

los sodomitas y los gomorrientos después de Don Noé?


Volviendo al tema: el prelopista, Juan de la Cueva, poeta y dramaturgo sevillano, adaptó al teatro temas clásicos y mitológicos siendo antecedente de la comedia española de Lope de Vega, de ahí su consideración de prelopista y no como pareciera ser: Anterior a López Michelsen, estrena su obra “EL INFAMADOR” en 1581 considerada como el primer antecedente de la figura de Don Juan:


Dicen que fue Juan de la Cueva

quien con “El Infamador” inicia la leyenda:

una tímida comedia sin premios ni prebendas

a la que accede desde el rey hasta la gleba.


A propósito: Otro Don Juan, pero no de la Cueva sino de la Cosa llegaría antes a América, que todavía no se llamaba América, en uno de los viajes con Cristóbal Colón, cuyo nombre tampoco era Cristóbal Colón sino Cristóforo Columbus, alias “Er Palomo”, y dicen que el tal Juan hacía bastante honor a su nombre y apellido. Cayó en desgracia y fue apresado y las aborígenes engañadas por este Don Juan gritaban “Que cuelguen a Juan de la Cosa, que cuelguen a Juan de la Cosa” y el pobre, tremendamente azorado pedía clemencia: “Prefiero morir ahorcado, prefiero morir ahorcado”… Lo cierto, es que las mismas indígenas fueron las encargadas de arrastrar a Juan de la Cosa por la playa… Como no estamos para chistes flojos, continúo: La comedia de Don Juan de la Cueva, sólo adquiriría su verdadero sentido vital en el siglo XVII, en que el mundo lleno de contrastes y paradojas, adoptaría a Don Juan quien llevaba como características el dramatismo y dinamismo barrocos de la época, convertidos en orgía de placer y de blasfemos retos. Fray Gabriel Téllez, posiblemente hijo natural del duque de Osuna y más conocido como Tirso de Molina, pariría en 1630 “EL BURLADOR DE SEVILLA Y CONVIDADO DE PIEDRA”, otra de las principales fuentes del mito de Don Juan. Presenta aquí a un Juan hidalgo pero al mismo tiempo populachero; de características viriles pero brutal en extremo; profundamente católico y a la vez empedernido pecador – mejor dicho, como decimos en Colombia: “No hay cachiporro sin su misa ni godo sin su moza”-; mujeriego perpetuo a quien no se le escapa la pastora ni la pescadora, la duquesa napolitana ni doña Ana de Ulloa. Don Juan en el drama tirsiano es mezcla de petulante ingenuidad y de maldad, que permite abrir inmensas posibilidades para emular personajes en todas las culturas y tiempos. Late también en la obra del de Molina el problema bastante español, por cierto, del acaso, la predestinación, el hado, el destino en una lucha permanente en el alma de Don Juan, quien por un lado era presumido pecador y por otro católico respetuoso de los dogmas y de las normas religiosas:


Quien peca y reza empata. Don Tirso de Molina lo deja establecido

en el “Burlador de Sevilla y Convidado de Piedra”, fruto de su cosecha:

es allí Don Juan viril, brutal, hidalgo, mujeriego, populachero quien acecha

a pescadoras, pastoras y duquesas; siendo a la vez católico y pecador empedernido.


En 1665, Jean Baptiste Poquelín – Molière -, toma la línea de Tirso de Molina, pero con un Don Juan en su obra “DOM JUAN OU LE FESTIN DE PIERRE” (Don Juan o el convidado de piedra”), cínico, arrogante y a la vez escéptico religioso que da una visión bastante diferente a la que le dio vida su creador inicial:


Molière a su Don Juan le endilga una alta dosis de cinismo.

Siniestro personaje, escéptico, arrogante y amoral,

nunca pensando en hacer el bien, más bien el mal:

¡Abajo la tirsiana beatería y que viva por siempre el erotismo!


Al siglo XVIII corresponden principalmente tres obras sobre Don Juan: la del español Antonio de Zamora, “NO HAY PLAZO QUE NO SE CUMPLA, NI DEUDA QUE NO SE PAGUE”; la ópera italo-austriaca con libretos de Lorenzo Da Ponte y música del gran Wolfgang Amadeus Mozart: “DON GIOVANNI”, en gringo Míster John, en ario Herr Johann, en castellano Don Juan o en nuestro chibcha Ñor Juancho. Los dos también son coautores de las también famosísimas Bodas de Fígaro. Completa la trilogía la versión de Don Juan: “DON JUAN O EL CASTIGO DEL LIBERTINO” escrita por Carlo Goldoni, comediógrafo italiano, quien afortunadamente dejó el oficio de abogado para dedicarse a la literatura. ¡Ah malhayas hicieran otro tanto algunos javerianos que conozco!:


No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague,

en el XVIII promulgaría Antonio de Zamora,

Mozart con su Don Giovanni andaría también dándonos lora

y si quiere más: Goldoni con su Don Juan tendrá pa´ que divague.


Llegaría el XIX y con él el romanticismo y el mito daría nuevos rumbos: En algunos casos conservaría el tipo primitivo, pero otras veces daría paso a expresiones de vivencias personales de sus autores que en sus vidas tuvieron mucho que ver con él. Tal los casos del “DON JUAN” de Lord Byron (George Gordon), en la que sintetiza su rebeldía, capacidad irónica y extraordinaria sensibilidad, considerándosele como su obra cumbre; y “EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA” de José de Espronceda, fantasiosa versión del mito de Don Juan:


Vendrá enseguida de Lord Byron el Don Juan

y El Estudiante de Salamanca de Espronceda

que son parte de sus vidas un tanto noveleras:

Es lo que sus biógrafos más luego nos dirán.


Y seguirán en este siglo más: Los franceses Alejandro Dumas y Prosper Mérimée, y claro la que más le ha dado fama al personaje, tema de la tertulia de hoy: “DON JUAN TENORIO”, escrita en 1844 por el español don José Zorrilla y Moral y a cuya versión y memoria seguramente con suficiente propiedad y conocimiento de causa, amén de experiencias propias se explayarán Sir Alonso Quintín y el Barón de Carichana. Sin embargo, el Don Juan romántico que se presenta en estas obras perdió todo su brío y por qué no su “encanto”: En ciertos momentos se nos presenta como un juguete del destino, a cuyo encuentro y como salvador ha salido el amor, amor que le deja enamorado y maltrecho. Don Juan, por voluntad propia de sus creadores, se enamora sinceramente y deja de ser el eterno mito de aquel cínico primitivo, que se limitaba a seducir mediante cuanta triquiñuela imaginaba, para fácilmente olvidar y volver a seducir y continuar el círculo vicioso:


Llega un Don Juan, mezcla de Montecristo y Mosquetero,

romántico francés, irónico, siniestro, enamorado,

jugador español, tramposo, seductor, acomplejado,

mas dejó de ser el cínico, brutal y para nada caballero.


Luego del romanticismo del XIX se han escrito “Donjuanes” por montones, se ha convertido en un problema psicofísco, con miles de conflictos y complejos, digno de ser estudiado, analizado por médicos, psiquiatras, psicoanalistas y hasta le habrán practicado tomografías y necropsias, amén de exhumaciones , excavaciones e investigaciones exhaustivas. Pilar habrá tenido suficiente material de análisis y seguramente disertará sobre el asunto y otro tanto desde su perspectiva de antropólogo estará haciendo Pedro Indiana Jones Marín. Se le ha dado la interpretación negativa como símbolo de la hispanidad, de la cual algo hemos heredado los latinoamericanos. Un autor: Guerra Junqueiro, en “LA MUERTE DE DON JUAN”, lo convirtió en neurótico, indiferente e impotente; el alemán Paul von Heyse en “EL FIN DE DON JUAN” en un títere familiar. Otro tanto podría decirse de los autores Lesja Ukraïnka de Ucrania o de los franceses Gautier, Musset, Haraucourt y hasta del hermoso relato “EL AMOR MÁS BELLO DE DON JUAN” de Jules Barbey D´Aurevilly, o el conde ruso Alexei Konstantinovich Tolstoi y los ingleses Shadwell en “EL LIBERTINO” y Sir George Bernard Shaw, - el mismo que dijo que “Los pañales y los políticos han de cambiarse a menudo… y por los mismos motivos”- en “MAN AND SUPERMAN” (1903). No se ha escapado Don Juan del análisis de connotados escritores españoles como Don Miguel de Unamuno quien lo ve como una copia de sus propios problemas existenciales en “EL HERMANO JUAN” ni de Don Ramón del Valle y de la Peña (Valle Inclán) quien lo plasmó en “EL MARQUÉS DE BRADOMÍN”. José Martínez Ruíz – Azorín – en su “DON JUAN” lo revive como una sombra del pasado, y en fin, otros muchos que lo ven cada uno a su manera, pero siempre eterno. A la vez, burlón, mujeriego, caballero, indomable, haciéndole piruetas y evasivas al amor y a la pelona.


Permítanme, para terminar, transcribir al pie de la letra una nota que encontré como complemento a este aporte: “Tal vez quien mejor comprendió este mito, después de Tirso de Molina, fuera el dramaturgo Jacinto Grau Delgado, escritor español quien vivió en Argentina desde 1939 hasta su muerte en 1958, que en dos soberbias creaciones, “BURLADOR QUE NO SE BURLA” (1913) y “DON JUAN DE CARILLANA” (1930), evocó en dos momentos distintos la eterna paradoja de su alma; en DON JUAN DE CARILLANA, en el ocaso de la vida, sentimental, lleno de recuerdos y nostalgias y caballero siempre; en EL BURLADOR QUE NO SE BURLA, simplemente varonil, erótico a ratos, fiel trasunto del símbolo antiguo. Mito siempre viejo y siempre nuevo, Grau lo eternizó de esta forma tan expresiva. “Me parece verlo pasar aprisa por las calles; escapándose, sin dejarse coger nunca, como la felicidad””. Y concluyo:


Una creación llamada “Don Juan de Carillana”

un tal Jacinto Grau a la historia le aportó.

No creo que esto importe mucho, digo yo,

si aquí tenemos al “Dussán de Carichana”.





5.     UN PERSONAJE LLAMADO DON JUAN

Jorge Dussán Abella

Abogado


Don Juan, el hombre sin Dios ni ley, romántico y seductor, temerario, egoísta e inmoral, libertino a quien ni siquiera la muerte espanta pero fiel a su palabra por ser caballero de honor, es el prototipo del eterno enamorado objeto de la envidia secreta de muchos varones y a la vez el miedo deseado de la mujer que, en el fondo de su alma, anhela entregársele a sabiendas de que va a ser engañada, porque en la fuerza  y esplendor de su pasión este personaje llevaba el germen de los mayores infortunios a la vida de quienes eran objeto de ese mismo amor. Don Juan ha apasionado tanto a la literatura como a la psicología y  ha sido tratado desde diferentes puntos de vista. Bajo el enfoque de las letras, le abre las puertas de la literatura española Tirso de Molina cuando escribe Don Juan y el convidado de piedra, donde convierte al protagonista en leyenda y lo señala como el prototipo del mujeriego impenitente incrédulo, valiente y seductor que enamora a  Ana de Ulloa, la hija del jefe militar de Sevilla, don Gonzalo de Ulloa, Comendador de Calatrava, a quien le da muerte en un duelo al salir este en defensa del honor de su hija. Posteriormente, en un gesto satánico y audaz, de un cinismo y descaro propio de este calavera sin Dios ni ley, ni temor al fuego eterno ni a ningún castigo divino, don Juan visita el sepulcro del Comendador para invitar a la estatua de su víctima a cenar y la figura de piedra asiste y le devuelve la invitación, la cual acepta el arrogante don Juan pero, esta vez, ya ante el sepulcro, la efigie de don Gonzalo agarra con su guante piedra al arrogante libertino y lo arroja al averno. En este drama de Tirso de Molina no existe arrepentimiento alguno de don Juan, porque no tiene sentimientos de culpa ni aprensión alguna y por eso se despeña indiferente al castigo eterno. Más tarde, el poeta y dramaturgo romántico José Zorrilla toma nuevamente la figura de don Juan pero esta vez la transforma en un sujeto más humano, aunque igualmente jactancioso de sus aventuras y deslices y que después de muchos lances eróticos y de pretender a doña Inés, enamorado locamente de ella, la implora de rodillas al Comendador y ofrece el cambio de su vida por el amor de esta dama, pero es rechazado y entonces clama abatido y desolado, sintiendo cernirse en su alma la tormenta que lo arrastrara consigo:


¡Llame al cielo y no me oyó,

pues que sus puertas me cierra,

de mis pasos en la tierra

responda el cielo, no yo!


En otro ámbito, el músico austriaco Wolfgang Amadeus Mozart recoge el personaje y el tema en Praga con su ópera Don Giovanni, en la cual el instinto del seductor es guiado por el odor di femina, sin que importe el nombre o condición de la dama seducida. Al fin y al cabo el amor pasa y retorna como las nubes en la incertidumbre del momento fugaz. Y en este drama, de regreso de sus correrías nocturnas amatorias, Don Juan salta la tapia del cementerio y, cuando ríe descaradamente de su última aventura, oye la voz de ultratumba del Comendador pidiéndole dejar en paz a los muertos y por toda respuesta Don Juan invita a la estatua del Comendador a cenar en su casa. Servida la mesa, doña Elvira, su antigua seducida, aparece y le ruega cambiar de vida pero es rechazada e igual hace la figura del Comendador que ha accedido a la invitación, ante lo cual se niega y entonces  es precipitado a los infiernos.


Y así como los citados muchos otros autores han perseguido el tema y dado su propio tratamiento al perfil de don Juan, sin dejarlo perder su carácter de seductor y hombre de honor, e inclusive llegando a considerarlo como “un pensador”, teniendo como base el contorno que este mismo dibuja en su encuentro con don Luis, emulo de aventuras, a quien le comenta sin reato alguno:


Por donde quiera que fui
la razón atropellé.
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé,
y a las mujeres vendí.


Yo a las cabañas bajé,
yo a los palacios subí,
yo los claustros escalé
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.


Ni reconocí sagrado,
ni hubo ocasión ni lugar
por mi audacia respetado;
ni en distinguir me he parado
al clérigo del seglar.


A quien quise provoqué,
con quien quise me batí,
y nunca consideré

que pudo matarme a mí
aquel a quien yo maté.


Y este panorama de vitalidad y fuerza, al ser traducido en cifras, precisa que Don Juan sedujo (¿o sedujeron a Don Juan?):


"…En Italia son 140, en Alemania 231, en Francia 100, en Turquía 91, pero en España ¡son ya 1003! Campesinas, nobles, burguesas, condesas, baronesas, princesas, mujeres de todo rango y clase… ¿Cómo lo hace? Bueno, eso ya lo sabéis…"


Y todo, no lo olvidemos, porque don Juan no busca una mujer perfecta sino una nueva conquista que satisfaga su vanidad y de pronto no tanto el deseo sexual, como podría pensar el común de las gentes acuciadas por el morbo y la curiosidad carnal, pues como dijo el poeta inglés Percy Bysshe Shelley: "Riqueza y poder se disuelven en el gran mar del bien y el mal entre los hombres… pero el amor, aun torcidamente sentido, es  inmortal y perdura sobre toda la frágil materia que será o haya sido".


Bajo cualquier óptica que se lo quiera mirar, en toda forma este personaje se caracteriza por ser el prototipo del hombre lujurioso, con apetito desordenado del deleite carnal, con pensamientos propios de naturaleza sexual y posesivos sobre la mujer que se convierte en su objeto y compulsión humana. Por eso los psicólogos también han jugado su papel pretendiendo analizar el alma de este personaje y anotan que don Juan Tenorio padece un desorden psico-sexual, sin que puedan omitir que es ante todo un hombre inmoral, aventurero, erótico, valiente y gallardo, para lo cual se basan en la exposición que hace Sigmund Freud desde su posición psicoanalítica al señalar que el desarrollo sexual se inicia con la fase oral, caracterizada porque el niño obtiene una máxima satisfacción al mamar, y continúa en la fase anal, en la que predominan los impulsos agresivos y sádicos; y que después de una fase latente o de reposo, se inicia la tercera fase del desarrollo, la genital, con el interés centrado en los órganos sexuales pero que la alteración de una de estas tres fases produce la aparición de trastornos específicos sexuales o de la personalidad, y en el límite de las formas aceptadas de comportamiento sexual se encuentran las llamadas perversiones. Hoy, este proceder frente a la evolución en los usos y costumbres y el ensanchamiento del margen de tolerancia ha hecho que conductas consideradas tradicionalmente perversas se admitan como válidas en el marco de los derechos a una sexualidad libre. Sólo en los casos de malestar o de conflicto del propio individuo con sus tendencias, o en aquellos en los que se pone en riesgo la integridad física y moral de terceros, se impone la necesidad de tratamiento psicoterapéutico y se le precisa, para que no se convierta en delito, puesto que debe existir el mutuo consentimiento y la superación de la autocensura.


Para los psicoanalistas, don Juan es un fantasma femenino que trae la figura de un hombre al que no le falta nada. Es la imagen de un padre en tanto no castrado. Es el objeto absoluto, siempre está allí en el lugar del Otro, siempre listo, sustentando el falo como significante de la potencia de la generación. Este don Juan es el anhelo en la mujer de una imagen que juega su función fantasmática: hay un hombre que lo tiene, el falo, y mucho más y no puede perderlo. La posición de don Juan en el fantasma implica que ninguna mujer puede tomárselo, que no puede perderse con ninguna mujer, pues ella necesita sentirse ser verdaderamente el objeto en el centro de un deseo. A lo cual cabe agregar que, además, somos humanos. Carne. Debilidad. Deseo. Libido. Y la mujer para el hombre siempre será polo de atracción, enigma, misterio, objeto, cuestionamiento, alma y vida. Y ella, seducida o conquistadora, hace girar la rueda de la historia a su capricho imponiendo al hombre su voluntad. Y nos encontramos frente al deseo y al amor, que no siempre van parejos, pues en tanto el hombre busca y sabe hacia dónde va con ceguedad, la mujer puede diferenciar y entregarse sin deseo y sin amor. En la relación amorosa la mujer encuentra un goce. Ella deviene lo que crea de manera totalmente imaginaria, justamente lo que la hace objeto, tanto que en el espejismo erótico ella puede ser el falo, serlo y a la vez no serlo.


También, desde el ángulo clínico, Don Juan como prototipo fue visto por el endocrinólogo Gregorio Marañón quien lo consideró como un ¡sujeto bisexual!, o sea que sentía atracción sexual por ambos sexos y era capaz de tener fantasías y disfrutar tanto de las relaciones físicas heterosexuales como homosexuales. Sin embargo, para un psicoanalista, como Jacques Lacan, "Don Juan no se confunde pura y simplemente, ni mucho menos, con el seductor en posesión de pequeños trucos efectivos en toda ocasión. Don Juan ama a las mujeres, incluso se diría que las ama lo bastante como para saber, dado el caso, no decírselo, y que las ama lo bastante como para que, cuando se lo dice, ellas le crean (…) busca de verdad, como va a buscarla, como no se contenta con esperarla ni con contemplarla, no la encuentra, o sólo acaba encontrándola bajo la forma de aquel invitado siniestro que en efecto es un más allá de la mujer, inesperado, y que no en vano es efectivamente, el padre. Pero no olvidemos que cuando se presenta, lo hace, bajo la forma del invitado de piedra, de esa piedra con su lado absolutamente muerto y cerrado, más allá de toda vida de la naturaleza". 


Mirando el tema bajo otro aspecto digamos que si somos carne y atadura mortal, tenemos que sentir y vivir el sexo como parte importantísima de nuestro instinto natural porque el sexo no es malo, al contrario, produce satisfacción, descanso y relaja física y moralmente. Además, en el ser humano (y en cualquier animal viviente) hay igualmente una búsqueda o necesidad reproductiva. Por otro aspecto, el sexo, como el hambre y la sed, son necesidades orgánicas. Mientras el hambre y la sed pueden conducirnos a la muerte, la necesidad sexual se puede postergar o ser reemplazada por otros intereses, así reste una frustración. La sexualidad humana es una función natural muy importante de nuestra vida que debe ser placentera, y no tomarse como obsesión compulsiva, porque si no fuera así ya estaríamos extinguidos como especie. Es parte vital, así como el apareamiento en los animales es un instinto natural cuya finalidad es evitar la extinción de la especie. En los humanos la sexualidad adopta características diferentes y hoy la sociedad en su nuevo conceptuar censura el libertinaje, que sí existió en otros tiempos, así como pensar en la monogamia como algo intrínseco a la naturaleza humana es un concepto discutible, pues no siempre han existido las parejas monógamas a través de la historia. En el hombre hay una búsqueda insistente por la mujer. Ningún hombre es igual a otro, así como tampoco una mujer es igual a otra. Totalmente diferentes entre sí pero, hombre y mujer, dos mundos paralelos que como las líneas del espacio se entrelazan y se alejan. Sin  embargo, hoy, que todo se busca mirar bajo la óptica freudiana, en nuestro mundo actual, que no parece tan interesado en las aventuras galantes como si en el de la fantasía y el internet, el ropaje, la figura idealizada de artista pulida con cirugía plástica y la vana apariencia; también, quizás a causa de la superpoblación y la escasez económica, se considera que debe existir la pareja, con o sin el objetivo de formar una familia, y al demostrar las estadísticas que el hombre es más infiel que la mujer se está aduciendo, como hace Marañón con Don Juan, que esta condición lejos de hacerlo más hombre deja en duda su hombría pues se está demostrando una homosexualidad latente, porque al frecuentar tantas mujeres, se pone en evidencia que ninguna mujer lo puede satisfacer y ¡lo que realmente está buscando es a otro hombre!


Pero, remontándonos a otras esferas, relativas a este morbo o deliciosa condición de unos cuantos escogidos, recordemos que en la mitología el amor era protegido por los dioses y en Grecia fue Eros el dios de la atracción sexual, el amor, el coito y la fertilidad, y Afrodita la diosa del amor, la lujuria, la belleza, la prostitución y la reproducción. Pero con el paso del tiempo, el cambio del pensamiento y las costumbres, vino la antítesis cristiana señalando para el ser humano la castidad, que exige fortaleza espiritual y entonces cita como ejemplo de esta virtud, a más de eremitas, ermitaños y estilitas, a San Francisco de Asís, quien al ser tentado por la lujuria prefiere arrojarse entre unos espinos, pero quienes lo traen como ejemplo olvidan el pecado en que el santo incurría por el atentado que estaba haciendo contra su propia vida. Y aquí cabe preguntar: ¿Acaso, sin habérsele pedido consentimiento al ser humano para venir a la vida, se le entrega un cuerpo y un entendimiento que conforman su naturaleza y le permiten buscar el placer y el displacer como forma de satisfacción o elación espiritual, es una razón lógica para decir que lo que está en la naturaleza del hombre es malo? No olvidemos antes de responder que el impulso sexual está dirigido al goce inmediato y a la reproducción, así como los diferentes aspectos de la relación psicológica con el propio cuerpo y de las expectativas de rol social, ni tampoco omitamos la psicología moderna cuando señala que la sexualidad puede o debe ser aprendida y que los tabúes sociales o religiosos pueden condicionar considerablemente el desarrollo de una sexualidad sana.


En la actualidad lamentablemente don Juan ha muerto y más con los avances en materia cibernética, en donde bajo el anonimato y falta de responsabilidad se permite ingresar a través del internet hacia lugares donde el goce sexual no tiene consecuencias, allí donde se puede encontrar de todo y para todos los gustos, masturbando la imaginación, atiborrando el alma de fantasmas eróticos, como espectador impotente enfermo y degradado, ante lo cual cabe preguntar si este onanismo con medios cibernéticos ¿será mejor para conservar la salud de la especie humana al no estar compartiendo ni agrediendo a otro prójimo? ¿O será mejor tener una figura como la de don Juan que estimule la imaginación y el deseo de aventura? No olvidemos que las emociones están controladas por el cerebro, el cual también se encarga de recibir e interpretar todas las señales que le llegan desde el organismo y el exterior. Y en él, el hipotálamo está encargado de algunas funciones vitales para sobrevivir como son la del comer y la actividad sexual. Y si el mecanismo hipotálamo-hipófisis sufre una lesión ésta puede alterar la función sexual normal.


Y yendo al punto religioso del premio o el castigo por este deliquio, deseo, necesidad, impulso biológico exacerbado, manifestación adictiva al sexo, desesperación, angustia, producido por un exceso de testosterona en el cuerpo así como también por el estrés o la angustia, que hace más agresiva la persona que la padece pero que es simplemente una patología que puede ser tratada clínicamente, ya que don Juan en toda forma, sin arrepentirse por haber buscado y seducido a tantas féminas y ellas complacidas aceptarlo, es llevado al infierno por el Comendador, en un caso, o se salva por intercesión de doña Inés, en el otro evento, y si seguimos la pista por el mundo judeo-cristiano vemos que allí se clama por el infierno con llamas, torturas y crueldad inimaginables, donde el demonio Asmodeo se encarga del réprobo lujurioso asfixiándolo en fuego y azufre; en tanto que en el África es práctica común la poliginia y en el Islam, el Corán permite al hombre tener hasta cuatro esposas, pero especifica: “si temes no poder hacer justicia entre tus esposas, entonces cásate con una sola” (¿o será por aquello que dice el refrán: Una se aburre, dos se pelean, tres se entretienen?) y en esta creencia existe un paraíso donde viven las huríes, hermosas doncellas que recompensan a los verdaderos creyentes con el sensual placer de su compañía después de la muerte. Y por si fuera poco, las huríes permanecen jóvenes y puras por toda la eternidad, aunque tienen el poder de concebir y tener hijos a voluntad del creyente. “Habrá huríes de grandes ojos, semejantes a perlas ocultas, como retribución a sus obras […] Habrá buenas, bellas, huríes retiradas en los pabellones, no tocadas por hombre ni genio”, las cuales cantan dulcemente y con hermosas voces que jamás nadie escuchó, para sus esposos: “Nosotras somos buenas y bellas, las esposas de la noble gente, que miran a sus esposos felices y contentos. Somos eternas, nunca moriremos, estamos fuera de peligro, no temeremos, permaneceremos aquí y jamás nos iremos” y en este edén cada hombre podrá tener al menos ¡setenta y dos esposas!, frente a lo cual me pregunto: ¿qué podrá hacer entonces don Juan?
































ESTA EDICION ES LIMITADA Y PROPIEDAD DE LOS CONTERTULIOS

DE LA TERTULIA CARICHANA DE IZA. LOS CONCEPTOS E IDEAS

CONTENIDAS EN LAS INTERVENCIONES SON DE

RESPONSABILIDAD EXCLUSIVA DE SUS

AUTORES. SU LECTURA SE ESPERA

ESPECIALMENTE POR PARTE DE

ESTUDIANTES Y JUVENTUD

CON ANSIAS DE LIBERTAD

Y SUPERACION

ESPIRITUAL.

Diciembre

2012






[1] G. Pommier, L´ordre sexuel, Flammarion, 1995, p. 5


[2] J. Lacan, Le séminaire livre XX, Encore, Paris, Éditions du seuil, 15 de mayo de 1973, p. 116


[3] Don Juan a Don Luis: “¡Bah! Pues yo os complaceré/doblemente, porque os digo/ que a la novicia uniré/ la dama de algún amigo/ que para casarse esté/ “(la novia de Don Luis) J. Zorrilla. Don Juan Tenorio, Madrid, Afrodisio Aguado, S.A., 1948. P. 59.


[4] El falo es un significante, que representa tanto la asunción del sujeto de su sexualidad, como la castración simbólica, el órgano en erección (G. Pommier. Que veut dire Faire l´amour? Paris, Flammarion, 2010, p. 313), “el falo sólo se erige en un entre-dos (314)


[5] J. Lacan Le Séminaire livre IV, La relation d´objet, 1956-1957, Paris, Éditions du Seuil, 1994, p.418.


[6] A los hombres el apellido los protege de su propia feminización. G. Pommier, ibid. p. 29.


[7] Don Juan a Don Gonzalo: “Su amor me torna en otro hombre/ regenerando mi ser/ y ella puede hacer un ángel/ de quien un demonio fue”. J. Zorrilla, Ibid, p. 191.


[8] Don Juan al escultor: “Podéis estar convencido/ de que Dios no le ha querido (a él, Don Juan)”. Ibid. P. 216. 


[9] Don Juan a la estatua de Don Juan: “pues podré saber de ti /si hay más mundo que el de aquí/ y otra vida en que jamás, / a decir verdad, creí.” Ibid. P. 239.


[10] J. Zorrilla, ibid., p. 174


[11] Es decir, la mujer que, en la fantasía infantil, no está castrada.


[12] J. Lacan, Le séminaire livre IV, La relation d´objet, Paris, Seuil, 1956-1957, p. 419.


[13] Doña Inés: Nunca el claustro abandoné/ ni sé del mundo exterior/ los usos; mas tengo honor; / noble soy, Brígida, y sé/ que la casa de Don Juan/ no es buen sitio para mí;(…)Ibid, p.165.


[14] G. Pommier, ibid., p. 51


[15] J. Zorrilla, ibid. P. 166


[16] J. Lacan. L´angoisse, séminaire 1962-1963, publication hors commerce. Document interne â l´Association internationale et destiné à ses membres, p. 247


[17][17] Ibid., p248


[18] Ibid., p. 256


[19] Ibid., p. 257