jueves, 24 de enero de 2013

DON JUAN TENORIO











UN PERSONAJE LLAMADO DON JUAN
                                    Por. Jorge Dussán Abella

Don Juan, el hombre sin Dios ni ley, romántico y seductor, temerario, egoísta e inmoral, libertino a quien ni siquiera la muerte espanta pero fiel a su palabra por ser caballero de honor, es el prototipo del eterno enamorado objeto de la envidia secreta de muchos varones y a la vez el miedo deseado de la mujer que, en el fondo de su alma, anhela entregársele a sabiendas de que va a ser engañada, porque en la fuerza  y esplendor de su pasión este personaje llevaba el germen de los mayores infortunios a la vida de quienes eran objeto de ese mismo amor. Don Juan ha apasionado tanto a la literatura como a la psicología y  ha sido tratado desde diferentes puntos de vista. Bajo el enfoque de las letras, le abre las puertas de la literatura española Tirso de Molina cuando escribe Don Juan y el convidado de piedra, donde convierte al protagonista en leyenda y lo señala como el prototipo del mujeriego impenitente incrédulo, valiente y seductor que enamora a  Ana de Ulloa, la hija del jefe militar de Sevilla, don Gonzalo de Ulloa, Comendador de Calatrava, a quien le da muerte en un duelo al salir este en defensa del honor de su hija. Posteriormente, en un gesto satánico y audaz, de un cinismo y descaro propio de este calavera sin Dios ni ley, ni temor al fuego eterno ni a ningún castigo divino, don Juan visita el sepulcro del Comendador para invitar a la estatua de su víctima a cenar y la figura de piedra asiste y le devuelve la invitación, la cual acepta el arrogante don Juan pero, esta vez, ya ante el sepulcro, la efigie de don Gonzalo agarra con su guante piedra al arrogante libertino y lo arroja al averno. En este drama de Tirso de Molina no existe arrepentimiento alguno de don Juan, porque no tiene sentimientos de culpa ni aprensión alguna y por eso se despeña indiferente al castigo eterno. Más tarde, el poeta y dramaturgo romántico José Zorrilla toma nuevamente la figura de don Juan pero esta vez la transforma en un sujeto más humano, aunque igualmente jactancioso de sus aventuras y deslices y que después de muchos lances eróticos y de pretender a doña Inés, enamorado locamente de ella, la implora de rodillas al Comendador y ofrece el cambio de su vida por el amor de esta dama, pero es rechazado y entonces clama abatido y desolado, sintiendo cernirse en su alma la tormenta que lo arrastrara consigo:
 ¡Llame al cielo y no me oyó,

pues que sus puertas me cierra,

de mis pasos en la tierra

responda el cielo, no yo.

 En otro ámbito, el músico austriaco Wolfgang Amadeus Mozart recoge el personaje y el tema en Praga con su ópera Don Giovanni, en la cual el instinto del seductor es guiado por el odor di femina, sin que importe el nombre o condición de la dama seducida. Al fin y al cabo el amor pasa y retorna como las nubes en la incertidumbre del momento fugaz. Y en este drama, de regreso de sus correrías nocturnas amatorias, Don Juan salta la tapia del cementerio y, cuando ríe descaradamente de su última aventura, oye la voz de ultratumba del Comendador pidiéndole dejar en paz a los muertos y por toda respuesta Don Juan invita a la estatua del Comendador a cenar en su casa. Servida la mesa, doña Elvira, su antigua seducida, aparece y le ruega cambiar de vida pero es rechazada e igual hace la figura del Comendador que ha accedido a la invitación, ante lo cual se niega y entonces  es precipitado a los infiernos.

 Y así como los citados muchos otros autores han perseguido el tema y dado su propio tratamiento al perfil de don Juan, sin dejarlo perder su carácter de seductor y hombre de honor, e inclusive llegando a considerarlo como “un pensador”, teniendo como base el contorno que este mismo dibuja en su encuentro con don Luis, emulo de aventuras, a quien le comenta sin reato alguno:

Por donde quiera que fui
la razón atropellé.
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé,
y a las mujeres vendí.
Yo a las cabañas bajé,
yo a los palacios subí,
yo los claustros escalé
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.
Ni reconocí sagrado,
ni hubo ocasión ni lugar
por mi audacia respetado;
ni en distinguir me he parado
al clérigo del seglar.
A quien quise provoqué,
con quien quise me batí,
y nunca consideré

que pudo matarme a mí
aquel a quien yo maté.


Y este panorama de vitalidad y fuerza, al ser traducido en cifras, precisa que Don Juan sedujo (¿o sedujeron a Don Juan?): "…En Italia son 140, en Alemania 231, en Francia 100, en Turquía 91, pero en España ¡son ya 1003! Campesinas, nobles, burguesas, condesas, baronesas, princesas, mujeres de todo rango y clase… ¿Cómo lo hace? Bueno, eso ya lo sabéis…" y todo, no lo olvidemos, porque don Juan no busca una mujer perfecta sino una nueva conquista que satisfaga su vanidad y de pronto no tanto el deseo sexual, como podría pensar el común de las gentes acuciadas por el morbo y la curiosidad carnal, pues como dijo el poeta inglés Percy Bysshe Shelley: "Riqueza y poder se disuelven en el gran mar del bien y el mal entre los hombres… pero el amor, aun torcidamente sentido, es  inmortal y perdura sobre toda la frágil materia que será o haya sido",.

Bajo cualquier óptica que se lo quiera mirar, en toda forma este personaje se caracteriza por ser el prototipo del hombre lujurioso, con apetito desordenado del deleite carnal, con pensamientos propios de naturaleza sexual y posesivos sobre la mujer que se convierte en su objeto y compulsión humana. Por eso los psicólogos también han jugado su papel pretendiendo analizar el alma de este personaje y anotan que don Juan Tenorio padece un desorden psico-sexual, sin que puedan omitir que es ante todo un hombre inmoral, aventurero, erótico, valiente y gallardo, para lo cual se basan en la exposición que hace Sigmund Freud desde su posición psicoanalítica al señalar que el desarrollo sexual se inicia con la fase oral, caracterizada porque el niño obtiene una máxima satisfacción al mamar, y continúa en la fase anal, en la que predominan los impulsos agresivos y sádicos; y que después de una fase latente o de reposo, se inicia la tercera fase del desarrollo, la genital, con el interés centrado en los órganos sexuales pero que la alteración de una de estas tres fases produce la aparición de trastornos específicos sexuales o de la personalidad, y en el límite de las formas aceptadas de comportamiento sexual se encuentran las llamadas perversiones. Hoy, este proceder frente a la evolución en los usos y costumbres y el ensanchamiento del margen de tolerancia ha hecho que conductas consideradas tradicionalmente perversas se admitan como válidas en el marco de los derechos a una sexualidad libre. Sólo en los casos de malestar o de conflicto del propio individuo con sus tendencias, o en aquellos en los que se pone en riesgo la integridad física y moral de terceros, se impone la necesidad de tratamiento psicoterapéutico y se le precisa, para que no se convierta en delito, puesto que debe existir el mutuo consentimiento y la superación de la autocensura.


Para los psicoanalistas, don Juan es un fantasma femenino que trae la figura de un hombre al que no le falta nada. Es la imagen de un padre en tanto no castrado. Es el objeto absoluto, siempre está allí en el lugar del Otro, siempre listo, sustentando el falo como significante de la potencia de la generación. Este don Juan es el anhelo en la mujer de una imagen que juega su función fantasmática: hay un hombre que lo tiene, el falo, y mucho más y no puede perderlo. La posición de don Juan en el fantasma implica que ninguna mujer puede tomárselo, que no puede perderse con ninguna mujer, pues ella necesita sentirse ser verdaderamente el objeto en el centro de un deseo. A lo cual cabe agregar que, además, somos humanos. Carne. Debilidad. Deseo. Libido. Y la mujer para el hombre siempre será polo de atracción, enigma, misterio, objeto, cuestionamiento, alma y vida. Y ella, seducida o conquistadora, hace girar la rueda de la historia a su capricho imponiendo al hombre su voluntad. Y nos encontramos frente al deseo y al amor, que no siempre van parejos, pues en tanto el hombre busca y sabe hacia dónde va con ceguedad, la mujer puede diferenciar y entregarse sin deseo y sin amor. En la relación amorosa la mujer encuentra un goce. Ella deviene lo que crea de manera totalmente imaginaria, justamente lo que la hace objeto, tanto que en el espejismo erótico ella puede ser el falo, serlo y a la vez no serlo.

También, desde el ángulo clínico, Don Juan como prototipo fue visto por el endocrinólogo Gregorio Marañón quien lo consideró como un ¡sujeto bisexual!, o sea que sentía atracción sexual por ambos sexos y era capaz de tener fantasías y disfrutar tanto de las relaciones físicas heterosexuales como homosexuales. Sin embargo, para un psicoanalista, como Jacques Lacan, "Don Juan no se confunde pura y simplemente, ni mucho menos, con el seductor en posesión de pequeños trucos efectivos en toda ocasión. Don Juan ama a las mujeres, incluso se diría que las ama lo bastante como para saber, dado el caso, no decírselo, y que las ama lo bastante como para que, cuando se lo dice, ellas le crean (…) busca de verdad, como va a buscarla, como no se contenta con esperarla ni con contemplarla, no la encuentra, o sólo acaba encontrándola bajo la forma de aquel invitado siniestro que en efecto es un más allá de la mujer, inesperado, y que no en vano es efectivamente, el padre. Pero no olvidemos que cuando se presenta, lo hace, bajo la forma del invitado de piedra, de esa piedra con su lado absolutamente muerto y cerrado, más allá de toda vida de la naturaleza".  


Mirando el tema bajo otro aspecto digamos que si somos carne y atadura mortal, tenemos que sentir y vivir el sexo como parte importantísima de nuestro instinto natural porque el sexo no es malo, al contrario, produce satisfacción, descanso y relaja física y moralmente. Además, en el ser humano (y en cualquier animal viviente) hay igualmente una búsqueda o necesidad reproductiva. Por otro aspecto, el sexo, como el hambre y la sed, son necesidades orgánicas. Mientras el hambre y la sed pueden conducirnos a la muerte, la necesidad sexual se puede postergar o ser reemplazada por otros intereses, así reste una frustración. La sexualidad humana es una función natural muy importante de nuestra vida que debe ser placentera, y no tomarse como obsesión compulsiva, porque si no fuera así ya estaríamos extinguidos como especie. Es parte vital, así como el apareamiento en los animales es un instinto natural cuya finalidad es evitar la extinción de la especie. En los humanos la sexualidad adopta características diferentes y hoy la sociedad en su nuevo conceptuar censura el libertinaje, que sí existió en otros tiempos, así como pensar en la monogamia como algo intrínseco a la naturaleza humana es un concepto discutible, pues no siempre han existido las parejas monógamas a través de la historia. En el hombre hay una búsqueda insistente por la mujer. Ningún hombre es igual a otro, así como tampoco una mujer es igual a otra. Totalmente diferentes entre sí pero, hombre y mujer, dos mundos paralelos que como las líneas del espacio se entrelazan y se alejan. Sin  embargo, hoy, que todo se busca mirar bajo la óptica freudiana, en nuestro mundo actual, que no parece tan interesado en las aventuras galantes como si en el de la fantasía y el internet, el ropaje, la figura idealizada de artista pulida con cirugía plástica y la vana apariencia; también, quizás a causa de la superpoblación y la escasez económica, se considera que debe existir la pareja, con o sin el objetivo de formar una familia, y al demostrar las estadísticas que el hombre es más infiel que la mujer se está aduciendo, como hace Marañón con Don Juan, que esta condición lejos de hacerlo más hombre deja en duda su hombría pues se está demostrando una homosexualidad latente, porque al frecuentar tantas mujeres, se pone en evidencia que ninguna mujer lo puede satisfacer y ¡lo que realmente está buscando es a otro hombre! 



Pero, remontándonos a otras esferas, relativas a este morbo o deliciosa condición de unos cuantos escogidos, recordemos que en la mitología el amor era protegido por los dioses y en Grecia fue Eros el dios de la atracción sexual, el amor, el coito y la fertilidad, y Afrodita la diosa del amor, la lujuria, la belleza, la prostitución y la reproducción. Pero con el paso del tiempo, el cambio del pensamiento y las costumbres, vino la antítesis cristiana señalando para el ser humano la castidad, que exige fortaleza espiritual y entonces cita como ejemplo de esta virtud, a más de eremitas, ermitaños y estilitas, a San Francisco de Asís, quien al ser tentado por la lujuria prefiere arrojarse entre unos espinos, pero quienes lo traen como ejemplo olvidan el pecado en que el santo incurría por el atentado que estaba haciendo contra su propia vida. Y aquí cabe preguntar: ¿Acaso, sin habérsele pedido consentimiento al ser humano para venir a la vida, se le entrega un cuerpo y un entendimiento que conforman su naturaleza y le permiten buscar el placer y el displacer como forma de satisfacción o elación espiritual, es una razón lógica para decir que lo que está en la naturaleza del hombre es malo? No olvidemos antes de responder que el impulso sexual está dirigido al goce inmediato y a la reproducción, así como los diferentes aspectos de la relación psicológica con el propio cuerpo y de las expectativas de rol social, ni tampoco omitamos la psicología moderna cuando señala que la sexualidad puede o debe ser aprendida y que los tabúes sociales o religiosos pueden condicionar considerablemente el desarrollo de una sexualidad sana.



En la actualidad lamentablemente don Juan ha muerto y más con los avances en materia cibernética, en donde bajo el anonimato y falta de responsabilidad se permite ingresar a través del internet hacia lugares donde el goce sexual no tiene consecuencias, allí donde se puede encontrar de todo y para todos los gustos, masturbando la imaginación, atiborrando el alma de fantasmas eróticos, como espectador impotente enfermo y degradado, ante lo cual cabe preguntar si este onanismo con medios cibernéticos ¿será mejor para conservar la salud de la especie humana al no estar compartiendo ni agrediendo a otro prójimo? ¿O será mejor tener una figura como la de don Juan que estimule la imaginación y el deseo de aventura? No olvidemos que las emociones están controladas por el cerebro, el cual también se encarga de recibir e interpretar todas las señales que le llegan desde el organismo y el exterior. Y en él, el hipotálamo está encargado de algunas funciones vitales para sobrevivir como son la del comer y la actividad sexual. Y si el mecanismo hipotálamo-hipófisis sufre una lesión ésta puede alterar la función sexual normal.



Y yendo al punto religioso del premio o el castigo por este deliquio, deseo, necesidad, impulso biológico exacerbado, manifestación adictiva al sexo, desesperación, angustia, producido por un exceso de testosterona en el cuerpo así como también por el estrés o la angustia, que hace más agresiva la persona que la padece pero que es simplemente una patología que puede ser tratada clínicamente, ya que don Juan en toda forma, sin arrepentirse por haber buscado y seducido a tantas féminas y ellas complacidas aceptarlo, es llevado al infierno por el Comendador, en un caso, o se salva por intercesión de doña Inés, en el otro evento, y si seguimos la pista por el mundo judeo-cristiano vemos que allí se clama por el infierno con llamas, torturas y crueldad inimaginables, donde el demonio Asmodeo se encarga del réprobo lujurioso asfixiándolo en fuego y azufre; en tanto que en el África es práctica común la poliginia y en el Islam, el Corán permite al hombre tener hasta cuatro esposas, pero especifica: “si temes no poder hacer justicia entre tus esposas, entonces cásate con una sola” (¿o será por aquello que dice el refrán: Una se aburre, dos se pelean, tres se entretienen?) y en esta creencia existe un paraíso donde viven las huríes, hermosas doncellas que recompensan a los verdaderos creyentes con el sensual placer de su compañía después de la muerte. Y por si fuera poco, las huríes permanecen jóvenes y puras por toda la eternidad, aunque tienen el poder de concebir y tener hijos a voluntad del creyente. “Habrá huríes de grandes ojos, semejantes a perlas ocultas, como retribución a sus obras […] Habrá buenas, bellas, huríes retiradas en los pabellones, no tocadas por hombre ni genio”, las cuales cantan dulcemente y con hermosas voces que jamás nadie escuchó, para sus esposos: “Nosotras somos buenas y bellas, las esposas de la noble gente, que miran a sus esposos felices y contentos. Somos eternas, nunca moriremos, estamos fuera de peligro, no temeremos, permaneceremos aquí y jamás nos iremos”. Cada hombre podrá tener al menos setenta y dos esposas. Me pregunto: ¿qué podrá hacer entonces don Juan?


Juan de Elsinor
 


RITUALES AL DIOS SOL





En este artículo Liz Greene detiene su mirada sobre el Sol y Apolo, el dios Solar. Con un estilo claro y vivaz nos cuenta sobre las principales funciones míticas de Apolo y su importancia para comprender al Sol astrológico: cosmocrator ("dueño del mundo"), profeta, el que rompe maldiciones familiares, sanador, portador de cultura.
"¿Qué es un poeta? Es un hombre con experiencia religiosa que tiene el don de comunicar verdades universales a los hombres. Su poesía puede liberarnos de la muerte espiritual llevando a quienes le escuchan hacia una nueva comprensión de su divino Creador, quien le ha dado este poder especial. Así pueden sanarse las almas trastornadas y restaurarse el vínculo deteriorado con Dios... este es el fruto y seguramente el propósito de la música y la poesía, regalos directos de Dios a la humanidad." Elizabeth Henry. Orfeo y su laúd.
La Mitología y la Astrología han estado al servicio de la percepción humana del cosmos, ya que ambas son expresiones simbólicas de este. Desde la época babilónica en adelante, los planetas, las luminarias y las estrellas fijas, no solo simbolizaron fuerzas o sirvieron como mediadoras en las relaciones humanas, sino que también se erigieron como protagonistas de historias que expresan imaginariamente los modelos arquetípicos inherentes a la vida y a la psiquis humana. El astrólogo que está dispuesto a explorar las condiciones mitológicas de los planetas, penetra en una rica fuente de comprensión, ampliando el espectro de su visión interior y de la comprensión del simbolismo astrológico. Esto a su vez nos hace mejores astrólogos porque podemos adentrarnos en el mundo interior de nuestro cliente y transmitir nuestra interpretación con un lenguaje que toca tanto al corazón como al intelecto.
Es en la interpretación del Sol astrológico donde la importancia del mito adquiere mayor fuerza. El Sol ha sido entronizado en la mitología a lo largo de las épocas y a través de muchas culturas. Las palabras claves como "autoexpresión", son de gran ayuda. En las imágenes mitológicas del Sol confluye algo más que lo referente a su energía y propósito. Dichas imágenes míticas de la naturaleza y el protagonismo del dios griego Apolo (de cuyo nombre original "Apollon" nos hemos permitido omitir la "n" final) no podrían ser más perfectas a la hora de compararlas con el significado del Sol en un horóscopo personal. Detrás de esta deidad subyacen no solamente las raíces de la cultura occidental, sino también muchos atributos que posteriormente el mundo cristiano termina utilizando y asociando con Cristo.
Apolo ha sido denominado "el caballero del Olimpo", el más exquisito y agraciado entre todos los dioses griegos. Esculturas y frescos lo retratan habitualmente bello, joven y de escasas vestimentas, luciendo un cuerpo atlético de proporciones perfectas, tan idealizadas por los Griegos. Pero los orígenes de Apolo se remontan más allá de la Grecia clásica, tal como lo atestiguan ciertos restos arqueológicos que indican el inicio de este culto con anterioridad a la Edad del Bronce. El surgimiento de este dios está rodeado de muchos misterios, por empezar el de su nombre mismo, que aún hoy sigue provocando vehementes discusiones entre los eruditos. Rastreamos sus orígenes griegos allá por el siglo VIII a.C. y por el siglo V a.C. ya se le asociaba no solamente con el Sol, sino también con el don de la profecía, la curación, la ruptura de maldiciones familiares y la inspiración artística (especialmente de la música y la poesía). Se nos hace difícil comprenderlo a causa de estas múltiples facetas y al principio puede que tampoco captemos bien la interrelación de tantos atributos. Pero a medida que profundizamos en ellos, logramos ampliar nuestro conocimiento del Sol hasta que ser capaces de desentrañar lo que realmente significa en un horóscopo.
Apolo, el dador de luz
De la misma manera que en el mundo antiguo se concebía al Sol como el que daba la luz, a Apolo se lo percibió como el dios que logra encender la luz interior. "Conócete a ti mismo" era la inscripción a la entrada de su templo en Delfos, y esto realzaba la importancia que tenía el dios como símbolo de la conciencia. A este dios no se lo entendía como al Sol físico que se ve en el cielo; él era el portador del Sol, el que lo llevaba del Este al Oeste cada día en su carroza de oro. El Sol físico era lejano e intocable; era "lo Unico", la esencia de la vida misma, imposible de alcanzar o de comprender acabadamente.
La forma humana de Apolo nos remite a un reflejo de algo que hay en la psiquis humana -el contenedor o portador de lo inefable. No sorprende entonces que Pitágoras y Platón apoyaran a Apolo, ya que el profundo sentido de la Filosofía -el amor por la sabiduría- está ligado a este proceso de adquirir conciencia con el fin de reconectarnos con eso que Platón llamó "las realidades eternas". Era extraordinario su rol de romper maldiciones familiares y asesino de la oscuridad. Y a él se encomendaban los atormentados por la culpa. En Mitología, sus conflictos con el submundo ctónico de las deidades femeninas, tales como Pitón, la serpiente gigante y las terribles Erinyes o Furias, lo marcaron como el campeón que vence a las fuerzas del destino y las compulsiones ancestrales. Y aún cuando se trata del mismo conquistador de estas fuerzas, también las incorpora a su culto. La Pitón se convierte en uno de sus símbolos más emblemáticos, tanto por la forma iconográfica de la serpiente grecorromana, como por la figura de la Pitonisa, la sacerdotisa del oráculo que se comunicaba con los dioses. Estas deidades-madres ctónicas eran también veneradas en Delfos a través del ónfalos o piedra-ombligo, el centro de la Tierra, el preciso lugar donde se manifestaba la luz del Sol. Podemos observar la imagen del ónfalos, en algunas monedas acuñadas en Delfos, como representada por un punto en el centro de un círculo; el círculo era asociado con Apolo por el halo que se forma alrededor del Sol y se ve a través de los cielos, y también porque el círculo no entraña ni comienzo ni final y por ende sugiere la idea de divinidad y de eternidad.
Aunque no haya una documentación cierta que sugiera que el uso de esta imagen -el punto en medio del círculo- diera posteriormente origen al glifo astrológico que usamos para designar al Sol, y que se usara inicialmente en el Renacimiento, es imposible ignorar la conexión. Cuando interpretamos el Sol en un horóscopo, ¿qué implicaría este rol del Sol como dador de luz? Primero de todo, nos sugiere que el símbolo de Apolo describe un centro fundamental de nuestro interior -el corazón de la identidad- o el sentido de un destino personal que se alza desde la conciencia de nuestro ser como individuos y que tiene el poder de desvanecer las compulsiones que nacen en la infancia y el contexto familiar. La "maldición familiar" griega es una descripción de los conflictos inconcientes sin resolver que vienen de generación en generación, eventualmente llegando al umbral psíquico del "paciente identificado" (tal como se lo conoce en terapia familiar), quien actúa el peso de esta herencia inconciente a través de una enfermedad física o psicológica. Cualquiera que haya experimentado el poder de las compulsiones -ya sea hacia las drogas, el alcohol, la comida o las conductas autodestructivas- sabrá lo imposible que es llegar a identificar todo esto de forma razonable y lograr cierto alivio, sino a través de una prolongada y honesta exploración de los sentimientos atrapados en el pasado.
El proceso terapéutico se trata, pues, de un proceso apolónico, no por ser algo intelectual, sino porque apunta al crecimiento de la conciencia y a iluminar la oscuridad. Aquello que se guarda en lo oscuro no puede cambiar o crecer. Las terapias no verbales también pueden lograr este objetivo. Apolo en sí no apunta hacia una escuela de pensamiento psicológico en particular, en tanto que el proceso sirva para lograr el sentido del crecimiento interior. En un horóscopo el Sol es, entonces, una imagen de algo dentro de nosotros que es capaz de formar una identidad central e indestructible y alrededor de la cual gira el mismo horóscopo; un ego que puede contener e incluso transformar varios conflictos y aquellas discrepancias que todo horóscopo suele tener. Tales conflictos y discrepancias si fueron exacerbados por dificultades a una edad temprana, sin la menor posibilidad conciente de iluminar sus orígenes y su naturaleza, pueden dar como resultado un gran sufrimiento.
Mosaic from the 3rd century CEApolo el cosmocrator ("Dueño del Mundo")
Apolo es también el cosmocrator, el "Dueño del Mundo", el centro alrededor del cual gira el sistema Solar. Es así como a menudo el arte antiguo suele retratarlo como sosteniendo la rueda del zodíaco, ya que este es el símbolo de la eclíptica -el camino aparente que recorre el Sol alrededor de la Tierra- una forma en sí imaginaria, que refleja un ciclo de desarrollo y que se percibe con el paso de las estaciones y en los multifacéticos ciclos de nuestra vida personal. Sería bueno traer a colación que el zodíaco es un invento griego y que coincide en el tiempo con el crecimiento del poder del culto de Apolo, que tuvo lugar en el siglo V a.C. Tanto la Astrología, que hemos heredado de los griegos, como Apolo mismo, están muy ligados entre sí y ambos reflejan la misma percepción básica del orden cósmico. El movimiento sistemático del cosmos depende de la imagen de aquel Apolo que lleva el propósito y la inteligencia de la luz divina del Sol. Y es gracias a su forma de razonar que logra mantener a los planetas en sus órbitas.
Nuevamente nos encontramos con la oportunidad de mejorar mucho nuestra comprensión respecto de la función Solar en un horóscopo, dado que ese centro ubica al individuo en el centro mismo de su propia vida, permitiendo que otros aspectos de la carta natal armonicen entre sí.
Al movimiento sistemático del cosmos se lo conoce también como "la música de las esferas" y es aquí donde el dios de la música y cosmocrator va más allá y logra establecer un patrón fundamental en la vida que a la vez sea sistemático y hermoso. Cada carta natal debería ser vista de esta manera, a pesar de todos los demás aspectos nefastos o planetas en detrimento o en caída que pudiéramos encontrar. Y quizá, hasta deberíamos decir que depende más de nuestra habilidad para expresar nuestro Sol, que se destraben aquellos aspectos menos armónicos más que por la naturaleza de los aspectos planetarios en sí mismos.

En otras palabras, una cuadratura Marte-Saturno o bien una oposición Luna-Plutón, puede generar un conflicto, pero es en realidad destructiva sólo cuando no haya un centro al cual pueda atenerse el individuo en cuestión y equilibrar así las necesidades de estos planetas. El Sol es el gran conciliador de los conflictos planetarios internos, permitiendo que trabajen más a favor que en contra de la vida. Otra vez es ese sentido del sí mismo, el que unifica toda la carta, no para ser controlado por él, sino para permitir su expresión y reflexionar sobre él.
Apolo el artista
Apolo trae consigo a la cultura e inspira creativamente a los humanos gracias a la intervención de las Musas. Este grupo de figuras femeninas representa a cada una de las artes. Es interesante percatarnos de lo que los Griegos consideraban como arte. Calíope, la Musa de la Música era la principal, atributo que también compartía con Apolo; de aquí viene la imagen de la lira que suele acompañarlo en algunas esculturas y frescos antiguos. Urania es la Musa de la Astrología, que entonces era una combinación de Astrología con la ciencia que ahora conocemos como Astronomía. Desde esta perspectiva mitológica, a la Astrología no se la concebía como una ciencia en el sentido que ahora le damos, sino más bien se la consideraba como un Arte, por lo que la intervención de la Musa era más que necesaria para decodificar la sabiduría de estos mensajes. La Mitología establece que la relación que mantenían las Musas con Apolo, podía darse en tres categorías: como simples compañeras, como amantes, o como hijas. Pero lo que está claro, es que cualquiera que haya sido la relación que mantuvieren entre sí, ellas eran la viva expresión del poder que emanaba de Apolo para encender la creatividad humana.
No debería sorprendernos entonces la conexión entre el Sol astrológico y el área de nuestra creatividad, como concepto de la Casa V de un horóscopo. El dios provee la inspiración, pero son sus Musas quienes lo encarnan de forma perceptible actuando como puentes para unir la imaginación con lo divino. En la soberbia pintura de Apolo y las Musas, de G. Moreau, se lo muestra enviando a las Musas para que eduquen e inspiren a la humanidad. (ver imagen opuesta). Así entendemos a Apolo como educador, una palabra griega cuya raíz significa "conducir hacia delante". Esta es la idea platónica de la educación -obtener una respuesta del alma que nos haga recordar que provenimos de las altas esferas. El arte como camino educativo es bastante diferente del arte tomado sólo como entretenimiento o como mensaje político.
La dimensión Solar que adquiere la expresión artística es algo muy personal, que arranca de muy adentro nuestro y refleja una especial conexión con la fuente de la vida. No se trata de algo colectivo aunque podemos decir que cuando logramos crear mediante la inspiración, suele arribarse al terreno de lo colectivo, siempre y cuando tengamos la mente lo suficientemente abierta. Pero la fuente de la inspiración no abreva en lo colectivo, sí en el Sol personal, en la esencia personal. El arte que comprende al Sol astrológico puede no necesariamente ser reconocido como arte en si mismo; ya que es posible que se manifieste en la forma que vivamos nuestra vida. Esta conexión Solar con la inspiración y como reflejo de la conciencia en la vida de una persona, nos está sugiriendo que, cualquiera sea el emplazamiento del Sol en la carta, este es el que nos va a hacer experimentar esa sensación de unión con lo divino por cualquier medio creativo que elijamos para expresarnos y que sea el más inspirador de nuestras almas. Así veremos la conexión entre el Sol y la vocación, ya se trate de una vocación que sea financieramente remunerativa o bien una tarea a la que nos aboquemos en nuestras horas de ocio. También nos sugiere que todos tienen una "vocación" en el sentido más profundo, incluso si no se trata de algo que implique ganar dinero. Pero a menos que una persona se abra a la inspiración, no puede dar lugar a su vocación y mantener con lealtad sus valores y su propia visión.
Apolo el profeta
Comúnmente no asociamos al Sol con una profecía. Sí asociamos profecía con lo relativo a lo mediúmnico, aunque lo mediúmnico tiene que ver con borrar los límites del individuo y la capacidad de entrar en la vastedad del cosmos (o en la vida de otro ser humano) y percibir lo que allí sucede. Tal como lo dijeran los oráculos de Apolo, la profecía es algo por completo diferente. A Apolo se lo llamó el dios de la doble lengua porque sus predicciones dejaban a la gente totalmente perpleja; pero lo que en verdad allí se decía era algo muy básico que luego podía interpretarse desde un punto de vista muy personal (y frecuentemente eso era lo que sucedía). Entonces se decía que el oráculo había fallado y de aquí es como surgen muchas situaciones donde el héroe o la heroína hace trampas o bien asume las predicciones de manera equívoca llegando a resultados desastrosos.
En otras palabras, el mensaje del oráculo no era de contenido psíquico, pero sí revelaba al instante la pauta sobre la que se apuntalaba la vida del consultante, o resaltaba con pelos y señales un capítulo específico en la vida de esa persona. Estamos hablando de lo que solemos calificar como destino, pero en un sentido menos compulsivo del término. Las profecías de Apolo están absolutamente emparentadas con el Sol astrológico. Cuando vislumbramos un diseño interior de nuestro destino, nuestra vida cobra sentido y tenemos un motivo para vivir, y podemos tomar conciencia de ello, si miramos en una carta natal el emplazamiento del Sol por casa, signo y aspecto.
Aquí está nuestro futuro, la persona en que potencialmente somos capaces de convertirnos, la persona que tanto deseamos y necesitamos ser, si es que tenemos como objetivo de vida algo más que comer, reproducirnos y morir. Sin embargo, podemos malinterpretar esa luz que aporta la interpretación del Sol, dependiendo mucho de nuestra edad, circunstancias, conflictos y necesidades emocionales.

Pero de cierto modo sabemos que la historia central del destino personal está en algún lugar de nuestro interior, y ésta es quizá la razón por la cual el Sol está tan estrechamente relacionado con la vocación, con nuestro "llamado", o, como dice Howard Sasportas "un llamado del yo interior". Profecía como destello del destino y destino encarnado en vocación, son las características que quizá reflejan los más profundos vínculos de Apolo con el Sol astrológico. Es importante señalar que la predicción del oráculo era provista por una Pitonisa, lo que significa que no podemos escuchar la sabiduría directamente del Sol, sino a través de nuestros sentimientos, cuerpo e imaginación. De no mediar este portavoz, el conocimiento de Apolo sería inaccesible. Pero a menos que busquemos enérgicamente la sabiduría de Apolo, la Pitonisa quedará muda.
También podemos observar la pertinencia de la Astrología con Apolo en el sentido de que como astrólogos buscamos encontrar aquel esquema que sea la historia central de la vida de una persona. De hecho, la carta natal es un oráculo, aunque no en el sentido predictivo -si bien esta área es inherente a la Astrología desde siempre- sino para comprobar que ese esquema básico existe y que eso es lo que constituye nuestro destino. Se trata de algo más interno que externo, por eso la Astrología hace tanto hincapié en este concepto, aún cuando las circunstancias de la vida tiendan a reflejar y personificar la historia interna. Tal como sucedía en el oráculo de Apolo, las configuraciones de la carta natal pueden ser malinterpretadas tanto por el astrólogo como por el cliente, porque uno carece de la perspectiva para ver el panorama completo y generalmente tiene una fijación en lo inmediato o con una preocupación en particular.
Apolo el Sanador
El papel que desempeñara Apolo como médico-sanador condujo al nacimiento de muchos Asclepios o centros de sanación en todo el mundo antiguo. Según cuentan, Asclepios era hijo de Apolo, una forma personificada del dios en carne humana, y en todos estos lugares sagrados de curación siempre se asociaba la figura de Asclepios con su divino padre. Todavía sigue siendo un misterio, qué tipo de medicina se practicaba en estos centros curativos, pero sabemos por ejemplo que la música cumplía un papel terapéutico muy importante, tanto como lo hacían la guía e inspiración que se aprendía de los sueños. Por lo tanto tomamos al Sol como un sanador interior y sería importante para nosotros, como astrólogos, entender precisamente qué significa todo esto a nivel psicológico. Lo que se entiende por enfermedad según el concepto de Apolo, era aquello que se apagaba, que se quedaba sin la luz del Sol. Los griegos entendían la enfermedad como algo que sucedía tanto a nivel psíquico como físico y la forma de restablecer la armonía con el alma, residía en trabajar con la música y con los mensajes de los sueños. En otras palabras, algo que actualmente denominaríamos: una conexión con el inconciente. Hoy en día, muchos de nosotros, olvidamos lo profundo que puede afectarnos la música y de qué manera puede, no sólo armonizarnos, sino también desarmonizarnos. La música se ha convertido actualmente en algo tan político como cultural y corremos el peligro de perder de vista su función educativa y como fuente de inspiración.
La música es el instrumento principal que utiliza Apolo el sanador, y se sabía que esa música reflejaba la música de las Esferas -la armonía cósmica. Así se entiende a la enfermedad como un estado inarmónico del alma, una ruptura de la conexión humana con el orden cósmico mayor, por ende, lo que hace la curación es restaurar la armonía interior y reconectarnos con la fuente. En un horóscopo, la voluntad de vivir está profundamente ligada con el Sol, y la voluntad de vivir tiene que ver con la búsqueda del significado y a su vez este es el sentimiento de estar conectado con algo más grande que uno mismo. El Sol nos da esa sensación de ser como una vasija que contiene algo más grande, algo superior, y si logramos armonizar con ello, encontramos el significado de la vida, incluso en aquellas circunstancias que se nos presentan como trágicas o de pérdida. Bien sabe todo médico que sin la voluntad de vivir, el paciente se muere, a pesar de la eficacia con que se pretenda curar al cuerpo físico. En el mundo antiguo el Sol era Hyleg, el que daba la vida, y perder esa conexión significaba la pérdida de la voluntad de vivir.
Lo que sugieren estas antiguas metáforas por armonía, no se aplica al sentido ordinario del término armonía que entendemos hoy por hoy; no existe ninguna carta natal exenta de conflictos como tampoco lo está ninguna vida humana. Pero la gracia reside en ese sentido de alineación que puede darnos el Sol en un horóscopo y esa alineación con respecto a un modelo superior -un sentimiento del destino personal y el propósito de vida- puede elevar nuestro entendimiento al concepto de curación que rige Apolo. El proceso de la psicoterapia es hoy un escenario más que evidente donde podemos reconectarnos con ese sentido de lo que tenemos que ser, liberados de toda presión y expectativas del contexto familiar y del inconsciente colectivo. Existe otro territorio donde esta reconexión puede manifestarse y se trata del terreno artístico, siempre y cuando esté exento de tintes políticos y lejos de las banales gratificaciones del entretenimiento. Pero tal perspectiva tal vez sea incorrecta en estos días, ya que la palabra "elitista" siempre está a flor de labios en quienes no tienen la menor intención de lograr esa conexión que el Sol nos pide que hagamos. Ser una persona significa estar solo y estar en grupo al mismo tiempo, tal como lo es el Dios-Sol per se.
The Muses Leaving Their Father Apollo to Go and Enlighten the WorldCuando el Sol no brilla
Depresión, pérdida de la voluntad de vivir, sentirse dominado por compulsiones internas, excesiva dependencia de los demás, identificarse con los resultados colectivos en el aspecto de no ser auténticos, a menos que existan otros para servirnos como espejos -son todas las experiencias que pueden sobrevenir si no nos atenemos a expresar nuestro Sol natal. Y expresar nuestro Sol significa hacer lugar en nuestra vida a los valores y necesidades del signo Solar, involucrándonos enérgicamente en la esfera de vida representada por su casa natal y honrando las necesidades de los planetas que lo aspectan. Cuando nos alejamos de las funciones simbolizadas por el mítico Apolo, lo que experimentamos es pasividad, debilidad, insignificancia y falta de confianza.
Necesitamos de otros para afirmarnos constantemente, y tenemos miedo de tener cualquier sentimiento que sea individual u opinión que nos pueda aislar del grupo que nos rodea. En la carta natal no hay ningún planeta que esté totalmente completo y hasta el Sol puede estar sobre enfatizado a costa de necesidades instintivas o a expensas de otros; Apolo no es el único dios. Los astrólogos se han topado alguna vez con un cliente que no despliega nada de su Sol natal y no puede reconocer ninguno de sus atributos en su temperamento. ¿Por qué esto es así? La incapacidad o falta de voluntad para construir un ego lo suficientemente fuerte se debe a varios factores. El primero de ellos es el efecto de nuestro entorno primitivo, que a pesar de las otras fortalezas internas que tengamos, puede ser muy destructivo y anular en una sofocante oscuridad a nuestro Sol e impedirle brillar. El desgaste sistemático del sentido de sí mismo de un niño puede ser parte de esto. Aquellos padres que a su vez no pudieron conectarse con la luz de Apolo, pueden sentirse resentidos al verlo refulgir en sus hijos y tratar de convencerlos que lo que importa es la familia, no el individuo. Las presiones colectivas también contribuyen, especialmente las provenientes de sociedades donde la expresión individual es equivalente a un acto criminal, tal como lo era para el antiguo régimen de la vieja Unión Soviética. Pero también es dable cuestionarnos si un medio ambiente destructivo puede desbaratar completamente la luz del Sol, si la persona por sí misma no se encuentra de cierta manera atrapada en un conflicto interno. Para comprender esto necesitamos mirar los aspectos solares en la carta natal y también cómo está ese emplazamiento solar en relación al balance de los demás elementos.
Una carta donde falte el elemento fuego, puede sugerirnos que a la persona se le dificulta tener confianza en la inspiración del Sol y se puede ver a si misma como alguien para nada creativo o destinado a servir a aquellos que sí lo son. Esto genera un conflicto interno y que podría ser evitado si detectamos y vemos en la carta esos deseos exigentes de seguridad o esa extrema dependencia del pensamiento ajeno. Un niño con semejante balance en su carta, nacido en el seno de una familia que le diera mucha importancia a la responsabilidad hacia los otros, puede rápidamente adoptar el rol de guardián y experimentar temor de su propia expresión, entendiendo a la misma como un instrumento de soledad y enajenación de la familia. Aspectos desafiantes hacia el Sol provenientes de planetas como Saturno y Quirón también pueden reflejar un conflicto interno, una profunda deuda con nuestro propio valer como individuos y que no nos hace confiar en la luz del Sol. El Sol puede estar bloqueado o existir una penosa sobre compensación que no ofrece ningún alivio real.
Tales aspectos hacia el Sol también podrían estar reflejando asuntos relacionados con el padre, quien a su vez pudo estar herido o inhabilitado para expresar su propia visión individual o haber actuado como una figura muy crítica, indiferente o desinteresada como para alentar el desarrollo del sentido de sí mismo en su hijo. Independientemente de que haya aspectos difíciles al Sol, este puede en verdad lograr su expresión, pero debe haber un compromiso entre la visión y la realidad de los propios límites. Los aspectos difíciles del Sol hacia los planetas exteriores también sugieren un profundo conflicto entre nuestra imparcialidad y la lealtad hacia lo colectivo y nuestra propia necesidad de brillar como individuos.
Tal conflicto también requiere de un compromiso -un vehículo a través del cual podamos expresar nuestra propia identidad y valores sirviendo también al colectivo al cual representamos. Aquí todo depende del equilibrio, o como bien decía la inscripción de Delfos: "Nada en exceso". Los emplazamientos de las casas también nos señalan un conflicto interno entre la expresión propia y los factores colectivos; el Sol en casa VIII, XI o XII, puede estar sugiriendo, tal como lo hace en sus aspectos a los planetas exteriores, una profunda apertura hacia la psiquis colectiva y la necesidad de encontrar un medio a través del cual podamos expresar nuestra visión individual como contribución a ese factor colectivo. El Sol en Casa IV ó X, puede reflejar una poderosa unión con alguno de los padres, lo que dificulta la transmisión de la luz del Sol a nuestro propio ser; más bien seríamos como una especie de vasija donde el padre vierte lo que él no pudo vivir. En la carta natal aparecen muchas otras formas en que se expresa el conflicto interno, quizá exacerbado desde el primitivo medio ambiente y que termina con la pérdida de la luz solar.
Entonces sucede que tenemos que trabajar muy duro para encontrar y expresar esta luz. No tenemos que pensar que el tener un Sol bien aspectado en el signo en que está dignificado o exaltado, significa que no vayamos a tener problemas en la vida, hasta un muy buen Sol podría ser algo demasiado bueno y hasta para aquellos que tienen un Apolo próspero, la pérdida del contacto lunar puede presentarles un tipo de desconexión totalmente diferente pero igualmente dolorosa. Pero si recordamos el símbolo del dios Sol como cosmocrator, la pérdida de su luz es equivalente a perder el sentido del propio significado como individuo y ninguna realización emocional absoluta de la luna puede compensarlo. Podemos encontrar una razón para seguir viviendo aún si nos quedamos solos. Pero si no tenemos ninguna razón para vivir, entonces intentaremos vivir a través de los otros, y cuando ellos nos desilusionen o se rehusen permitirnos continuar con esta conducta, entonces deberemos arreglárnoslas con esa falta de voluntad para vivir que en los tiempos antiguos solamente se curaba con la intermediación de Apolo.
El precio que debemos pagar
La Mitología de Apolo nos dice que hay un precio que pagar si decidimos desarrollar nuestro Sol y definirnos como personas. Apolo es un dios que se yergue solo, no está casado y a menudo fue rechazado por amantes, y también tuvo mala suerte con sus hijos, ya que todos terminaron sus vidas violentamente. Orfeo terminó destrozado en pedazos por las Ménades; a Asclepios lo golpeó el rayo de Zeus; Faetonte se estrelló con la carroza solar y fue consumido por las llamas. A Apolo lo amaron tanto los humanos como los dioses, pero no tenía familia y no estableció dinastía alguna. No obstante esta imagen no debe ser tomada en sentido literal, porque permitirnos expresar nuestro Sol no significa de ninguna manera que se nos negará el derecho a tener una familia o a entablar buenas relaciones con otros seres humanos. Si elegimos erigirnos como individuos tendremos que sacrificar el lujo de vivir a través de otras personas, y en especial de nuestros padres e hijos, una experiencia que ellos podrían sufrir como una dominación extrema. De esta forma Apolo se traduce como la imagen de algo en nuestro interior que está solo y se auto sostiene y que puede brillar solamente si estamos dispuestos a separarnos de los demás, lo suficiente como para afirmar nuestro propio centro y sentido.
El precio de disfrutar la luz del Sol es en cierta medida la soledad, aunque esto no signifique literalmente falta de compañía. Pero por dentro uno no puede jamás sucumbir a ese estado interior de fusión inconciente que existe cuando el ego nunca llegó a formarse del todo. Algún conflicto con la familia o con la comunidad es inevitable. Sin embargo, la antigua asociación astrológica del Sol con el corazón y el amor, nos sugiere que eso que comúnmente denominamos amor puede en verdad ser un estado psíquico de fusión y dependencia, e inclusive puede que eso nos impida amar verdaderamente a otro como alguien separado de nosotros y digno de respeto, porque nosotros mismos no nos hemos delimitado como individuos. Por supuesto Apolo es solamente uno de una familia de dioses y el Sol es solamente uno de una familia de planetas dentro de la carta natal. No podemos estar completamente solos, ya que formamos parte de un sistema más grande y no sería para nada sabio olvidarnos de nuestros antecedentes y participación en la comunidad en la cual vivimos, nos movemos y somos.
No es sorprendente que nos rehusemos a pagar este precio, a pesar de la infelicidad que experimentemos por no vivenciar su luz. El miedo a la soledad es el gran enemigo de la luz solar así como lo es el miedo a la envidia, puesto que la envidia que otros sienten nos lastima profundamente cuando en realidad necesitamos ser amados y aceptados. Si estamos demasiado inseguros de nosotros mismos como para arriesgarnos a que otros nos desaprueben, no seremos capaces de expresar satisfactoriamente nuestro Sol. Si nos preocupa el hecho de que otros se resientan por lo que hacemos o por que seamos algo "especial", entonces nos ocuparemos de asegurarnos de ser ordinarios y luego atacaremos e intentaremos destruir a los que se atrevan a expresar su propio Sol, porque por dentro nos devorará la envidia. Este dilema arquetípico puede observarse no sólo en los mitos, sino también en la historia, a través del lugar que ocupa el artista en la sociedad. Se lo reconoce como a alguien especial y envuelto en un halo glamoroso, así como también suele atacárselo e incluso llega a ser destruido por la misma gente que lo representa. No se trata de ningún asunto político, pero sí de una situación arquetípica, aunque a lo largo de los siglos se nos haya presentado como coyunturas políticas. Platón podría ser un muy buen ejemplo: él era el más grande seguidor de Apolo, a quien sacaron de Siracusa y casi asesinan cuando intentaba restringir las representaciones teatrales a figuras educativas y no a meros entretenedores. De igual manera, la Historia y la Mitología nos dan muchos ejemplos de cuán amenazante puede resultar ser la luz del Sol y no solamente por lo que es en sí misma, sino cuando adquiere formas dominantes y expresadas mediante la tiranía.
Para cada persona, este conflicto arquetípico es importante por cuanto hace a la creatividad personal, estamos hablando en verdad de la definición del individuo como esencia, diferente de cualquier otro ser, que tiene su propio destino y una contribución que hacer a la vida. Y porque la Astrología en su totalidad se encuentra gobernada por Apolo, a través de su rol como cosmocrator y a través de Urania, su inspiradora musa, nosotros como astrólogos debemos asumir ese mismo llamado y encarnarnos como el Sol cuando interpretamos la carta de un cliente, para lograr encender su propia luz y esclarecer las razones por las cuales puede no estar brillando en la actualidad y el precio que deberá pagar para hacerlo.
Traducción al Español: Andrea Minervini de Gravagna