jueves, 28 de febrero de 2013

FERNANDO SOTO APARICIO





EL INSIGNE ESCRITOR FERNANDO SOTO APARICIO, INVITADO DE HONOR AL VI ENCUENTRO INTERNACIONAL DE POESÍA "VALLE DE IRAKA", MAYO 2,3,4 Y 5 DE 2013, EN FIRAVITOBA, IZA, CUÍTIVA, TOTA Y SOGAMOSO. CONVOCATORIA  DE LA FUNDACIÓN "CASA DEL SOL" DIRIGIDA POR EL ESCRITOR JORGE DUSSÁN ABELLA. EL MAESTRO FERNANDO, OFICIARÁ COMO OFERENTE EN EL HOMENAJE NACIONAL AL POETA FERNANDO A. CELY H. EL ACTO TIENE ADEMÁS LA PRESENTACIÓN EXCEPCIONAL DE LA NIÑA PRODIGIO DE LA DECLAMACIÓN MARÍA JOSÉ MOLINA. HORA DE ESPLENDOR PARA LA LITERTURA COLOMBIANA Y DE HONOR PARA EL DEPARTAMENTO DE BOYACÁ.









HOMBRE
FERNANDO SOTO APARICIO
I

Formado con terrones y ceniza,
amasado en renuncias y fracasos,
lleva también la aurora entre los brazos
y le florece el sol en la sonrisa.

Vida y muerte se cumplen como plazos
inevitables en su absurda prisa.
Su voluntad de ser feliz se triza
y debe contentarse con pedazos.



Enmarañado y gris es su destino
y si la libertad le da un camino
la opresión en que vive se lo niega.

Porque ese hombre cargado de preguntas
busca en el hueco de sus manos juntas
una respuesta que jamás le llega.

II

El hombre viene todo de un trasfondo
mas allá del silencio de si mismo:
pequeño ser para tan grande abismo
y frágil voz para gemir tan hondo.

Su corazón es un vaivén redondo
de la luz a la sombra: arcano sismo.
Va desde la desgracia al optimismo
y en mares de dolor alcanza fondo.

Nace de su destino prisionero
y no encuentra salida ni sendero
que lo lleve a ser libre y a ser hombre.

Con pies de barro y alma de infinito
en años de callar pierde su grito,
su forma de pensar, y hasta su nombre.

III

La luz que esta rodeándolo limita
la forma de las cosas y del mundo.
Busca el cielo de abril, pleno y rotundo,
y en su lugar encuentra una garita.


Su sangre enamorada resucita
su ilusión cotidiana. y vagabundo,
se ve amarrado al botalón profundo
donde se muere o donde se marchita.

Hombre de una razón y mil razones,
de un corazón y muchos corazones
y abierto como un libro a la esperanza.

Hombre como un lamento oscuro y largo;
amasado con barro, sin embargo
fino como el acero de una lanza.

VI

El hombre tiene adentro una ventana
para poder mirar al infinito.
Allí se le perdona ese delito
de ver la libertad como una hermana.

Es allí donde grita en la mañana
preguntando por Dios en cada grito.
Allí donde esta solo y esta finito
y marchitable como oscura liana.

No sabe desde donde o por que vino,
cual es su procedencia o su destino,
por que sufre o batalla, o quien lo hiere.


Solo, en el fondo de su pensamiento,
sabe que pasa como pasa el viento.
y que viviendo diariamente muere.



Fernando Soto Aparicio

El personaje 

No es viejo ni por edad, ni por sus ideas, ni por su estilo. El es joven, sólo tiene 33 años, y nació en Santa Rosa de Viterbo. La vocación literaria, me cuenta, apareció en él muy temprano. A los trece años había escrito ya dos enormes pero pésimas novelas con influencia de Dumas y los mosqueteros. Escribió en sus cuadernos de preceptiva infinidad de poemas retóricos y románticos que no valían un comino, julioflorescos y tristes. Los condenó al silencio en una hoguera. Su lirismo era paja, ceniza. De ellos no queda nada, ni el recuerdo. Publicó su primera novela en España, en 1960: Los desventurados. Un día se ganó un premio internacional de novela, en Barcelona, con La rebelión de las ratas. Acaba de publicar en Colombia Mientras llueve, una novela que se salvó por un pelo de ganarse el Premio Esso, aunque le dieron una mención de honor. Más libros inéditos, poemas, cuentos y artículos en cantidades resumen su formidable actividad de escritor comprometido con la literatura. Un hombre de letras, en fin.

Hace años, en su pueblo oyó los rumores de la existencia de una generación que hacía su ascenso a la cultura con el nombre de nadaísmo. Era su propia generación que hacía sentir su rebeldía en forma de frenéticos y alocados alaridos, como un planeta que se sale de órbita y deslumbra con una luz cegadora, negra y roja. No ilumina. No orienta. Desconcierta. Era la rebelión pura que estallaba ruidosamente sus fuegos fatuos sobre las torres dominantes de la catedral y las chimeneas de Coltejer, en la ciudad más católica y tradicional de Colombia.

Por desgracia, o por fortuna, este joven impaciente que entonces tenía veinticinco años, ya se había casado y tenía un hijo cuando nació el nadaísmo. ¿Qué más se podía hacer en Santa Rosa de Viterbo fuera de enamorarse, casarse, acostarse, reproducirse y morirse? Eso era exactamente lo que había hecho nuestro joven, con la diferencia de que todavía no estaba muerto. Al contrario, hacía grandes proyectos con su vida y se sentía encendido por la pasión del arte. Desde su lejana provincia se puso en camino por los tortuosos y atormentados senderos de su vocación para conquistarse un destino en la literatura.

En cierto sentido, en el de la militancia, los ecos del nadaísmo habían llegado un poco tarde para este joven escritor, pero nunca tarde para ser, desde su camarote, un compañero de viaje, un pasajero de nuestra aventura literaria a la que ha asistido como actor y como testigo.

Hacía años veía publicados sus cuentos, sus poemas y sus críticas en el Magazine de El Espectador junto a los nuestros. Se daba el lujo de atacarnos, de admirarnos a veces, con extraordinario coraje y honestidad. Nunca se declaraba enemigo de nuestra generación; tampoco la aceptaba incondicionalmente. La juzgaba, la analizaba con objetividad, pero sin avaricia. Separaba en el balance los aspectos positivos de los negativos; la lucidez de la alucinación; la libertad del libertinaje. Sus juicios siempre me interesaron aunque significaron ataques. Su crítica estaba exenta de prejuicios y mezquindades. Era digna.

Un día me dije: ¿quién será este Fernando Soto Aparicio? Y fui a hacerle este reportaje para saberlo.

No me decepcionó. Por el contrario: su presencia, su pensamiento, consolidaron la imagen que tenía del hombre y de su obra, y confirmaron mis presentimientos. Me lo imaginaba de una gran bondad. Y era bueno. De una gran cultura. Y era culto. Sencillo como una cosa. Y era un hombre sencillo. No deslumbra por fuera, sino por dentro. Hay que adivinarle que es escritor. Exteriormente no parece artista, carece de ese satanismo atormentado que lucen los herederos de Luzbel. Es un poco triste, pero su tristeza no es violenta. Es serena, apacible, de beatitud. Casi dulce. No lo agitan las tempestades de la pasión, sino de la reflexión. Pero las debe sentir de noche y en la soledad de su cuarto. No es bohemio ni tabernícola como los de Piedra y Cielo; pero tampoco marihuano ni atorrante como los nadaístas. Solitario por vocación y por oficio. Como un metal noble, brilla escondido. No hace ostentación de su cultura que es inmensa y variada. Su apariencia no tiene nada de rara, no deslumbra. En este sentido, más bien pasaría inadvertido como cualquier contabilista, que es su otro trabajo, el de sobrevivir, con el que paga el precio de ser escritor.

Salvo un colmillo de oro que me pareció muy llamativo por lo feo, en ese rostro no pasa nada. Es el de un hombre normal. Este Fernando Aparicio, tan sereno, tan quieto, tan ausente en su presencia, me dio la impresión de ser como esos postes callejeros que no se ven, que no se notan porque siempre están allí, netos y necesarios, y que para descubrirlos hay que tropezar con ellos, y hasta reventarse las narices contra la solidez de su resistencia. Así lo vi y lo sentí como un poste de electricidad cuya existencia nos descubre un perro cuando hace pipí, pero tan presente a pesar de las miradas que pasan indiferentes. Tan necesario y justificado en su condición de "poste" porque sabe que su misión es estar ahí para transmitir la luz, para comunicar a los hombres.

Pero Fernando no sólo recibe la luz y el mensaje. El mismo crea y transmite, sin vanidad y sin ruido. La prueba es que casi nadie en nuestro mundo intelectual, lo conoce personalmente. Para saber que existe hay que leer sus libros, sus escritos, o buscarlo en su casa, o en una cueva donde trabaja, que se llama Industrial Eléctrica Ergon. De allí sale para su casa donde besa a su mujer, le toma lecciones a sus hijos, come burguésmente y le dedica media hora de digestión a la T.V. Finalmente, se aísla en su estudio donde lee o escribe invariablemente hasta media noche, como un auténtico profesional de la literatura.

Soto Aparicio, a pesar de su valores indiscutibles, su enorme cultura, su fecunda creatividad, no es escritor de mis devociones, como yo no lo soy de las suyas, naturalmente. No es por nada perverso. Hasta nos sentimos muy solidarios. Pero hay algo de su literatura que no me emociona: algo lógico, opaco, una languidez. Tal vez un orden, una especie de equilibrio racional en sus formas literarias, en la sólida organización de sus novelas, de su personajes siempre justificados por causas obvias, que no sucumben al azar de las contradicciones, que siempre se salvan aunque estén perdidos; bendecidos lo mismo en la vida que en la muerte por una lógica intelectual. Sí, colmados de humanidad, pero vacíos de misterio.

Siempre fieles a sí mismos, aun en la infidelidad. Exactos como una evidencia. Su narrativa no desconcierta ni enloquece: explica y razona. Soy de otro mundo.

Esto no significa que su literatura carezca de valores nuevos, que no represente una dignidad estética. A veces hasta se abandona y es audaz. Pero luego se "arrepiente". Su clima no es la demencia, la aventura ni el ultraje a la razón. En esto nunca podrá ser nadaísta, incluso, tiene una gran clientela y demanda en los sectores de la juventud que lo leen y admiran; que discuten y ponen sus ideas sobre el tapete de nuestra generación.

Lo que a mí personalmente me impide entrar en su mundo y sentirme en sus libros "como en mi casa", es que Soto Aparicio tiene casa, está relativamente integrado al orden burgués, trabaja ocho horas, tiene tres hijos que estudian bachillerato, una mujer, un bigotico muy bien recortado, un diente de oro, lee y escribe cinco horas al día, todas las noches, con un método implacable.

Sin duda para él y para muchos, sus virtudes y su disciplina son cosas admirables, y han hecho posibles sus libros. Pero yo, en su caso, me haría sacar el diente de oro.

No sé, no puedo explicarlo de otro modo: incluso, no es razonable. Y esta debe ser la única causa por la cual la literatura de Soto no me apasiona: que es muy razonable. Lo que para mí constituye, no sólo en él sino también en Descartes y en su pandilla de razonadores, una virtud detestable.

Por lo demás, merece más que nadie el Premio Esso, lo que tampoco es un elogio. He aquí su música:



El reportaje
 




¿Qué es el arte para usted, Fernando Soto Aparicio?
Para mí es primordialmente un placer, el de la creación. También una actitud de conciencia a la que estoy comprometido como escritor.

¿Qué lo une más profundamente a la mujer que ama: la carne o el espíritu?
Esas dos fuerzas del amor son el amor. Yo no las siento separadamente.

¿Qué es lo que más lo aburre en la vida?
Las reuniones bailables

¿En qué lugar del mundo quisiera ser enterrado?
En el cementerio de Santa Rosa de Viterbo, entrando, a mano izquierda, no en una bóveda: en una tumba de tierra.

¿A quién le gustaría tener junto a su tumba?
A nadie en particular, quizás a un pino de hojas oscuras, que meza el viento.

¿Cuál es el peor defecto del pueblo colombiano?
El conformismo

¿Cuál es, según su mujer, la cualidad que más admira en usted?
La de sobrevivir

¿Para quién es usted necesario?
Para los afectos y la economía de mi familia

¿Qué música prefiere para el amor?
La catedral sumergida de Claudio Debussy

¿La caridad para qué?
Es una cualidad extraordinaria. Pero la caridad organizada en forma de beneficencia, de explotación económica, es una cuestión penosa.

¿Practica la caridad? ¿En virtud de la caridad, le regalaría su reloj a un mendigo?
Porque practico la solidaridad no le daría mi reloj a un mendigo. ¿Para qué? Eso no le resolvería ningún problema. Excepto, saber la hora del almuerzo, sin tener qué comer.

Y si el mendigo ese fuera Cristo disfrazado de mendigo, ¿se lo daría?
No, pues el que le da un reloj a Cristo sabiendo que es Cristo, no está haciendo caridad, sino un chantaje con el cielo.

¿Qué es para usted la virginidad: un mito o una virtud?
Un Tabú. Este tabú se ha convertido, en razón de nuestra educación sexual, en un prejuicio social muy funesto.

¿Se casaría usted con una mujer de color?
Claro que sí. El color es un accidente de la piel. El alma no tiene piel, ni colores.

¿Cuál sería para usted el Once Mandamiento?
Perdonarás, para que te perdonen.

¿Qué considera usted la mayor virtud militar?
Saber retirarse a tiempo

¿Qué le reprocha al comunismo?
Sacrificar la individualidad a un mezquino colectivismo.

¿Qué privilegio de la oligarquía quisiera tener?
Sus rentas, para poderme retirar a escribir a una casa de campo.

Usted, Soto Aparicio, ¿por qué no es nadaísta?
Ya lo dije en el Magazine Dominical, hace tres años, a propósito de un libro de Gonzalo Arango: "El hecho de que yo no haya pertenecido activamente al movimiento nadaísta no impide que haya seguido de cerca sus realizaciones, alegrándome con sus triunfos y deplorando los fracasos a que lo han precipitado sus representantes más carentes de inteligencia. Quizás no pertenezco al nadaísmo porque pienso: si todos gritan, ¿quién escucha?"

Hay una tumba con 500 mil colombianos muertos por la violencia. Le pido, en nombre de la patria, escribir su epitafio.

Que este trozo de patria se eleve al infinito —pidiendo que retoñe de nuevo la  esperanza— pues la mancha que deja la sangre del delito —nunca puede lavarse con sangre de venganza.

Estás aquí Estás aquí, debajo de mis manos...
Fernando Soto Aparicio 28 de febrero de 2013 11:09
Estás aquí
Estás aquí, debajo de mis manos
igual que una paloma que el cazador cautiva.
Igual que una votiva
lámpara que ilumina mis rituales paganos.

Y vas en mí como entre los oceanos
la fauna ruda y viva;
como la miel y el polen entre la siempreviva;
como van en los ojos los paisajes lejanos.

Eres otoño y lumbre y sombra y primavera.
Eres llama que anula y luz que alivia.
Al mirarte comprendo que no he vivido en vano.

Y te muerdo la lengua tal como si mordiera
la pulpa húmeda y tibia
de un fruto en la fatiga del verano.

Poeta, escritor y guionista de televisión
Fernando Soto Aparicio

Por: Diana Mina
Escuela de Comunicación Social y Periodismo

"Hacen falta colegas humanos que tengan la capacidad de asombrarse. Lo más difícil del periodismo es saber contar historias".
“El libro que más quiero es el que no he escrito todavía”
“No me le mido a una amistad con un escritor, son personas detestables”

Tan sólo el recordar aquel realismo mágico que caracterizó las obras de Gabo, hace pensar e imaginar cómo es su oficina; o tal vez recordar los cuentos de Cortazar daría un vago croquis de su despacho; el bufete del Maestro Fernando Soto Aparicio, no es la excepción, pues esta colmado de libros, de todos los temas, grosores y autores. Este mundo de letras no oculta su fascinación por la literatura. “Es un espacio sin precedentes, cautivador y a la vez enloquecedor, a los ocho años ya había leído diferentes obras y los quince ya había publicado mi primer libro”.

Nunca ha encubierto su pasión por escribir, por ende, tampoco al buen leer. Se considera un literato apasionado, con intereses tan plenos pero tan extraños a la vez. Su vocación literaria emergió a muy temprana edad. Según cuenta él, a sus tiernos 8 años de edad leyó la obra maestra de Víctor Hugo –su escritor de cabecera- Los miserables: que son, además de magníficos, dos tomos de mil páginas cada uno. “Me lo he leído cuatro o cinco veces y cada vez me gusta más, viví en Francia unos años y aprendí francés para podérmelo leer en el idioma original”.

La inspiración que desde ese entonces atrapó a Soto, era como tinta en sus venas y palabras en sus dedos. Es curioso notar que la familiaridad de su primera novela publicada en España, en 1960: Los desventurados con la de Víctor Hugo. El maestro Fernando quiere dejar una huella de esperanza y reflexión en cada palabra que escribe. Desea que su nombre sea símbolo de realidad y devoción.

Las dificultades que ha tenido en su vida, no supieron socavar la amabilidad de este hombre de letras, precisamente por que las ha sabido aprovechar para crecer espiritualmente. Tiene muy claro que los fracasos significan el compromiso de llegar a la meta.

Con el correr de los años y el envejecer de su cuerpo, lo único que tiene intacto Fernando Soto Aparicio es el espíritu, lo que lo hace una persona que no deslumbra por fuera, sino por dentro. Su voz sonaba más joven que la edad que revelaban sus ojos. Es una voz cálida y fluida, al igual que sus escritos, tal vez por eso nos sorprendió cuando afirmó que no era amigo de la amistad: “Yo he sido muy malo para los amigos, he sido muy arisco, muy esquivo, muy solitario.

"No tengo amigos, muy pocos tal vez, en realidad ninguno y menos dentro de los escritores, me parecen que son gente detestable, no me le mido a una amistad con un escritor”. Afirmaba con elocuencia haber nacido para ser escritor, pero difería de la vida del artista de las letras; “no tengo ninguna de las cosas que aparentemente caracteriza a un escritor: no soy homosexual, no fumo marihuana, no aspiro cocaína, no hago nada raro, (soy) un bicho común y corriente”.

Ulterior a contrastar, con asombro, la afabilidad con que nos determinaba contra su indeterminación a la amistad, hablaba de su personalidad solitaria. Nos podríamos pasar un mes entero, y sin descanso, si asistiéramos fugazmente a las 40 invitaciones a cocteles que llegan a su nombre; él sin embargo sólo asiste a una por año. Confiesa que lo más aburrido para él son las reuniones bailables, ya que no les encuentra razón de ser en su algarabía.

El maestro Soto Aparicio se remonta a su infancia, tras varios minutos de conversación. Nació en la población de Socha, Departamento de Boyacá pero cuando tenía tan solo 4 meses de edad, sus padres se trasladaron a vivir a Santa Rosa de Viterbo, escenario de las luchas sostenidas por los hombres del cacique Tundama contra el invasor Gonzalo Jiménez de Quesada. Aquí en este pueblo lleno de fantasías, cantos, campesinos es en donde discurren sus primeros años de vida, su niñez y su juventud.

Partiendo de la generalidad de que todo joven tiene un héroe, es difícil no preguntarse quien pudo haber sido un paladín en la mente de un joven Soto Aparicio. Su héroe fue un libertador: “Sí, tengo un héroe. Un muchachito de Belén, un pueblo de Boyacá, que fue el que nos dio la libertad, no fue Bolívar ni Ansuarte, ni Sucre, ni Santander, fue este niño que tenia once años, ocho meses y cinco días cuando capturó, al finalizar la batalla del puente de Boyacá, al general Barreiro y lo entregó a Bolívar.

Barreiro le ofreció su morral lleno de oro y este niño no lo quiso aceptar. La captura de Barreiro fue la que determinó la victoria de la batalla de Boyacá y que se firmara la libertad de Colombia. ¡Sobre ese niño no hay nada!

Se sabe que nació, que se casó y se murió; y que en el diario de Bolívar hay dos renglones que dicen que fue ascendido a sargento y le ofrecieron una recompensa de cien pesos. No lo ascendieron, ni le dieron los cien pesos y lo olvido todo el mundo. Entonces yo escribí un libro que se llama Pedro Pascasio Martínez, un libro que quiero muchísimo, en donde cuento la historia de esa persona. Yo me inventé esa historia dentro de un punto de vista totalmente lógico, no se puede inventar sino dentro de la lógica. Él para mi es una héroe. Y para amortizar nuestro asombro acotó: Heroína todas las mujeres que se aguanta esta vida".

A pesar de sus más de 50 obras publicadas, en las que explora a la sociedad en todas sus facetas teniendo como protagonista la realidad de su país, y en la que la búsqueda de personajes es” muy agradable” por que deben nacer del corazón de la tierra, no tiene una favorita. “Eso es muy complicado es como decirle a una señora antioqueña que tiene 20 hijos y se pregunta a cual chinito quiere mas eso no se puede pensar”.

“Colombia seria un país riquísimo económicamente pero se lo han venido robando los políticos y se lo han venido prostituyendo los narcotraficantes y lo han venido matando a mansalva los guerrilleros. Son tres fuerzas tenebrosas que complotan contra Colombia y sin embargo mi país tiene tanta firmeza tanta resistencia que todavía aguanta y que aguantara mucho tiempo”

Muchas personas lo consideran como un modelo a seguir, como es el caso del crítico y periodista Gustavo Páez Escobar, para él Fernando Soto Aparicio es un hombre con una mente laboriosa y reflexiva que no acepta la mediocridad.

El “Maestro”, nombrado así por muchos escritores ha recibido a lo largo de su vida innumerables condecoraciones y ha sido objeto de muchos homenajes en alusión a su gran trabajo como uno de los principales exponentes de la literatura colombiana.
Algunos de estos galardones fueron: el Premio a las Letras Castellanas, Premio Internacional de Madrid con su novela los Bienaventurados, Premio Casa de las Américas en 1970 y el Premio Ciudad de Murcia entre otros. Además en los últimos años la Alcaldía Local de Engativa lo condecoró con “la Orden Civil al Merito” reconociendo su vida como escritor y su dedicación y entrega al arte de la letras.

A pesar de todos estos premios el maestro afirma “Para mí el único premio realmente importante es la fidelidad de los lectores, me fascina la idea que la gente siga leyendo con tanta devoción libros que fueron escritos hace más de cincuenta años.” Siendo este el caso de su obra la Rebelión de la Ratas la cual lleva casi medio siglo y la gente todavía se interesa por leerlo.

Con más de 60 años de vida literaria, el maestro Soto Aparicio hoy en día vive una vida sosegada, en la cual trabaja, lee y algunas veces dicta clase “no más sino dos días…a mi no me gusta la docencia.

Lo hago porque me lo exige la Universidad (Militar Nueva Granada) para dictarles a unos muchachos de una carrera que se llama ingeniería multimedia. Les enseño a escribir guiones para cine y televisión”. Sosegada a simple vista, pero quien tal vez trata de ver el interior de su mente, verá a ese guerrero apasionado por la escritura, a ese letrado que no simpatiza con la política, a ese maestro sin amigos, a esa mente sin barreras.

Recordamos ahora, un artículo de la revista Cromos en el año 1966, donde entrevistaron al joven literario de 33 años en ese entonces; donde le pidieron en nombre de la patria, escribir el epitafio a una tumba con 500 mil colombianos muertos por la violencia. Él respondió: "Que este trozo de patria se eleve al infinito —pidiendo que retoñe de nuevo la esperanza— pues la mancha que deja la sangre del delito —nunca puede lavarse con sangre de venganza".

Ahora nos preguntamos, ¿quien podrá escribir un epitafio a Fernando Soto Aparicio cuando se encuentre escribiendo versos para Dios en el cielo?


Majestuoso homenaje al escritor Fernando Soto Aparicio en colegio distrital de San Cristóbal

Cuando Fernando Soto Aparicio era un niño encontró el tesoro que cambiaría su vida, se trataba de un baúl con cerca de 100 libros de obras de los más importantes autores que su padre había guardado con esmero y que se convertirían en su ventana para conocer el mundo. Sin embargo, a sus ocho años, un libro logró impactar para siempre su deseo de ser escritor, Los Miserables, de Víctor Hugo.

Con las pequeñas manos de un infante cargaba la pesada obra de más de 600 páginas, hasta que esa fascinación de ingresar a otros mundos que produce la lectura, lo obligó a terminarlo en poco tiempo. Encontrándose en Europa, muchos años después, cuando Fernando Soto Aparicio ya se había convertido en uno de los hitos de la literatura latinoamericana, descubrió en una vieja librería una versión en francés y muy antigua de Les Misérbles; entonces, esa pasión por las letras que había despertado al escritor dormido tiempo atrás, lo llevó a aprender el francés solo para poder disfrutar de la obra de Víctor Hugo en su idioma original.

Datos inéditos como éste, sobre la vida de Fernando Soto Aparicio, uno de los escritores más importantes de la literatura latinoamericana, fueron narrados por parte del legendario literato de su propia voz, a los estudiantes del colegio distrital Colsubsidio San Vicente (localidad San Cristóbal), en el marco del XII Encuentro Juvenil Vicentino realizado el pasado viernes 28 de septiembre.

El autor de una de las obras más leídas en los colegios de todo el país, La Rebelión de las Ratas, fue el centro de este encuentro juvenil. Es por esto que los estudiantes de este plantel educativo del sur oriente de la ciudad venían preparando desde hace más de cinco meses un bello homenaje para este importante escritor.

Todo comenzó con el grupo de mariachis del colegio, quienes interpretaron melodías en honor al cumpleaños número 79 del escritor, seguido de este acto, Fernando Soto Aparicio sopló las velitas de una torta con la cual se compartió la gran celebración de un aniversario más de su nacimiento. Obras de teatro, caracterizaciones del escritor y periodista en sus diferentes edades, se dieron en este homenaje.

El escritor recibió de manos de una estudiante una obra de arte que representaba lo mejor de sus obras. Finalmente, el autor tuvo la posibilidad de hablar con los niños e invitarlos a soñar y a descubrir mundos por medio de la lectura.

Conmovido, Fernando Soto Aparicio agradeció a la comunidad educativa del colegio distrital Colsubsidio San Vicente todo el esfuerzo que habían puesto para este homenaje.

Escritores destacados han participado en otras versiones de este encuentro



El Encuentro juvenil Vicentino centra su actividad principal en el homenaje   a un escritor colombiano que es seleccionado mediante una encuesta y el cual es elegido libremente por los estudiantes. Esto con el fin de indagar sobre la vida real del autor, obras y características principales del mismo. A partir de esta selección se inicia un trabajo de investigación sobre el escritor.

Este proyecto se viene adelantando como estrategia para motivar a la comunidad educativa en los procesos de lectura y escritura, contando hasta la fecha con la participación de escritores como: Gabriel García Márquez en el 2003, en el año 2004 Germán Castro Caicedo, en el 2005 Jairo Aníbal Niño, en el 2006 Yolanda Reyes, en el 2007 Celso Román y Mario Mendoza, en el 2008 Irene Vasco, en el 2009 Santiago Díaz López, en el 2010 Jorge Franco y en el 2011 Fernando Ayala Poveda.


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